La figura del padre es imprescindible para el
correcto desarrollo psíquico del niño
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En algunos países se celebra el Día del Padre del mes
de junio, y qué mejor homenaje que hablar del estilo educativo de los varones,
pues muchos perciben que los padres y las madres educan de forma diferente a
sus hijos: mientras ellos son prácticos y tal vez más
liberales en algunos aspectos de la crianza; ellas por naturaleza son más
protectoras y trascendentales…
En entregas pasadas, publicamos una entrevista a María Calvo, autora del libro «Padres destronados», quien explicaba las
diferencias principales diferencias entre el padre y la madre ante la crianza
de un hijo:
“La presencia de la madre es esencial en su papel de
darle cariño, protegerle, cuidarle, educarle… pero al mismo nivel que el padre.
Lo que ocurre es que el padre y la madre se dirigen a los hijos de manera
distinta por su propia educación, cultura, valores, etc. La mujer es la que,
por excelencia, se encarga de controlar el espacio vital del pequeño, su
comida, sus amistades, que no le falte nada cuando va al colegio…
Las madres
tendemos a tener una actitud sustitutiva. Es decir, cuando a un hijo se le cae
un tenedor, la madre se lo recoge, pero el padre no. Cuando un niño llega tarde
a la ruta del colegio por la mañana, la madre le abrocha los botones del polo y
le ayuda a ponerse los zapatos, aunque el niño tenga diez años. El padre le
anima: «venga, date prisa en abrocharte el abrigo». El hombre, en definitiva,
se decanta por dotarles de mayor autonomía y libertad. De esta forma se fomenta
un equilibrio en el desarrollo del niño”.
Está claro que los papeles de ambos son diferentes,
ninguno es peor o mejor que el otro, cada quien tiene su misión y los dos son
necesarios. El pediatra francés, Aldo Naouri, reivindica en su obra más
reciente que padres y madres ejercen en la familia sus respectivos papeles
masculino y femenino para asegurar el desarrollo normal del niño.
Según el pediatra, en el desarrollo humano es el padre
quien trasmite al niño la conciencia del tiempo. Por el contrario, la madre se
resiste de forma espontánea a que el niño “salga de ella” definitivamente.
Naouri, que lleva 40 años ejerciendo de pediatra, sigue avanzando en que el
hijo necesita ver que detrás de su madre “hay un hombre por el que su madre
está entusiasmada”.
Diferencias en la comunicación
Asimismo, la revista Hacer Familia ha
publicado un estudio elaborado en la Universidad del estado de Washington, en
Estados Unidos, que ha medido las diferentes formas que tienen los padres de
hablar a los hijos, las madres tienden a poner un “tono de bebé” que les
transmite bondad, mientras que los padres tratan a sus hijos como “adultos
pequeños”, lo que puede convertirse en un “puente” al mundo real.
Esta interesante investigación analizó cientos de
conversaciones familiares entre padres, madres y sus pequeños en edad
preescolar. Todos llevaban micrófonos, y sus interacciones del día a día fueron
coleccionadas para el estudio.
Los investigadores concluyeron lo siguiente: ellas
usan un tono más alto y variado para hablar con sus hijos que el que utilizan
para hablar con el resto de adultos, mientras que los padres hablan a sus
pequeños con un tono muy similar al que utilizan para mantener conversaciones
con otras personas.
Esto no significa que los padres “fallen” a la hora de
hablarles a sus pequeños, es más, según los autores de la investigación, esta
diferente forma de tratar a los niños puede ayudarles a enfrentarse a diversas
situaciones y lenguajes a lo largo de su vida.
Características de la paternidad
Asimismo, Tomás Malmierca, educador de Fomento de
Centros de Enseñanza, expone algunas características principales de la
paternidad.
– El padre llena con su presencia un hogar, igual o distinto que la madre, pero lo llena. El padre aporta sustentos físicos a los hijos, seguridad, confianza; sustentos afectivos, cariño, comprensión, perdón; sustentos intelectuales, enseñando a sus hijos y sustentos espirituales.
– Del padre se espera autoridad, que significa referencia, guía, conocer el camino de la vida, marcar unos límites por el bien del hijo, saber corregir sin humillar. Del padre se espera conocer el por qué de las cosas. Sabe exigir, al igual que la madre, para que sus hijos sean fuertes, trabajadores, respetuosos con el ser humano y con el medio ambiente. Es diligente cuando sanciona. El padre confía en los hijos, anima a usar la libertad. El padre es a la vez autoridad y acogimiento.
Los hijos e hijas esperan también de su padre amor, cariño, afecto, abrazos. No es propio de la paternidad el distanciamiento afectivo. Por eso, es afable, sabe consolar, tiene sentido del humor, sabe recibir, promueve y cuida la vida de familia y sabe celebrar. Un abrazo de la madre es distinto al del padre. Se podría decir que hay un cariño masculino y otro femenino.
– El padre da protección. Si un hijo siente un peligro físico, se lo dirá a su madre, pero se sentirá más protegido si se lo cuenta a su padre. En ocasiones se sentirá más seguro, aunque puede que con la madre se sienta más comprendido. Los hijos son felices cuando el padre se une a la acción de la madre, cuando la ensalza y la cuida. Se sienten desdichados cuando la humilla, la menosprecia o la infravalora. Así el hijo busca apoyo en su padre. Él significa apoyo y seguridad.
Se demuestra entonces que la figura del padre es imprescindible para el correcto desarrollo psíquico del niño; es tan vital como la figura materna. Por eso, es necesario que se les permita involucrarse en la crianza y comprender su estilo educativo desde su enfoque masculino, quien tiene su propio estilo paternal.
Fuente: Con
información de Hacer Familia
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