Primera predicación de adviento del padre Raniero Cantalamessa, predicador
de la Casa Pontificia
El padre Raniero Cantalamessa, predicador
de la Casa Pontificia, ha realizado esta mañana en el Vaticano la primera predicación
de Adviento en la que ha reflexionado sobre lo que quiere decir “Creo en el
Espíritu Santo”. Así, ha iniciado explicando que la mayor novedad
del post Concilio, en la teología y en la vida de la Iglesia, tiene un nombre
precioso: el Espíritu Santo.
Por otro lado, el predicador ha recordado
que el año que viene se celebra el 50º aniversario
del inicio, en la Iglesia católica, de la Renovación Carismática. “Es uno de
los muchos signos –el más evidente por la inmensidad del fenómeno– del
despertar del Espíritu y de los carismas en la Iglesia”, ha asegurado. Al
respecto ha precisado que el Concilio había allanado el camino a su acogida,
hablando en la Lumen
gentium, de la dimensión
carismática de la Iglesia.
De este modo, Cantalamessa ha señalado
que después del Concilio se multiplicaron los tratados sobre el Espíritu Santo. Y en los últimos años –ha observado– estamos
asistiendo a un paso decidido hacia delante en esta dirección. En esta línea,
el padre Raniero ha proseguido la predicación analizando la “teología del
tercer artículo”, que hace referencia al artículo del credo sobre el Espíritu Santo. Tal corriente –ha explicado– no quiere sustituir
a la teología tradicional, sino más bien estar a su lado y vivificarla.
En el credo actual, “se parte de Dios
Padre y creador, de Él se pasa al Hijo y a su obra redentora, y finalmente al
Espíritu Santo operante en la Iglesia”. En la realidad, ha precisado, “la fe
sigue el camino inverso”. Fue la experiencia pentecostal del Espíritu “que
llevó a la Iglesia a descubrir quién era verdaderamente Jesús y cuál había sido
su enseñanza”.
En otras palabras, “en el orden de la
creación y del ser, todo parte del Padre, pasa por el Hijo y llega a nosotros
en el Espíritu; en el orden de la redención y del conocimiento, todo comienza
con el Espíritu Santo, pasa por el Hijo Jesucristo y vuelve al Padre”.
Esto no significa, ha advertido, que el
credo de la Iglesia no sea perfecto o que deba ser reformado. “Es la forma de
leerlo que de vez en cuando es útil cambiar, para rehacer el camino con el que
se ha formado”, ha aconsejado el predicador.
A continuación, ha anticipado que intentará en las tres
meditaciones de Adviento, “proponer reflexiones sobre algunos aspectos de las
acciones del Espíritu Santo, partiendo justamente del tercer artículo del credo
que se refiere a esto”.
De este modo ha planteado tres preguntas.
Primero, ¿qué vida da el
Espíritu Santo? Respuesta: da la vida divina, la vida de Cristo. “Una vida
sobre-natural, no una super-vida natural”, ha precisado. Segundo, ¿dónde nos da
tal vida? Respuesta: en el bautismo, que es presentado de hecho como un
“renacer del Espíritu”, en los sacramentos, en la palabra de Dios, en la
oración, en la fe, en el sufrimiento aceptado en unión con Cristo. Tercero,
¿cómo nos da la vida, el Espíritu? Respuesta: haciendo morir las obras de la
carne.
Prosiguiendo con la reflexión, ha
explicado que lo que distingue al Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Lo que
lo distingue del Padre es que procede de
él y lo que lo distingue del Hijo es que procede del Padre no por generación,
sino por espiración.
El Espíritu Santo –ha explicado– quedará
siempre el Dios escondido, también si logramos conocer los efectos. Él es como
el viento: no se sabe de dónde viene y adonde va, pero se ven los efectos cuando
pasa. Es como la luz que ilumina todo lo que está delante, quedando esa
escondida. Por esto, ha observado el padre Raniero, es la persona menos
conocida y amada de los Tres, a pesar de que sea el Amor en persona. “Nos
resulta más fácil pensar en el Padre y en el Hijo como “personas”, pero es más
difícil para el Espíritu”, ha advertido. Por esta razón, ha asegurado que
“comprenderemos plenamente quién es el Espíritu Santo solamente en el paraíso”.
ROCÍO LANCHO GARCÍA
Fuente:
Zenit