Miedo
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
Como el día 8 era una gran fiesta, tuvimos comida en
la huerta, bajo el enorme nogal donde tenemos un merendero preparado para estas
ocasiones.
Se estaba genial, era un día perfecto para comer en la
huerta: no hacía mucho calor y corría una suave brisa fresca.
Mientras estábamos comiendo vi aparecer una avispa.
-Ésa es la exploradora -decía alguna monja- Si la
dejamos posarse, avisará a las demás...
No es que me den miedo estos bichitos, es que me dan
pánico. El caso es que la avispa, vuela que te vuela, mesa arriba mesa abajo
todo lo larga que es. Cada vez que pasaba cerca de mi plato... era como
instintivo, mi silla pegaba un brinco hacia atrás como para salir corriendo.
Las monjas más valientes decían:
-No te preocupes, tú confía y, cuando se acerque a ti, no te muevas y muérdete la punta de la lengua, que ya verás que se va.
-No te preocupes, tú confía y, cuando se acerque a ti, no te muevas y muérdete la punta de la lengua, que ya verás que se va.
Yo me reía. "Sí, claro... si tengo que esperar
quieta a que ella se vaya, me da algo", pensaba.
Total, que una avispa me estaba impidiendo comer a
gusto, sólo quería terminar para quitar el plato de delante de mí y estar
tranquila.
Me daba cuenta de que no era la avispa la que me
estaba impidiendo comer tranquila, sino mi miedo a que me pudiera picar, pues
veía cómo casi todas las monjas comían tan a gusto, como si no hubiera nada
sobrevolando la mesa.
Qué necesidad tenemos de entregar nuestros miedos al
Señor. Muchas de nuestras reacciones se rigen por ellos, que, consciente o
inconscientemente, nos hacen dudar ante una situación de riesgo, o nos hacen
temblar cuando adelantamos acontecimientos que puede ser que ocurran o puede
que no, como el que te pique una avispa, o como es que creas que puedes tener
tal enfermedad, o qué va a ser de aquella situación que te preocupa...
Jesús continuamente habla a sus discípulos de no tener
miedo, y siempre va vinculado a Su presencia. «No temáis, soy Yo» dice cuando
se aparece caminando sobre el agua; «No tengáis miedo, Yo he vencido al mundo»
o «¿Por qué tenéis miedo? Mirad mis manos y mis pies, soy Yo en persona» cuando
se aparece a sus discípulos después de la Resurrección; y «Yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
Hoy el reto del Amor es coger un crucifijo en la mano
cuando te surja un miedo y pedirle al Señor que te quite el miedo. Sólo Cristo
puede vencer nuestros miedos, haciéndonos experimentar su presencia junto a
nosotros en un desvelo continuo por cuidar cada uno de nuestros pasos. Ya no
tienes que aguantar tú solo tus propios miedos, vívelos con Él y deja que Él se
ocupe.
VIVE DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma