No es esa caridad mal entendida que sólo se propone disimular la injusticia
En estos últimos tiempos, la palabra solidaridad está de moda, muy arraigada en nuestro vocabulario, pero ¿sabemos de dónde proviene? ¿Qué significado tiene?
En el diccionario se define de esta manera: adj. Adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente, en situaciones comprometidas o difíciles. Creo que es una definición muy acotada para el verdadero valor de la palabra.
Podemos decir que el concepto de solidaridad habitualmente lo utilizamos para hablar de una acción generosa o bien intencionada.
Su raíz etimológica alude a un comportamiento in-solidum, es decir que se enlazan los destinos de dos o más personas. Entonces, cuando decimos que una persona es solidaria no nos limitamos solamente a que ofrece ayuda, sino que implica un compromiso con aquel al que se intenta ayudar.
Sin lugar a dudas, la mejor etapa para poder aprender este valor es durante la infancia, en la familia y la escuela. Es muy importante que enseñemos a los niños y las niñas a ponernos en el lugar de los otros, a compartir, trabajar en equipo, sentir empatía con las cosas que les suceden a los demás.
Al hablar de solidaridad, no decimos solamente ayudar a los desfavorecidos, a la gente que vive en contextos de pobreza o animales abandonados, tiene que ver con una condición de vida que permite ser empático con las personas; vivimos en una sociedad donde nos relacionamos todo el tiempo con otros, por eso es fundamental que sepamos coexistir.
En nuestro país, ante situaciones adversas tanto climáticas como producidas por el hombre, solemos mostrar nuestra solidaridad como un rasgo característico de nuestro ser nacional. Y cuando no pasa nada, ¿seguimos siendo solidarios?
Debemos ser conscientes de que la solidaridad es un valor que uno adquiere para su vida todo el tiempo, no solo cuando hay tragedias.
Para eso hay que saber diferenciarla de la “caridad”. Eduardo Galeano, en uno de sus libros, plantea que a diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad mal entendida se practica de arriba hacia abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder… la caridad no perturba la injusticia. Solo se propone disimularla.
Muchas veces, solemos dar aquello que nos sobra, lo que nos queda chico o lo que ya no usamos más; por supuesto que, antes que esté en un rincón del placar o tirarlo, es bueno darle otro uso, pero ser solidario implica un paso más, implica poder compartir lo que uno tiene con otros.
A menos de un mes de terminar el Año Santo de la Misericordia, es necesario continuar sensibilizando y construyendo una cultura solidaria, donde todos nos ayudemos y hagamos de este mundo un mundo mejor y más humano entre los humanos.
Fuente: Aleteia