Desde muy niño sus padres lo llevaban a los campos, donde aprendió a ser pastor y, cuando era mayorcito se iba a cuidar los rebaños
INTRODUCCIÓN
En el siglo pasado, Ars,
una pequeña villa francesa fue por muchos años el hogar de la vida religiosa de
todo el país.
Entre el año de 1818 y el 1859, su nombre estuvo en los labios de miles de personas, y tan grande era la afluencia de peregrinos, que la compañía de trenes que servía el distrito, tuvo que abrir una oficina especial en la ciudad de Lyons, para poder lidiar con el tráfico entre esta gran ciudad y el pequeño pueblo de Ars.
Entre el año de 1818 y el 1859, su nombre estuvo en los labios de miles de personas, y tan grande era la afluencia de peregrinos, que la compañía de trenes que servía el distrito, tuvo que abrir una oficina especial en la ciudad de Lyons, para poder lidiar con el tráfico entre esta gran ciudad y el pequeño pueblo de Ars.
Nació cerca de Lyon el
año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse
sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, en la diócesis de Belley, y el
santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la
caridad, la gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual.
Estaba dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual hacía
que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos
consejos. Murió el año 1859.
INFANCIA
San Juan Bautista
Vianney nació el 8 de Mayo de 1786 y fue Bautizado el mismo día. Era el cuarto
de ocho hermanos. Como muchos otros santos, nuestro santo disfrutó de la
preciosa ventaja de haber nacido de padres verdaderamente cristianos.
Su padre era el dueño de
una finca y su madre era nativa del pueblo de Ecully, el cual como Dardilly, el
lugar donde nació el santo, estaban cerca de la ciudad de Lyons.
Sería un error
contemplar a la familia Vianney como ignorantes . Sin duda alguna ambos padres
y los niños pasaban días arduos en los campos y viñedos, pero la conciencia de
que por varios siglos esta tierra había pertenecido a los Vianneys , inspiraba
a la familia con un legítimo orgullo y disfrutaban de la estima de todos
aquellos que les conocían.
La amabilidad hacia los
pobres y necesitados era una virtud familiar; ningún mendigo fue nunca arrojado
de sus puertas. Así fue como un día fueron privilegiados de dar hospitalidad a
San Benito Labre, cuando el patrono de los mendigos pasó por el pueblo de Dardilly
en uno de sus peregrinajes a Roma.
Desde muy niño sus
padres lo llevaban a los campos, donde aprendió a ser pastor y, cuando era
mayorcito se iba a cuidar los rebaños. El campo era su lugar preferido, las
flores, los árboles, toda la naturaleza le hablaba de Dios, en quien encontraba
el descanso de su corazón.
Con frecuencia se iba
bajo la sombra de un árbol grande y allí, hacía como un pequeño altar donde
ponía la imagen de la Virgen Santísima, que siempre llevaba y llevaría toda su
vida junto a él; y a los pies de la Madre, descargaba su corazón con la
confianza de un niño pequeño.
En otras ocasiones
llamaría a sus otros compañeros pastores y les compartiría las cosas del Señor
que aprendía de su mamá, siendo éstas sus primeras clases de catecismo que
luego, diariamente compartiría con los habitantes de Ars, siendo este uno de
sus mas grandes ministerios como sacerdote. Tenía la costumbre de hacer la
señal de la cruz, cada vez que sonaba el reloj.
Francia en esta época de
1790, estaba pasando una gran crisis -La Revolución Francesa- que con el
pretexto de implantar "Libertad, igualdad y fraternidad" desató una
masiva persecución que llevó a la guillotina a muchos hombres y mujeres,
incluyendo a muchos sacerdotes y religiosas.
Los sacerdotes tenían
que disfrazarse, cambiando constantemente de domicilio, para poder ministrar al
pueblo de Dios, que permanecía fiel. Entre estos sacerdotes se encuentran dos
que serán muy importantes en la vocación de San Juan: el Padre Balley y el
Padre Groboz, quienes trabajaban ambos en Ecculy. Uno hacía de panadero y el
otro de cocinero.
Es en este tiempo en el
que Juan Bautista hace su Primera Comunión en Ecculy, en la casa de su mamá.
Buscando no llamar la atención de las autoridades, trajeron carros de heno y los
pusieron frente a las ventanas y comenzaron a descargarlos durante la ceremonia
para evitar conflicto. Juan Bautista tenía 13 años, y aún siendo tan mayorsito
lágrimas corrieron por sus mejillas al recibir al Señor, y durante toda su vida
hablará siempre de este día y atesoraría el rosario que su madre le regaló en
esta ocasión.
ESTUDIANTE
Al subir al poder
Napoleón Bonaparte, gradualmente, la Iglesia obtuvo cierta libertad.
Por corto tiempo Juan
Bautista asistió a una escuela de su pueblo, pero ahora que estaba creciendo,
cada vez más los campos exigían de su trabajo. Fue en estas largas horas de
faena en las que su convicción de ser sacerdote creció en su mente. Se decía:
"Si soy sacerdote podría ganar muchas almas para Dios", y este pensamiento
lo compartía con su madre, en quien encontraba apoyo, pero su padre le dio gran
lucha. Tuvieron que pasar dos años para que el padre aceptase las aspiraciones
de su hijo de ser sacerdote.
El Arzobispo de Lyons,
quien era tío de Napoleón, sabía que su primer deber era buscar candidatos para
el sacerdocio y así cada parroquia fue instruida para que se iniciase una
campaña para promover las vocaciones al sacerdocio. El Padre Balley, párroco de
Ecculy, abrió en la rectoría una pequeña escuela para formar aquellos jóvenes
que sintiesen la vocación. Era la oportunidad para Juan Bautista; podía ir a la
escuela del Padre Balley y quedarse en la casa de su tía. Hasta su padre vio
las ventajas de esta oportunidad y le dio el permiso para irse. Juan Bautista
tenía 20 años.
Muchos dicen que era
torpe, para no decir estúpido. Sin embargo no puede haber algo más lejos de la
realidad. Su juicio nunca estuvo errado, pero su memoria era pobre. El mismo
decía: "Que no podía guardar nada en su mala cabeza".
Al ver que le era tan
difícil retener especialmente la gramática del Latín, en un momento de
desesperación casi se regresa a su casa, pero felizmente el Padre Balley captó
el peligro en el que se hallaba su estudiante, y le pidió hiciese un
peregrinaje al Santuario de San Francisco Regis, en Louvesc. El peregrinaje
logró un cambio en él , lo que hizo que su progreso fuese por lo menos lo
suficiente para salvarlo del sentimiento de desaliento que casi logra apartarlo
de sus estudios.
DESERTOR INVOLUNTARIO
El apetito de poder de
Napoleón era insaciable. Se había lanzado a la conquista de Europa, lo que
provocó que muchos muriesen en su ejército. La falta de soldados lo llevó a
reclutar más aun y en el 1806 la clase de Juan Bautista fue llamada a
enlistarse. Pasaron dos años, pero en el otoño de 1809, Juan Bautista, a pesar
de estar exento por ser seminarista, fue llamado para el ejército. Parece que
el nombre de nuestro santo no estaba escrito en las listas oficiales de los
estudiantes de la Iglesia que las diócesis proveían a las autoridades. El joven
Vianney fue mandado a los regimientos de España. Sus padres trataron de
encontrar un substituto y por la suma de 3,000 francos un joven se voluntarizó
para ir en su lugar pero se arrepintió al último minuto.
El 26 de Octubre Juan
Bautista entró en las barracas de Lyons solo para enfermarse. De aquí lo
enviaron al hospital de Roanne donde la enfermera encargada lo ayudó a volver a
tener el aspecto de buena salud. Enero 6, 1810, Juan Bautista dejó el hospital,
para encontrarse con la noticia de que su compañía se había marchado hacía
mucho tiempo. Solo quedaba el tratar de alcanzarles.
El invierno era recio y
una fiebre altísima lo atacó lo que provocó que muy pronto no pudiese seguir
avanzando. Entrando, en un cobertizo que le dio cobijo, se sentó sobre su bolsa
y comenzó a rezar el Rosario. Dijo tiempo después que "Quizás nunca lo
recé con tanta confianza". De pronto un extraño se le presentó frente a él
y le preguntó: "¿qué estás haciendo aquí?". Juan Bautista le contó lo
que le había pasado y desde ese momento el extraño cargó su pesada bolsa y le
dijo que le siguiese. Llegaron a la casa de un labrador y allí estuvo por
varios días hasta que se le pasó la fiebre. Mientras estaba en cama por primera
vez pasó por su mente la realidad de que sin haber sido culpa suya, el era
ahora un desertor.
Conocía al Mayor Paul
Fayot, quién se dedicaba a esconder desertores y acudió a el, pero no tenía
lugar y le recomendó quedarse en la casa de su prima Caludine Fayot, una viuda
con cuatro niños. Desde ese momento Vianney adoptó el nombre de Jerome Vincent.
Bajo ese nombre llegó hasta abrir una escuela para los niños de la villa.
En el 1810 un decreto
imperial concedió amnistía a todos los desertores de los años 1806 a 1810. Juan
Bautista estaba cubierto por este decreto así que era libre de regresar a casa
y terminar sus estudios. La Divina Providencia y la asistencia de la Virgen lo
habían salvado.
Su madre murió poco
después de esta feliz reunión. Ahora tenía 24 años y el tiempo apremiaba. El 28
de Mayo de 1811 recibió la tonsura. El Padre Balley, viendo esencial que fuese
a tomar estudios regulares lo mandó al Seminario Menor de Verrieres. Aquí el
joven Vianney sufrió y tuvo gran faena, pero nunca brilló como un filósofo.
DIFICULTAD CON LOS ESTUDIOS
En Octubre 1813, entró
en el Seminario Mayor de Lyons. Su inadecuado conocimiento del latín le hizo
imposible captar lo que los profesores decían o responder a las preguntas que
le eran hechas. Al final de su primer término le pidieron que se marchara, y su
dolor y desaliento eran inmensos. Por algún tiempo pensó en irse a una de
tantas congregaciones de hermanos religiosos; sin embargo una vez más el Padre
Balley vino en su rescate y sus estudios le fueron dados en privado en Ecculy.
Pero no pasó el examen previo a la ordenación. Un examen privado en la rectoría
de Ecculy probó ser más satisfactorio y fue tomado como suficiente, siendo
juzgadas justamente sus cualidades morales que sobrepasaban cualquier falta
académica.
En Agosto 13, 1815, Juan
Bautista Vianney fue elevado al sacerdocio, a esa inefable dignidad de la que
tan frecuentemente hablaba diciendo: "El Sacerdote solo será entendido en
el cielo"; tenía 29 años de edad.
Su primera Misa la dijo
en la capilla de Seminario en Grenoble.
En su regreso a Ecculy
la copa de felicidad rebosó cuando se enteró que sería ayudante de su santo
amigo y maestro, el Padre Balley. Pero las autoridades diocesanas determinaron
que por un tiempo, el que luego pasaría gran parte de su vida en un
confesionario, no debía tener las facultades para confesar. Mas tarde, el Padre
Balley habló con las autoridades eclesiásticas y el fue su primer penitente.
Su hermana Margarita
decía: "él no predicaba muy bien todavía, pero la gente acudía en masa cuando
le tocaba a él predicar".
En Diciembre 17, 1817,
murió en sus brazos su querido amigo el Padre Balley, a quien lloró como si
hubiese sido su padre. El, que era tan desprendido de las cosas materiales,
hasta el fin de su vida tendría un pequeño espejo de mano que perteneció a su
maestro y padre, porque él decía que "Había reflejado su rostro".
Poco tiempo de la muerte del Padre Balley, M. Vianney fue asignado al pueblo de
Ars, un pequeño y aislado pueblo donde se pensó que sus limitaciones
intelectuales no podrían hacer mucho daño..
PÁRROCO DE ARS: 1818-1859
El pueblecito de Ars se
encuentra en una planicie ondulada, que tiene en su centro una pequeña colina
donde se encuentra la Iglesia, sirviéndole como de plataforma. En el 1815
consistía de unas 40 casas. Su iglesia estaba extremadamente dañada y de igual
condición estaba la rectoría, que se encontraba a un lado del valle.
En los círculos
clericales, Ars era mirado como un tipo de Siberia. El distrito era torpe, la
desolación espiritual era aún mayor que la material. En los primeros días de
Febrero de 1818, que el Abbe Vianney recibió la notificación oficial de su
traslado a Ars. El Vicario General le dijo: "No hay mucho amor en esa
parroquia, tu le infundirás un poco". El 9 de febrero, M. Vianney se
dirigió hacia el lugar que sería por los siguientes 41 años el lugar de su
sorprendente y sin precedente actividad. Caminó 38 Km. desde Ecculy hasta Ars.
Le seguían en un carretón una cama de madera, un poco de ropa y los libros que
le dejó el Padre Balley. Cuando pudo divisar la pequeña villa, hizo un
comentario de su pequeñez y al mismo tiempo hizo una profecía: "La
parroquia no será capaz de contener a las multitudes que vendrán hacia
aquí".
Los habitantes del
pueblo en su mayoría buscaban los placeres del mundo y no tenían mucha fe,
aunque quedaba un pequeño núcleo de personas que permanecían fervorosas, entre
las cuales estaba la señora de la casa más grande de Ars, Mlle. des Garets,
quien dividía su tiempo entre la oración y las obras de caridad.
Al llegar, su primera
preocupación era la de establecer contacto con su rebaño. Visitó cada casa de
la parroquia. En estos primeros días todavía encontraba tiempo para caminar por
las praderas, con su breviario (libro de oración) en las manos, y su sombrero
de tres esquinas debajo de su brazo, ya que rara vez se lo ponía. Para ganar la
amistad de los habitantes les hablaba del estado de las cosechas, del tiempo, de
sus familias etc.
Sobre todo el oraba y
añadía a la oración las más austeras penitencias. Hizo sus propios instrumentos
de penitencia. Su cama era el piso ya que la cama que trajo de Ecculy la
regaló.
Pasaría sin comer varios
días. Hasta el 1827 no había nadie que hiciese las labores domésticas en la
rectoría. Su plato principal eran papas y en ocasiones hervía un huevo. Hubo
una ocasión en la que trató de vivir de hierba, pero luego confesó que tal
dieta era imposible.
El decía: "El
demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de pelo; lo que
realmente teme es a la reducción de comida, bebida y sueño".
El Santo Cura gozaba de
la belleza de las praderas y los árboles, pero amaba mucho más la belleza de la
Casa de Dios y las solemnidades de la Iglesia. Empezó por comprar un altar
nuevo, con sus propios ahorros, y el mismo pintó el trabajo de madera con el
que las paredes estaban adornadas.
Se hizo el propósito de
restaurar y dar mayor esplendor a lo que el llamaba: "Los muebles de la
Casa de Dios". Para el Señor compró lo mejor en encajes , telas, tejidos
para hacer las vestimentas sacerdotales, que aun se pueden admirar en Ars.
TRABAJO PASTORAL
La secuela más
desastrosa de la revolución era la ignorancia religiosa de las personas. El
santo cura resolvió hacer todo lo posible para remediar el estado deplorable de
los corazones.
Sin embargo sus sermones
e instrucciones le costaban un dolor enorme: su memoria no le permitía retener,
así que pasaba noches enteras en la pequeña sacristía, en la composición y
memorización de sus sermones de Domingo; en muchas ocasiones trabajaba 7 horas
corridas en sus sermones.
Un parroquiano le
preguntó una vez, porqué cuando predicaba hablaba tan alto y cuando oraba tan
bajo, y él le dijo: "Ah, cuando predico le hablo a personas que están
aparentemente sordas o dormidas, pero en oración le hablo a Dios que no es
sordo" .
Los niños le daban aún
más lástima que los adultos y comenzó a agruparlos en la rectoría y luego en la
iglesia, tan temprano como las 6 de la mañana, porque en el campo el trabajo se
inicia al amanecer. Era bien disciplinado y les demandaba que se supiesen el catecismo
palabra por palabra.
En esos días la
profanación del Domingo era común y los hombres pasaban la mañana trabajando en
el campo y las tardes y noches en los bailes o en las tabernas. San Juan luchó
en contra de estos males con gran vehemencia.
"La taberna,
declaró el santo en uno de sus sermones, es la tienda del demonio, el mercado
donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar, donde comienzan
las peleas y los asesinatos se cometen. En cuanto a los dueños de las tabernas,
el demonio no les molesta tanto, sino que los desprecia y les escupe".
Tan grande fue la
influencia del Cura de Ars, que llegó una época donde toda taberna de Ars tuvo
que cerrar sus puertas por la falta de personas. En tiempos subsecuentes,
modestos hoteles se abrieron para acomodar a los extraños, y a estos el Santo
Cura no se opuso.
Con mucho más ahínco se
propuso eliminar la costumbre de los bailes como distracción, porque bien sabía
que eran fuente de caer en pecado grave. Para esto, revivió la costumbre de rezar
las Vísperas del Domingo. Era tan estricto en contra de esto que hasta llegaba
a negar la absolución a las personas que no desistían de tal costumbre.
Por esta razón se ganó
muchos enemigos, que decían grandes calumnias en su contra sin embargo él las
tomaba ligeramente y no ponía su corazón en esto.
TRIUNFO
Pasaron dos años cuando
llegó la noticia de que M. Vianney sería el Cura de Salles, en Beaujolais. Todo
el pueblo de Ars estaba consternado con la noticia. Una señora de Ars, en una
carta, habló de estrangular al Vicario General.
Para asegurar su futuro,
el pueblo pidió que su villa fuese erigida en parroquia regular y que su
párroco fuese el Cura de Ars. El Padre Vianney fue puesto como párroco, ya que
hasta ese momento solo había sido capellán (los capellanes son más faciles de
trasladar que los párrocos).
Ese mismo año el Santo
Cura de Ars inició los trabajos en la Iglesia. Se construyó una torre, y varias
capillas laterales, entre ellas una dedicada a la Santísima Virgen, donde por
40 años todos los sábados diría Misa el santo cura. La Iglesia fue además
enriquecida con muchas estatuas y cuadros.
Quería tener buenas
escuelas en el pueblo y para comenzar abrió una escuela gratis para niñas a la
que llamó "Providencia". Desde 1827 recibió como internas solo a
niñas destituidas. Para ellas tenía que encontrar comida y más de una vez
intervino el Señor milagrosamente, multiplicando el grano o la harina. Durante
20 años iba todos los días a cenar a esta casa.
Después de 2 años y
medio, el Domingo se respetaba como el día del Señor. Todo el pueblo iba a
Vísperas. El Cura de Ars amaba las ceremonias de la Iglesia. Personalmente
entrenaba a sus servidores del altar. Su fiesta favorita era Corpus Christi. En
este día dejaba un poco el confesionario e iba por el pueblo admirando las
decoraciones; él mismo llevaba el Santísimo.
El último día de esta
fiesta que celebró fue 40 días antes de su muerte y sin el saberlo el mayor del
pueblo contrató una banda de música. Al primer sonido de la música se estremeció
nuestro santo de alegría, y cuando todo hubo terminado no encontraba palabras
suficientes para agradecer este regalo para el Señor.
Su tierno amor por la
Virgen Santísima lo movió a consagrar su Parroquia a la Reina del Cielo. Sobre
la entrada de la pequeña Iglesia puso una estatua de la Virgen que aún se
encuentra en el mismo lugar.
Cuando el Papa Pío IX
definió el Dogma de la Inmaculada Concepción, nuestro santo pidió a los
habitantes del pueblo que iluminasen sus casas de noche, y las campanas de la
iglesia resonaron por horas de horas. Al ver esta luminosidad desde los pueblos
cercanos, pensaron que el pueblo estaba en llamas, y acudieron a apagar el
supuesto fuego. Hasta el día de hoy existe un sombrero de plata cerca de la
estatua de la Virgen donde están escritos los nombres de todos los parroquianos
de Ars.
ATACADO POR LAS FUERZAS DEL INFIERNO
Era de esperarse que un
triunfo tan grande de la religión así como la santidad del instrumento que Dios
usó con este fin, trajese la furia del infierno. Por un periodo de 35 años el
santo Cura de Ars fue asaltado y molestado, de una manera física y tangible,
por el demonio.
La ocupación ordinaria
del demonio, permitida por Dios hacia nosotros, es la tentación. El demonio
también puede asechar las almas de diversas maneras.
a) Asedio: acción extraordinaria del demonio, cuando busca
aterrorizar por medio de apariciones horribles o por medio de ruidos.
b) La Obsesión: va más allá. Puede ser externa cuando el
demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo o interna cuando influencia
la imaginación o la memoria.
c) Posesión: cuando el demonio toma control de todo el organismo.
El Cura de Ars sufrió de
la primera, asedio. Los ataques del demonio comenzaron en el invierno de 1824.
Ruidos horribles y gritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del
presbíterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín de enfrente. Al
principio el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a robar, y a
la siguiente noche le pidió a un señor que se quedase con él. Después de
medianoche se comenzó a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de
enfrente, parecía como si varios carros pesados estaban siendo llevados por los
cuartos. El señor André buscó su pistola, miró por la ventana, pero no vio
nada, solo la luz de la luna. Decía: "por 15 minutos la casa retembló y
mis piernas también", nunca más quiso quedarse en la casa.
Esto ocurría casi todas
las noches. Aún ocurría cuando el santo cura no estaba en el pueblo. Una mañana
el demonio incendió su cama. El santo se disponía a revestirse para la Santa
Misa cuando se oyó el grito de "fuego, fuego". El solo le dio las
llaves del cuarto a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que el demonio
quería parar la Santa Misa y no se lo permitió.
Lo único que dijo fue
"El villano, al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su
jaula". Hasta el día de hoy los peregrinos pueden ver, sobre la cabecera
de la cama, un cuadro con su cristal con las marcas de las llamas de fuego.
El demonio por espacio
de horas haría ruidos como de cristal, o silbidos o ruidos de caballo y hasta
gritaba debajo de la ventana del santo: "Vianney, Vianney, come
papas".
El propósito de todo
esto era el de no dejar dormir al Santo Cura para que se cansara y no pudiese
estar horas en el confesionario, donde le arrancaba muchas almas de sus garras.
Pero para el 1845 estos ataques cesaron casi por completo. La constancia de nuestro
santo ante estas pruebas fue recompensada por el Señor con un poder
extraordinario que le concedió de expulsar demonios de las personas poseídas.
El santo sacerdote se
puede decir que pasó su vida en una continua batalla con el pecado a través de
su trabajo en el confesionario. El gran milagro de Ars era el confesionario.
Miles de personas
acudían al pueblo de Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para
confesarse con él.
PEREGRINACIONES A ARS
La afluencia de
peregrinos se inició en el año 1827. A partir del 1828 el Santo Cura no podía
irse ni siquiera por un día.
Sin embargo, no fue
exento de críticas y su práctica y amor por los pobres se le atribuyó a
avaricia. Algunos críticos decían que podían ver en él rasgos de hipocresía o
un deseo secreto de sobresalir. Su mansedumbre y humildad terminaron por vencer
sobre sus críticos.
En una ocasión cuando su
competencia profesional fue puesta en duda por algunos de sus hermanos
sacerdotes, el obispo de la diócesis mandó a su Vicario General para que
averiguase y diese un reporte sobre el asunto. El reporte recibido por el
obispo fue más que favorable. Aquello sirvió para que quedase constancia de su
vida. Se puede decir que el confesionario era su morada habitual, pasaba de 11 a
12 horas en el confesionario.
El cúlmen de los
peregrinajes se alcanzó en 1845, llegaban de 300 a 400 visitantes todos los
días. En el último año de la vida del Santo Cura el número de peregrinos
alcanzó el asombroso número de 100 a 120 mil personas.
Ningún ministerio
sacerdotal es tan agotador para la carne y el espíritu como el estar sentado en
el confesionario.
Solo Dios sabe los
milagros de gracia ocurridos en ese confesionario, que hasta hoy se mantiene en
pie, en el mismo lugar dónde el lo puso, en la capilla de Santa Catalina, o en
la sacristía donde usualmente escuchaba las confesiones. En su manera de lidiar
con las almas era infinitamente gentil y al mismo tiempo decía la verdad que el
alma necesitaba escuchar para su bien. Sus exhortaciones eran breves y
dirigidas al punto necesario.
El cura de Ars tenía
también el don de profecía. En mayo 14 de 1854, el Obispo de Ullathorne llamó a
nuestro santo y le pidió que orase por Inglaterra. El Obispo de Birmingham
cuenta que el hombre de Dios dijo, con convicción extraordinaria:
"Monseigneur, creo que la Iglesia en Inglaterra será restaurada a su
esplendor".
También tenía una gran
devoción a Santa Filomena. La llamaba "mi agente con Dios". Le
construyó una capilla en su honor y también un santuario.
En una ocasión cayó tan
enfermo, que parecía ser su final y prometió a la santa ofrecer 100 misas en su
honor en su santuario. Cuando la primera Misa estaba siendo ofrecida, entró en
éxtasis, durante el cual se le escuchaba murmurar: "Filomena",
repetidas veces. Cuando salió de su éxtasis exclamó: "estoy sanado" ,
y le atribuyó su sanación a Santa Filomena.
HUIDA DE ARS
Una tentación le
persiguió casi por toda su vida en Ars, y esta era el deseo de la soledad. Con
toda sinceridad, M. Vianney se sentía incapaz para su oficio en Ars. El año
anterior a su muerte le dijo a un misionero: "Tú no sabes lo que es pasar
del cura de almas al tribunal de Dios". En el 1851 le rogó a su obispo que
lo dejase renunciar. En tres ocasiones llegó hasta irse del pueblo, pero
siempre regresó.
CONSUMACIÓN
Pasaron 41 años desde el
primer día en el que el Cura llegó a Ars, fueron años de actividad
indescriptible. Después de 1858 decía con frecuencia: "Ya nos vamos;
debemos morir; y muy pronto". No cabe duda de que él sabía que su fin
estaba cerca. En Julio de 1859, una señora muy devota de San Etienne vino para
confesarse. Cuando se despedía de él le dijo: "Nos veremos de nuevo en
tres semanas", ambos murieron en ese tiempo, y se encontraron en un mundo
mucho más feliz.
El mes de Julio de 1859
fue extremadamente caluroso, los peregrinos se desmayaban en grandes
cantidades, pero el santo permanecía en el confesionario. El viernes 29 de
Julio, fue el último en el que apareció en la iglesia. Esa mañana entró en el
confesionario como a la 1:00 a.m. Pero después de haberse desmayado en varias
ocasiones, le pidieron que descansara. A la 11:00 dio catecismo por última vez.
Esa noche con mucha dificultad pudo arrastrarse hasta su cuarto. Uno de los
Hermanos Cristianos le ayudó a subirse a su cama, pero el santo le pidió que le
dejase solo.
Una hora después de
medianoche, aproximadamente, pidió ayuda: "Es mi pobre fin, llamen a mi
confesor". La enfermedad progresó rápidamente. En la tarde del 2 de Agosto
recibió los últimos sacramentos: "Qué bueno es Dios; cuando ya nosotros no
podemos ir más hacia El, El viene a nosotros" .
Veinte sacerdotes con
velas encendidas escoltaron al Santísimo Sacramento, pero el calor era tan
sofocante que tuvieron que apagarlas. Con lágrimas en los ojos dijo: "Oh, qué
triste es recibir la Comunión por última vez".
En la noche del 3 de
Agosto llegó su obispo. El santo lo reconoció pero no pudo decir palabra
alguna. Hacia la medianoche el fin era inminente. A las 2:00 a.m. del Sábado 4
de Agosto de 1859, cuando una tormenta azotaba el pueblo de Ars, el Obispo
M.Monnin leía estas palabras: "Que los santos ángeles de Dios vengan a su
encuentro y lo conduzcan a la Jerusalén celestial", el Cura de Ars
encomendó su alma a Dios.
Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars
El 8 de Enero de 1905,
el Papa Pío X, Beatificó al Cura de Ars; y en la fiesta de Pentecostés Mayo 31
de 1925, en presencia de una gran multitud, el Papa Pío XI pronunció la solemne
sentencia: "Nosotros declaramos a Juan María Bautista Vianney que sea
santo y sea inscrito en el catálogo de los santos".
ORACIONES
" TE AMO, OH MI DIOS "
Autor: San Juan María
Vianney
Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro
de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente
amoroso Dios,
Y prefiero morir
amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi
único temor es ir al infierno
Porque ahí nunca tendría
la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios,
si mi lengua no puede
decir
cada instante que te
amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita
cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de
sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que
sufro,
y el día que me muera
No solo amarte pero
sentir que te amo.
Te suplico que mientras
más cerca estés de mi hora
Final aumentes y
perfecciones mi amor por Ti.
Amén.
Fuente: Corazones
