“Una
de las condiciones necesarias para el progreso social es la ausencia de
corrupción”, insistió
El Papa Francisco hizo el 17 de noviembre
una dura condena contra la corrupción, indicando que es la peor plaga social,
esclaviza al hombre y le convierte en adorador del “dios” dinero y seguidor del
diablo.
En su discurso a miembros de la
Asociación de Empresarios Católicos, a los que recibió en audiencia en el
Palacio Apostólico, el Papa quiso reflexionar sobre tres retos que deben
asumir: “el reto de usar bien el dinero, el reto de la honestidad y el reto de
la fraternidad”.
Sobre el primero, el Papa señaló que “el
dinero debe ‘servir’, en vez de ‘gobernar’. El dinero es solo un instrumento
técnico de intermediación, de comparación de valores y derechos, de cumplimiento
de las obligaciones y de ahorro. Como toda técnica, el dinero no tiene un valor
neutro, sino que adquiere valor según la finalidad y las circunstancias en que
se usa”.
Para el Papa, “cuando se afirma la
neutralidad del dinero, se está cayendo en su poder. Las empresas no deben
existir para ganar dinero, aunque el dinero sirva para medir su funcionamiento. Las
empresas existen para servir”.
En este sentido, el Santo Padre hizo
hincapié en la urgencia de “recuperar el sentido social de la actividad financiera
y bancaria, con la mejor inteligencia e inventiva de los empresarios”. Esto
“supone asumir el riesgo de complicarse la vida, teniendo que renunciar a ciertas
ganancias económicas”.
“El crédito debe ser accesible para la
vivienda de las familias –explicó Francisco–, para las pequeñas y medianas
empresas, para los campesinos, para las actividades educativas, especialmente a
nivel primario, para la sanidad general, para el mejoramiento y la integración
de los núcleos urbanos más pobres”.
Por el contrario, “una lógica
crematística del mercado hace que el crédito sea más accesible y más barato
para quien posee más recursos; y más caro y difícil para quien tiene menos,
hasta el punto de dejar las franjas más pobres de la población en manos de
usureros sin escrúpulos”.
“De igual modo –continuó–, a nivel
internacional, el financiamiento de los países más pobres se convierte
fácilmente en una actividad usurera. Este es uno de los grandes desafíos para
el sector empresarial y para los economistas en general, que está llamado a
conseguir un flujo estable y suficiente de crédito que no excluya a ninguno y
que pueda ser amortizable en condiciones justas y accesibles”.
El Papa añadió que la intervención del
Estado también es necesaria “para proteger ciertos bienes colectivos y asegurar
la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales”.
La corrupción es la peor plaga social
En cuanto al reto de la honestidad, el
Papa condenó la corrupción. “La corrupción es la peor plaga social. Es la
mentira de buscar el provecho personal o del propio grupo bajo las apariencias
de un servicio a la sociedad. Es la destrucción del tejido social bajo las
apariencias del cumplimiento de la ley. Es la ley de la selva disfrazada de
aparente racionalidad social. Es el engaño y la explotación de los más
débiles o menos informados. Es el más craso egoísmo, oculto
detrás de una aparente generosidad”.
Francisco indicó que “la corrupción está
generada por la adoración del dinero y vuelve al corrupto prisionero de esa
misma adoración. La corrupción es un fraude a la democracia, y abre las puertas
a otros males terribles como la droga, la prostitución y la trata de personas,
la esclavitud, el comercio de órganos, el tráfico de armas, etc. La
corrupción es hacerse seguidor del diablo, padre de la
mentira”.
“Una de las condiciones necesarias para
el progreso social es la ausencia de corrupción”, insistió. “Puede suceder que
los empresarios se vean tentados a ceder a los intentos de chantaje o de
extorsión, justificándose con el pensamiento de salvar la empresa y su
comunidad de trabajadores, o pensando que así harán crecer la empresa y que un
día podrán librarse de esa plaga”.
Además, “puede ocurrir que caigan en la
tentación de pensar que se trata de algo que todos hacen, y que pequeños actos
de corrupción destinados a obtener pequeñas ventajas no tienen mayor
importancia. Cualquier intento de corrupción, activa o pasiva, es comenzar a
adorar al dios dinero”.
Responsabilidad con los refugiados y
migrantes
El Pontífice subrayó la responsabilidad
que tienen los empresarios en la ayuda a los que se ven obligados a abandonar
sus casas, sus países, sus familias para buscar una vida mejor en otro lugar o
huir de las guerras y el hambre.
El Papa pidió ayuda a los empresarios
para “por una parte, que traten de convencer a los gobiernos para que renuncien
a cualquier tipo de actividad bélica”. También les pidió que “colaboren en crear fuentes de trabajo
digno, estables y abundantes, tanto en los lugares de origen de
los migrantes y refugiados como en los de llegada y, en estos, tanto para la
población local como para los inmigrantes. Hay que hacer que la inmigración
siga siendo un factor importante de desarrollo”.
Por último, el Papa destacó que “la
actividad empresarial tiene que incluir siempre el elemento de gratuidad. Las
relaciones de justicia entre dirigentes y trabajadores deben ser respetadas y
exigidas por todas las partes; pero, al mismo tiempo, la empresa es una
comunidad de trabajo en la que todos merecen un respeto y un aprecio fraternal
por parte de los superiores, colegas y subordinados”.
Francisco recordó la obligación que
tienen los empresarios de asegurar que sus compañías sean respetuosas con la
comunidad en medio de la cual desarrollan sus actividades.
“El respeto del otro como hermano debe
extenderse también a la comunidad local en la que se ubica físicamente la
empresa y, en cierto modo, todas las relaciones jurídicas y económicas de la
empresa deben estar moderadas, envueltas en un ambiente de respeto y
fraternidad”, dijo.
Fuente:
ACI Prensa