La madre describe la ternura y belleza de su
gesto como una “caricia del Cielo”
¿Puede un solo gesto captar la intensidad
y la hondura de la inocencia,
la ternura y la belleza? En la audiencia general con el
papa Francisco del pasado miércoles 28 de diciembre, memoria litúrgica de los
Santos Inocentes, fue posible.
La inocencia encontró ese día su forma de
hacerse visible a nuestros ojos a través de una niña con un largo recorrido de
lucha por seguir viviendo en sus escasos años. Macarena,”Maki”, es la menor de
los siete hijos de Ricardo Márquez y Carmina Coloma. Ha padecido Síndrome de
Rasmussen, una encefalitis crónica degenerativa de origen autoinmune que le
hizo pasar por seis operaciones de cerebro.
En una de ellas, los médicos le extirparon el hemisferio
cerebral derecho para salvarle la vida. Tuvo el lado
izquierdo de su cuerpo paralizado, no se mantenía erguida y no podía andar.
En esta ocasión, la familia entera
celebraba en Roma los 25 años de matrimonio de los padres de Maki y su mayor
ilusión era poder ver al Papa de cerca. Había llegado el momento. El
miércoles 28 la familia entera entró en la Aula Pablo VI del Vaticano, junto a
varios miles de fieles y peregrinos de diversos países y a primera vista
resultaba muy difícil conseguir su deseo.
Fue en ese mismo instante
cuando irrumpió la ternura. Los padres de Maki pidieron a
los asistentes a la audiencia con los que se encontraban en los pasillos que
permitieran que la niña estuviera cerca del Papa. Uno a uno les fueron abriendo paso,
intuyendo que Maki lo merecía, sin conocer su impresionante historia.
Y la ternura se mostró en su máximo
esplendor al final de audiencia, después de escuchar al papa Francisco hablar de cómo “la esperanza, sorprende y abre
horizontes, nos hace soñar lo inimaginable”.
Francisco se acercó a la familia y
al tiempo que escuchaba a la madre de Maki y a la propia niña contarle lo que
habían pasado, le brindó el más sentido de sus abrazos. En ese espacio de
tiempo, congelado para siempre a través de varias fotografías, la suma de la inocencia y la ternura mostraron
la más pura belleza. El papa Francisco abrazó a Maki como Dios abraza al
hombre.
Carmina Coloma describe ese momento
brillante y único como una caricia del Cielo. “Dios
quería regalarle ese abrazo a Maki y a la familia entera, para mostrarnos que
Él está detrás de todo”, asegura emocionada.
En ese
abrazo estábamos todos:
los que sufren, los que viven plenamente, los que cargan cada día con su cruz,
quienes se revuelven ante la realidad, los que se sienten plenamente amados por
el Padre, los que dudan, los que afrontan la muerte y a quienes les aterra la
Vida. A todos sin distinción acoge el papa Francisco como Dios mismo hace con
cada uno de sus hijos.
Lo
bello se muestra ante nuestros ojos mucho antes de que nuestro corazón se
esconda a la ceguera. Porque vi, creí. Dichosos los que creen
sin haber visto.
Ojalá, como pidió ese día el Papa,
confiemos “en el Señor, como lo hizo Abrahán, para que salgamos de nosotros y descubramos su
promesa en cada signo y acontecimiento que nos toca vivir”.
Fuente: Aleteia