Lo que algunos llaman suerte, azar, casualidad, etc, es acción angélica
Del
mundo angélico deberíamos estudiar más sus habitantes y su historia, ya que
nuestro destino final es convivir con ángeles eternamente allá. (Mc 12, 25).
En él
se encuentran todas las virtudes, dones y bienaventuranzas con formas, sonidos,
armonías, colores, aromas y movimientos que se asemejan a lo material aquí en
la tierra, dice el eminente P. A Lápide SJ.
Es
un mundo de la virtud absoluta, sutil, maravillosa, que nuestra imaginación no alcanza
fijar, pues la virtud no la podemos medir, pesar o contar pero existe, se
pondera y manifiesta cuando la practicamos o vemos a una persona que la pone en
práctica.
El
Catecismo de Perseverancia del Padre Gaume dice que san Agustín y san Gregorio
piensan que los ángeles fueron creados al mismo tiempo que el Cielo pues el Génesis comienza diciendo que al
principio Dios creó el cielo y la tierra.
Dice
también que Moisés no explicó la creación del mundo angélico porque su objeto
principal era hablar del mundo sensible.
En
efecto el cielo tuvo que haber sido creado primero y son varios los autores que
interpretan que la separación de la luz de las tinieblas fue el apartar los
ángeles rebeldes de los fieles (Gn 1,4).
El
cielo es el lugar preparado por Dios para que todas sus criaturas pasemos la
eternidad junto a Él
incluyendo el propio planeta y el universo entero purificados en el fin del
mundo, pues lo material será glorificado como el cuerpo glorioso de Jesús.
El
mundo angélico cada día se pone más de moda, pero lo paradójico es que la
“angeología” está siendo explicitada por personas que nunca han consultado la
doctrina de la Iglesia y le dan un carácter más próximo a lo esotérico que a lo
religioso y moral.
Ya estamos
acostumbrándonos a ver en los periódicos personas que pontifican de manera
asombrosa e inventan nuevos nombres y funciones de los ángeles sin ningún
fundamento doctrinario dejando volar la imaginación y llegando a conclusiones
sorprendentes pero desligadas de lo que hemos aprendido y conocido por
enseñanza de la Iglesia católica.
Por
ejemplo es de nuestra fe católica que hay
ángeles buenos y ángeles malos, y estos últimos son un riesgo
para quienes navegan por ese mundo con poca virtud y sin experiencia.
Que
Dios gobierna el mundo visible y los acontecimientos por medio de sus ángeles.
Que lo que algunos llaman suerte, azar,
casualidad, etc, es acción angélica por voluntad de Dios.
Que
mientras las mitologías paganas estaban llenas de seres monstruosos y
fantásticos interviniendo en la vida de los hombres, la cultura judía y hoy día la cristiana,
atribuyen los sucesos a la acción de los ángeles.
El
libro de Daniel habla del enfrentamiento de persas y griegos mediante la
intervención de los ángeles protectores de cada imperio. Y antes de la caída de
Israel ante Babilonia, nos habla de una pugna de sus respectivos ángeles
tutelares.
Roma
se salvó inexplicablemente de ser arrasada por las tropas de Aníbal por causa
de un famoso aguacero inesperado, inexplicable y fuertísimo que duró tres días
haciendo imposible el paso de los artillados elefantes, que era la bestial
sorpresa en las campiñas de Italia y tenía aterrados a los romanos, los cuales
atribuyeron a sus propios hados esa lluvia.
Bonaparte
-muy supersticioso- acostumbraba a delegar la estrategia de cierto tipo de
importantes batallas a Generales que él llamaba “con suerte”.
La
expresión de que alguien “tiene
ángel” fue muy común en los elegantes salones del siglo XIX de
Paris y Madrid, de hecho en el mundo de las corridas de toros era frecuente
hablar de toreros con o sin ángel.
Negar
la existencia de los ángeles no solamente puede ser mala fe sino ignorancia
lamentable que no admite otra explicación.
Por Antonio Borda
Fuente: Gaudium Press
