4. María,
después del día de Pentecostés
María en los documentos de los primeros cristianos.
Hasta ahora hemos recurrido a los escritos y a la tradición de la iglesia dejada por los primeros cristianos para poder complementar y explicar las enseñanzas del Antiguo o del Nuevo Testamento referentes a la Bienaventurada Virgen. En los siguientes párrafos tendremos que llamar la atención sobre el hecho de que estas mismas fuentes, hasta un cierto punto, complementan la doctrina de las Escrituras.
A este respecto, constituyen la base de la tradición; si la evidencia que aportan es suficiente, en un caso dado, para garantizar su contenido como parte genuina de la Divina revelación, es un hecho que debe ser determinado de acuerdo con los criterios científicos ordinarios seguidos por los teólogos.
Sin entrar en estas cuestiones puramente teológicas, presentaremos este material tradicional, en primer lugar, que arroja luz sobre la vida de María después del día de Pentecostés; en segundo lugar, en cuanto que nos proporciona pruebas de la actitud de los primeros cristianos hacia la Madre de Dios.
Hasta ahora hemos recurrido a los escritos y a la tradición de la iglesia dejada por los primeros cristianos para poder complementar y explicar las enseñanzas del Antiguo o del Nuevo Testamento referentes a la Bienaventurada Virgen. En los siguientes párrafos tendremos que llamar la atención sobre el hecho de que estas mismas fuentes, hasta un cierto punto, complementan la doctrina de las Escrituras.
A este respecto, constituyen la base de la tradición; si la evidencia que aportan es suficiente, en un caso dado, para garantizar su contenido como parte genuina de la Divina revelación, es un hecho que debe ser determinado de acuerdo con los criterios científicos ordinarios seguidos por los teólogos.
Sin entrar en estas cuestiones puramente teológicas, presentaremos este material tradicional, en primer lugar, que arroja luz sobre la vida de María después del día de Pentecostés; en segundo lugar, en cuanto que nos proporciona pruebas de la actitud de los primeros cristianos hacia la Madre de Dios.
El día de Pentecostés ¿también descendió el Espíritu
Santo sobre María, igual que a los apóstoles? ¿Qué pasó después con ella?
¿Vivió sola?...
El día de Pentecostés, el Espíritu Santo había
descendido sobre María cuando vino sobre los Apóstoles y discípulos reunidos en
la habitación del piso alto de Jerusalén. Sin duda, las palabras de S. Juan
(19, 27) "y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa",
se refieren no sólo al tiempo entre Pascua y Pentecostés, sino que se extienden
a toda la vida posterior de María.
Sin embargo, el cuidado de María no interfirió con el ministerio apostólico de Juan. Incluso los documentos inspirados (Hechos 8, 14-17; Gálatas 1, 18-19; Hechos 21, 18) muestran que el apóstol estuvo ausente de Jerusalén en numerosas ocasiones, aunque debe haber participado en el Concilio de Jerusalén, en el 51 ó 52 d. de J.C. Debemos también suponer que en María se cumplían las palabras de Hechos 2, 42: "perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la oración". De este modo, María fue un ejemplo y una fuente de ánimo para la comunidad de los primeros cristianos.
Al mismo tiempo, debemos confesar que no poseemos ningún documento auténtico que hable directamente de la vida post-pentecostal de María.
Localización de su vida, muerte y enterramiento.
En cuanto a la tradición, existe cierto testimonio sobre la residencia temporal de María en o cerca de Efeso, pero es mucho más fuerte la evidencia de su hogar permanente en Jerusalén.
Argumentos a favor de Efeso.
La residencia de María en Efeso se basa en las siguientes pruebas:
Sin embargo, el cuidado de María no interfirió con el ministerio apostólico de Juan. Incluso los documentos inspirados (Hechos 8, 14-17; Gálatas 1, 18-19; Hechos 21, 18) muestran que el apóstol estuvo ausente de Jerusalén en numerosas ocasiones, aunque debe haber participado en el Concilio de Jerusalén, en el 51 ó 52 d. de J.C. Debemos también suponer que en María se cumplían las palabras de Hechos 2, 42: "perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la oración". De este modo, María fue un ejemplo y una fuente de ánimo para la comunidad de los primeros cristianos.
Al mismo tiempo, debemos confesar que no poseemos ningún documento auténtico que hable directamente de la vida post-pentecostal de María.
Localización de su vida, muerte y enterramiento.
En cuanto a la tradición, existe cierto testimonio sobre la residencia temporal de María en o cerca de Efeso, pero es mucho más fuerte la evidencia de su hogar permanente en Jerusalén.
Argumentos a favor de Efeso.
La residencia de María en Efeso se basa en las siguientes pruebas:
· En un pasaje de la carta sinodal del Concilio de Efeso
se puede leer: "Por esta razón también Nestorio, el instigador de la
herejía impía, cuando hubo llegado a la ciudad de los efesios, donde Juan el
Teólogo y la Virgen Madre de Dios Sta. María, alejándose por su propia voluntad
de la reunión de los santos Padres y Obispos..." Dado que S. Juan
había vivido en Efeso y había sido enterrado allí, se ha deducido que la
elipsis de la carta sinodal significa bien "donde Juan ...y la
Virgen...María vivieron" o bien "donde Juan...y la
Virgen...María vivieron y están enterrados".
·
Bar-Hebraeus o Abulpharagius, un obispo jacobita del
siglo XIII, relata que S. Juan se llevó consigo a la Bienaventurada Virgen a
Patmos, después fundó la Iglesia de Efeso y enterró a María en un lugar
desconocido.
· Benedicto XIV afirma que María siguió a S. Juan hasta
Efeso y allí murió. Tuvo también la intención de eliminar del breviario
aquellas lecciones donde se mencionaba la muerte de María en Jerusalén, pero
murió antes de llevarlo a cabo.
· La residencia temporal y la muerte de María en Efeso
están apoyadas por escritores tales como Tillemont, Calmet, etc.
· En Panaguia Kapoli, en una colina a unas nueve o diez
millas de Efeso, se descubrió una casa, o más bien sus restos, en la que se
supone que vivió María. La casa fue buscada y hallada siguiendo las
indicaciones proporcionadas por Catharine Emmerich en su vida de la
Bienaventurada Virgen.
Argumentos en contra de Efeso.
Estos argumentos a favor de la residencia o enterramiento de María en Efeso no son irrebatibles, si se los examina más detenidamente.
· La elipsis de la carta sinodal del Concilio de Efeso
puede ser completada de forma que no implique dar por sentado que Nuestra
Señora vivió o murió en Efeso. Dado que en la ciudad había una doble iglesia
dedicada a la Virgen María y a S. Juan, la frase incompleta de la carta sinodal
puede terminarse de forma que diga, "donde Juan el Teólogo y la Virgen...
María tienen un santuario". Esta explicación de dicha frase ambigua es una
de las dos sugeridas al margen del Collect. Concil. de Labbe.
· La palabras de Bar-Hebraeus contiene dos afirmaciones
inexactas: S. Juan no fundó la Iglesia de Efeso, ni tampoco llevó consigo a
María a Patmos. S. Pablo fundó la Iglesia de Efeso, y María había muerto antes
del exilio de Juan en Patmos. No sería sorprendente, por tanto, que el escritor
se equivocara en lo que dice sobre el enterramiento de María. Además,
Bar-Hebraeus vivió en el siglo XIII; los escritores más antiguos hubieran
estado más preocupados acerca de los lugares sagrados de Efeso; mencionan la
tumba de S. Juan y la de una hija de Felipe, pero no dicen nada sobre el lugar
donde está enterrada María.
· En cuanto a Benedicto XIV, este gran pontífice no pone
tanto énfasis sobre la muerte y sepultura de María en Efeso cuando habla de su
Asunción a los cielos.
· Ni Benedicto XIV ni otras autoridades que apoyan los
argumentos a favor de Efeso proponen ninguna razón que haya sido considerada
concluyente por otros estudiantes científicos de este asunto.
· La casa encontrada en Panaguia-Kapouli tiene algún
valor en cuanto que está relacionada con las visiones de Catharine Emmerich. La
distancia hasta la ciudad de Efeso da lugar a una suposición contraria a que
fuera la casa del apostol S. Juan. El valor histórico de las visiones de
Catharine no es admitido universalmente. Monseñor Timoni, Arzobispo de Esmirna,
escribe, refiriéndose a Panaguia-Kapouli: "Cada uno es completamente libre
de tener su propia opinión". Finalmente, la concordancia entre las condiciones
de la casa en ruinas de Panaguia-Kapouli y la descripción de Catharine no
prueban necesariamente la verdad de su afirmación en cuanto a la historia del
edificio.
Argumentos contra Jerusalén
Se esgrimen dos consideraciones contrarias a la residencia permanente de Nuestra Señora en Jerusalén: primero, se ha señalado ya que S. Juan no se quedó permanentemente en la Ciudad Sagrada; segundo, se dice que los judíos cristianos dejaron Jerusalén durante los periodos de persecución judía (cf. Hechos 8, 1; 12, 1).
Mas como no podemos suponer que S. Juan haya llevado consigo a Nuestra Señora en sus expediciones apostólicas, debemos creer que la dejó al cuidado de sus amigos o parientes durante los periodos de su ausencia. Y existen pocas dudas de que muchos cristianos regresaron a Jerusalén cuando cesaron los peligros de las persecuciones.
Argumentos a favor de Jerusalén.
Independientemente de estas consideraciones, se puede apelar a las siguientes razones que apoyan la muerte y enterramiento de María en Jerusalén:
Se esgrimen dos consideraciones contrarias a la residencia permanente de Nuestra Señora en Jerusalén: primero, se ha señalado ya que S. Juan no se quedó permanentemente en la Ciudad Sagrada; segundo, se dice que los judíos cristianos dejaron Jerusalén durante los periodos de persecución judía (cf. Hechos 8, 1; 12, 1).
Mas como no podemos suponer que S. Juan haya llevado consigo a Nuestra Señora en sus expediciones apostólicas, debemos creer que la dejó al cuidado de sus amigos o parientes durante los periodos de su ausencia. Y existen pocas dudas de que muchos cristianos regresaron a Jerusalén cuando cesaron los peligros de las persecuciones.
Argumentos a favor de Jerusalén.
Independientemente de estas consideraciones, se puede apelar a las siguientes razones que apoyan la muerte y enterramiento de María en Jerusalén:
· En el año 451, Juvenal, Obispo de Jerusalén, testificó
sobre la presencia de la tumba de María en Jerusalén. Es extraño que ni S.
Jerónimo, ni el Peregrino de Burdeos ni tampoco pseudo-Silvia proporcionen
ninguna evidencia sobre un lugar tan sagrado. Sin embargo, cuando el emperador
Marcion y la emperatriz Pulqueria le pidieron a Juvenal que enviara los restos
sagrados de la Virgen María de su tumba en Getsemaní a Constantinopla, donde
tenían la intención de dedicarle una nueva iglesia a Nuestra Señora, el obispo
citó una antigua tradición que decía que el cuerpo sagrado había sido asunto al
cielo, y sólo envió a Constantinopla el ataud y el sudario. Esta narración se
basa en la autoridad de un tal Eutimio, cuyo relato fue incluido en una homilía
de S. Juan Damasceno que actualmente se lee en el Nocturno segundo del cuarto
día de la octava de la Asunción. Scheeben es de la opinión que las palabras de
Eutimio son una interpolación posterior: no encajan en el contexto; contienen
una apelación a pseudo-Dionisio que, por otra parte, no es mencionada antes del
siglo VI; y son poco fiables en su conexión con el nombre del Obispo Juvenal,
quien fue acusado de falsificar documentos por el Papa S. León. En su carta, el
pontífice le recuerda al obispo los sagrados lugares que tiene ante sus ojos,
pero no menciona la tumba de María. Si se considera que este silencio es
puramente fortuito, la principal pregunta sigue siendo, ¿cuánta verdad
histórica hay en el relato de Eutimio acerca de las palabras de Juvenal?
· Se debe mencionar aquí el apócrifo "Historia
dormitionis et assumptionis B.M.V.", que reivindica a S. Juan por autor. Tischendorf
opina que las partes más importantes de la obra se remontan al siglo IV, quizás
incluso al siglo II. Aparecieron variaciones del texto original en árabe, sirio
y en otras lenguas; entre estas variaciones hay que destacar una obra llamada
"De transitu Mariae Virg.", que apareció bajo la firma de S. Melitón
de Sardes. El Papa Gelasio incluye este trabajo entre las obras prohibidas. Los
incidentes extraordinarios que estas obras relacionan con la muerte de María
carecen de importancia aquí; sin embargo, sitúan sus últimos momentos y su
entierro en o cerca de Jerusalén.
Otra evidencia a favor de la existencia de una tradición que sitúa la tumba de María en Getsemaní la consituye la basílica que fue erigida sobre el lugar sagrado, hacia finales del siglo IV o comienzos del V. La iglesia actual fue construida por los latinos en el mismo lugar en que se había levantado el antiguo edificio.
·
En la primera parte del siglo VII, Modesto, Obispo de
Jerusalén, localizó el tránsito de Nuestra Señora en el Monte Sión, en la casa
que contenía el Cenáculo y la habitación del piso superior de Pentecostés. En
esta época, una sola iglesia cubría las localidades consagradas por estos
varios misterios. Es asombrosa la tardía evidencia de una tradición que llegó a
estar tan extendida a partir del siglo VII.
· Otra tradición se conserva en el "Commemoratorium
de Casis Dei" dirigida a Carlomagno. Sitúa la muerte de María en el monte
de los Olivos, donde se levanta una iglesia que se dice que conmemora este
suceso. Es posible que el escritor intentara relacionar el tránsito de María
con la iglesia de la Asunción, del mismo modo que la tradición gemela lo
conectaba con el cenáculo. De cualquier manera, se puede concluir que alrededor
del comienzo del siglo V existía una tradición bastante extendida que sostenía
que María había muerto en Jerusalén y había sido enterrada en Getsemaní. Esta
tradición parece descansar sobre bases más sólidas que la versión de que
Nuestra Señora murió y fue enterrada en o cerca de Efeso. Dado que al llegar a
este punto carecemos de documentación histórica, resultaría difícil establecer
la relación de cualquiera de las dos tradiciones con los tiempos apostólicos.
Conclusión
Hemos visto que no hay seguridad absoluta sobre el lugar en el que María vivió después del día de Pentecostés. Aunque es más probable que permaneciera ininterrumpidamente en o cerca de Jerusalén, puede haber residido durante un tiempo en las cercanías de Efeso, y ello puede haber originado la tradición de su muerte y enterramiento en Efeso. Existe aún menos información histórica referente a los incidentes particulares de su vida. S. Epifanio (134) duda incluso de la realidad de la muerte de María; pero la creencia universal de la Iglesia no coincide con la opinión privada de S. Epifanio.
La muerte de María no fue necesariamente una consecuencia de la violencia; ni tampoco fue una expiación o un castigo, ni el resultado de una enfermedad de la que, como su divino Hijo, ella fue eximida.
Hemos visto que no hay seguridad absoluta sobre el lugar en el que María vivió después del día de Pentecostés. Aunque es más probable que permaneciera ininterrumpidamente en o cerca de Jerusalén, puede haber residido durante un tiempo en las cercanías de Efeso, y ello puede haber originado la tradición de su muerte y enterramiento en Efeso. Existe aún menos información histórica referente a los incidentes particulares de su vida. S. Epifanio (134) duda incluso de la realidad de la muerte de María; pero la creencia universal de la Iglesia no coincide con la opinión privada de S. Epifanio.
La muerte de María no fue necesariamente una consecuencia de la violencia; ni tampoco fue una expiación o un castigo, ni el resultado de una enfermedad de la que, como su divino Hijo, ella fue eximida.
Desde la Edad Media prevalece la opinión que murió de
amor, ya que su gran deseo era reunirse con su Hijo ya fuera disolviendo los
lazos entre cuerpo y alma o rogando a Dios para que El los disolviese. Su
muerte fue un sacrificio de amor que completó el sacrificio doloroso de su
vida. Es la muerte con el beso del Señor (in osculo Domini), de la que mueren
los justos.
No hay una tradición cierta sobre el año en que murió
María. Baronio en sus Anales se apoya en un pasaje del Chronicon de Eusebio
para asumir que María murió en el 48 d. de J.C. Hoy se cree que este pasaje del
Chronicon es una interpolación posterior. Nirschl se basa en una tradición
encontrada en Clemente de Alejandría y Apolonio que se refiere al mandato de
Nuestro Señor a los Apóstoles para que fueran a predicar doce años en Jerusalén
y Palestina antes de extenderse a las naciones del mundo; a partir de esto, él
también llega a la conclusión de que María murió en el 48 d.C.
Su asunción a los cielos.
La Asunción de Nuestra Señora a los cielos ha sido tratada en un artículo especial. La festividad de la Asunción es probablemente la más antigua de todas las festividades de María propiamente dichas. En cuanto al arte, la Asunción ha sido un tema favorito de la Escuela de Siena, que generalmente representa a María siendo elevada a los cielos en una mandorla.
Su asunción a los cielos.
La Asunción de Nuestra Señora a los cielos ha sido tratada en un artículo especial. La festividad de la Asunción es probablemente la más antigua de todas las festividades de María propiamente dichas. En cuanto al arte, la Asunción ha sido un tema favorito de la Escuela de Siena, que generalmente representa a María siendo elevada a los cielos en una mandorla.
Fuente: www.enciclopediacatolica.com