“La oración del Rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida; por el contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo”
El Papa Francisco presidió la Vigilia de Oración en la Plaza de San Pedro con motivo del Jubileo Mariano que se ha vivido estos días en Roma y meditó sobre la importancia de rezar el Rosario, que ayuda a descubrir cómo Dios actúa en la vida de las personas según dijo en la meditación que realizó.
“Cada vez que contemplamos un momento, un misterio de la vida de Cristo, estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida, para luego acogerlo y seguirlo. Descubrimos así el camino que nos lleva a seguir a Cristo en el servicio a los hermanos”
En su presencia, todos los fieles rezaron el Rosario, y a continuación el Papa realizó una meditación. “Por muchos aspectos, la oración del Rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia”, señaló.
“Los misterios que contemplamos son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, volvemos a ver su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida”.
Francisco señaló que “la oración del Rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida; por el contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo”
El Papa pidió anunciar a todos la Palabra de Dios puesto que “estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia”. “Es la alegría del compartir que no se detiene ante nada, porque conlleva un anuncio de liberación y de salvación”, dijo también.
A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo. En su fe, vemos cómo abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios; en su abnegación, descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás; en sus lágrimas, encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren. En cada uno de estos momentos, María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas.
Fuente: ACI