Una
pregunta que equivale a esta otra: ¿vivimos éticamente?
Deseamos mil
cosas. Realizamos otras tantas. En el fondo del corazón, la pregunta: ¿hicimos
lo bueno? Una pregunta que equivale a esta otra: ¿vivimos éticamente?
Porque la ética
no es una teoría abstracta que sirve para aprisionar los propios deseos, sino
una reflexión sobre cuál sea el verdadero bien del hombre; del hombre en
general, y de cada hombre en particular.
La ética está,
por lo tanto, en una relación íntima y profunda con el bien, con aquello que
permite alcanzar la plenitud de cada ser humano. Solo así se entiende la ética,
porque lo único que busca es guiarnos hacia el bien.
El pluralismo
ético surge por muchos motivos, de tipo personal o cultural. Porque algunos,
según sus reflexiones, concluyen que el bien consiste en el placer, mientras
que otros buscan el poder, otros la contemplación, según ya explicaba
Aristóteles.
Porque otros piensan de acuerdo a la sociedad en la que viven. Un adolescente que se deja arrastrar por algunos de sus amigos podrá suponer, erróneamente, que el bien consiste en emborracharse, disfrutar de la vida y evitar el esfuerzo.
El pluralismo
exige un esfuerzo por separar el trigo de la paja, porque no cualquier teoría
ética es correcta. Ese esfuerzo es posible si comprendemos lo que significa la
condición humana, cuál es su origen y cuál su destino.
En las visiones
antropológicas que niegan la espiritualidad y que ven al hombre como un
producto casual de la evolución, habrá teorías éticas que dependan de la
importancia que otorguen a algún aspecto de la vida, por ejemplo considerar
como bueno todo aquello que permita una más larga supervivencia en la tierra.
En las visiones
que afirman la espiritualidad humana como parte integrante del ser humano
“dual” (cuerpo y alma), el bien tiene que ser integral, del hombre en su
condición biológica y en su condición de ser capaz de pensar y amar en el
tiempo y en la eternidad.
Para evitar los
riesgos de pluralismos éticos que se basan en concepciones equivocadas sobre el
hombre, hace falta construir una teoría ética que responda a nuestras
aspiraciones ineliminables y que esté de acuerdo con una antropología correcta
y bien fundamentada. Solo así esa teoría podrá guiarnos hacia el bien verdadero
y hacia la felicidad completa que tanto anhela el corazón humano.
Por: P. Fernando Pascual