Hasta ahora hablar de la actividad misionera era
hablar de los "territorios de misión" allá eran enviados los
misioneros para evangelizar ¿Hoy eso ha cambiado?
Hasta la fecha estaba
muy claro que hablar de misiones era hablar de la actividad misionera de
la Iglesia en los ámbitos jurídico-geográficos de los llamados “territorios
de misión”. Allá eran enviados los misioneros para evangelizar. Y
allá gastaban su vida, en muchas ocasiones sin retorno.
De sus correrías
misioneras surgieron, como puntos de ignición, numerosas comunidades
cristianas, y más tarde circunscripciones eclesiásticas, porque “la cosa”
empezó con la llegada del misionero.
Redemptoris
missio señala muy claramente los nuevos ámbitos de la misión ad gentes, más
allá de los geográficos; situación bien delimitada por la enseñanza del papa
Francisco en Evangelii gaudium y recordada por la Conferencia Episcopal
Española (CEE) en la introducción del Plan Pastoral para el presente
quinquenio: “Se trata de evangelizar también a nuestros conciudadanos, a los
que viven junto a nosotros, a los que, estando bautizados, se han alejado de la
vida eclesial, y a otros muchos, nacidos en nuestro país o venidos de fuera,
que no han recibido el don de la fe”.
Desde esta constatación,
la expresión “la misión está aquí” parecería la más adecuada para urgir a la
acción misionera en el “aquí” de nuestras fronteras, pero su uso no está exento
de cierta imprecisión e, incluso, intencionalidad, al entrañar una clara
connotación excluyente. Si la misión está aquí, parece que prioritariamente
está en nuestro entorno y que el “más allá” corresponde a otros. Este modo de
decir no ayuda –antes bien, entorpece– la solicitud por todas las Iglesias.
La
corresponsabilidad evangelizadora implica la necesidad de llevar, al sentir y
al compromiso de los fieles, su disponibilidad para ir allá donde la Iglesia
los necesite, sin previas cortapisas. “Es vital que hoy la Iglesia salga a
anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones,
sin demoras, sin asco y sin miedo” (Evangelii gaudium, 23). El mismo Plan
Pastoral de la CEE lo reconoce: “De este esfuerzo apostólico resultará también
beneficiaria la misión ad gentes, de la que nuestra Iglesia tiene no solo una
fecunda historia evangelizadora, sino también una fuerte presencia actual, que
ha de ser renovada e impulsada con nuevas vocaciones, signos de la vitalidad de
nuestras comunidades cristianas”.
Un anuncio de
Jesucristo y de su Evangelio que se limitara solo al contexto europeo
mostraría síntomas de una preocupante falta de esperanza, al renunciar a los
horizontes universales de la evangelización, que ofrece gratis lo que gratis se
ha recibido. La misión ad gentes es expresión de una Iglesia forjada por el
Evangelio de la esperanza, que se renueva continuamente. Este es el
atractivo de los innumerables grupos de misioneros y misioneras que han
anunciado el Evangelio de Jesucristo a las gentes de todo el mundo, yendo al
encuentro de otros pueblos y civilizaciones.