El demonio se
abalanza sobre nuestra falta de conocimiento y degenera la definición que
tenemos en nuestras mentes acerca de la humildad
La humildad es una de las virtudes más
difíciles de adquirir. Aunque todos sabemos cómo es el orgullo, muy pocos
aprendimos a practicar la verdadera humildad.
El demonio se abalanza sobre nuestra
falta de conocimiento y degenera la definición que tenemos en nuestras mentes
acerca de la humildad, convenciéndonos de que estamos practicando esta virtud
aun cuando no estamos ni cerca de hacerlo verdaderamente.
Puede que pensemos que somos humildes,
pero en realidad podemos estar alimentando las mentiras del demonio.
Así es como lo explica el escritor Screwtape,
“Debes por lo tanto intentar ocultar de
la paciencia el verdadero fin de la Humildad. Deja que sea visto como un olvido
propio pero también como una especie de opinión (más específicamente, una
opinión baja) de los muchos talentos y habilidades que poseemos… Por medio de
este método, miles de humanos han sido traídos a pensar que la humildad es como
una mujer bonita intentando pensar que es fea o un hombre listo intentando
creer que es un tonto… [Dios, por el contrario,] prefiere que el hombre piense
en sí mismo como un gran arquitecto o un gran poeta que luego se olvida de
ello, en lugar de que éste pase mucho tiempo y padezca muchos sufrimientos
tratando de verse a sí mismo como el malo”.
A menudo pensamos que estamos siendo
humildes cuando en realidad nos estamos poniendo justo al frente de otras
personas y le estamos diciendo a todos cuán terribles somos. Eso no es
humildad. Dios sabe cuán hermosos y talentosos somos y desea que usemos estos
dones para Su inmensa gloria. Somos preciados a Sus ojos y Él no desea nunca
negar el trabajo que Él ha hecho con nosotros.
¿Cómo definimos la humildad?
He aquí algunos ejemplos de la verdadera
humildad tal y como fue expresada por Jesucristo, el Ejemplo de Humildad:
“Jesús les contestó: «Mi doctrina no viene de mí, sino del que
me ha enviado. El que haga la voluntad de Dios conocerá si mi doctrina viene de
él o si hablo por mi propia cuenta. El que habla en nombre propio busca su
propia gloria. Pero el que busca la gloria del que lo ha enviado, ése es un
hombre sin maldad y que dice la verdad»”. (Juan 7, 16-18)
“Y añadió: «Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, entonces
conocerán que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que sólo digo lo
que el Padre me ha enseñado. El que me ha enviado está conmigo y no me deja
nunca solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él»”. (Juan 8, 28-29).
“El que me rechaza y no recibe mi palabra
ya tiene quien lo juzgue: la misma palabra que yo he hablado lo condenará el
último día. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre, al
enviarme, me ha mandado lo que debo decir y cómo lo debo decir. Yo sé que su
mandato es vida eterna, y yo entrego mi mensaje tal como me lo mandó el
Padre»”. (Juan 12, 48-50)
Como podemos ver de las palabras de
Jesús, la humildad consiste en no negar las bondades que cada uno posee o los
talentos que ha recibido sino en reconocerlos como fuente verdadera de todo lo
bueno.
Screwtape confirma esto cuando escribe:
“El Enemigo [Dios] quiere que el hombre
sea atraído a un estado mental en el que él podría diseñar la mejor catedral
del mundo, y saber que es la mejor, y regocijarse en ese hecho… el Enemigo
quiere que ese hombre, al final, sea libre de cualquier prejuicio en su contra
para que se regocije tanto en sus propios talentos como en los talentos de su
vecino franca y graciosamente – o en un amanecer, un elefante o en una cascada.
Él quiere que cada hombre, en el largo plazo, sea capaz de reconocer a todas
las criaturas (incluso a él mismo) como cosas gloriosas y excelentes”.
Humildad no es “buuu soy yo”. Es conocer
la belleza y la gloria de Dios y verlas reveladas en nosotros mismos y en
nuestro vecino. Cuando alguien nos halaga, nuestra disposición debería de ser
hacia la alegría, redireccionando el honor a Dios quien nos ha dado todo.
Humildad no es una virtud deprimente sino
que debe llevar a la alegría y elevarnos fuera de nosotros mismos para que
podamos enfocarnos en Dios.
Practica la verdadera humildad y se
agradecido por los dones que Dios te ha dado.
Autor: Philip Kosloski
Artículo publicado por pildorasdefe