No son
sólo historias de Hollywood: El demonio existe y su acción es constante
Es muy frecuente hoy en día que al encender la televisión o al mirar la
cartelera de cine, nos
encontremos con que gran cantidad de las historias que se cuentan tienen como protagonista al demonio.
Las opiniones al respecto son diversas:
hay quienes creen que todo aquello no es más que fruto del pensamientos del
siglo pasado que la industria de Hollywood aprovecha para llenar sus salas;
también están aquellos que tienen una postura de indiferencia, por lo que si el
demonio existe o no es algo que no les quita el sueño; también hay quienes se
obsesionan con el diablo y lo ven hasta en la sopa; y finalmente, están
aquellos que sí creen en su existencia.
Dentro de todos estos grupos de personas, nosotros nos encontramos en el último, es decir, creemos que el demonio existe y su accionar en este mundo es constante.
“Revestíos con toda la armadura de Dios
para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra
lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales
de maldad en las regiones celestiales” (Ef 6, 11-12).
Creer en Dios pero no
creer en el diablo es
no creerle a Dios, ya que Él mismo nos advierte de su existencia en reiteradas
oportunidades, en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, su accionar no siempre
es tan evidente, ya que el diablo puede disfrazarse de ángel de luz,
presentándonos algo malo como si fuera bueno. Por algo se le llama “el padre de
la mentira”. Pero cuando
ocurren posesiones, los exorcistas a través de un rito
determinado, contando con las debidas licencias para ejercerlo y actuando bajo
la autoridad de Jesucristo, expulsan a los espíritus impuros de una
persona.
Cuando me puse a investigar acerca de
este tema, no pensé que podía llegar a ser tan complejo y extenso. Por ello, no
intento que este post sea un tratado de demonología, que de hecho existen
varios y muy buenos, sino que pretendo que los
siguientes puntos puedan brindar un poco de luz en cuanto a lo que de
exorcismos y exorcistas se refiere.
1. Los exorcistas no son super héroes, ni tienen super
poderes
El exorcista no tiene ningún poder sobre
el demonio, el poder lo tiene Dios. Mediante el rito que realiza el
sacerdote, con el poder de Cristo, se expulsa al demonio. Los sacerdotes no
hacen más que seguir el mandato dado por Jesús a sus discípulos: «Entonces
llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos,
para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt
10, 1).
2. No todos los sacerdotes están autorizados a realizar
exorcismos
En los exorcismos
simples o menores, también llamados oraciones de liberación, se
invoca al Espíritu Santo, pidiendo la liberación de las personas de la
influencia de Satanás, como se hace en el bautismo, por ejemplo, donde el rito
contempla una oración de exorcismo. Este tipo de exorcismos puede realizarlo cualquier sacerdote.Sin
embargo, en el caso de los exorcismos
solemnes o mayores, el Código de Derecho Canónico establece que
éstos solo pueden «ser realizados por un
obispo o sacerdote “piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”, que
cuente con una licencia particular y expresa de un obispo», quien puede
otorgar al sacerdote un permiso para cada caso, o hacerlo, formalmente, con la
venia de la Santa Sede. Aquellos que reciban este ministerio, además, deben
tomar cursos de formación que se imparten en instituciones de la Santa Sede.
Los laicos no pueden realizar exorcismos,
pero pueden acompañar a los sacerdotes durante los mismos, si éstos lo
consideran oportuno, y también pueden prepararse para el ministerio de la
liberación, bajo la dirección de un sacerdote.
3. El exorcismo es un sacramental, no un sacramento
Según el Catecismo de la Iglesia Católica los sacramentales son los «signos
sagrados instituidos por la Iglesia, cuyo fin es preparar a los hombres para
recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de
la vida» (número
1677), dentro de los cuales se encuentran los exorcismos, junto con las
bendiciones y las consagraciones como los más importantes.
4. No todos los casos que parecen posesiones lo son
Los exorcistas, mediante un examen
cuidadoso y de extrema prudencia, deben distinguir entre la verdadera posesión
diabólica y los males psiquiátricos, cuyo cuidado pertenece a la ciencia
médica, aunque pueden darse ambos a la vez. Por tanto, según el Catecismo
(número 1673): «es importante, asegurarse, antes de
celebrar el exorcismo, de que se trata de la presencia del Maligno y no de una
enfermedad»
5. Los exorcismos reales tienen poco o nada que ver con los
que nos muestran las películas de Hollywood
Diversos exorcistas popularmente
reconocidos aseguran que la mayoría de las personas creen que en un rito de
exorcismo el demonio saldrá volando por una ventana o que todo poseso actúa
como puede verse en la película “El exorcista.” El demonio, al ser un ser
superior, tiene la capacidad de hacer todo aquello que podamos imaginar, pero,
generalmente, los
posesos no actúan como estamos acostumbrados a ver en el cine. Incluso
existen casos que pueden durar años, hasta que una persona quede totalmente
librada del demonio.
6. Aunque la persona se encuentre poseída, puede estar en
gracia de Dios
La
razón y la voluntad de las personas posesas actúan independientemente de lo que
ocurre con ellas en los procesos de exorcismos. Dependiendo del caso, habrá ocasiones en
las que éstas puedan acercarse a los sacramentos o no, pero en un exorcismo lo
que se intenta hacer es expulsar a Satanás del cuerpo de la persona, y no de su
alma que puede permanecer en gracia.
7. Dios siempre tiene la última palabra
La
acción del Maligno en este mundo, por más espanto que pueda causarnos, nunca
será mayor que la acción de Dios en nuestras vidas. Si así no fuera, el demonio no se
escandalizaría con tan solo escuchar pronunciar el nombre de Jesús. Con su
sacrificio en la Cruz, Él ha vencido para siempre al pecado y a la muerte.
Creámosle, entonces, cuando nos dice: «En el mundo tendrán tribulaciones, pero
¡ánimo!, yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).
Ailín Fessler
Artículo
originalmente publicado por Catholic
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Fuente: Aleteia