Con la
honestidad y alegría que solo una pequeña puede tener, Virginia, de 9 años, nos
cuenta como ha sido tener en su casa a la Virgen Peregrina
Me llamo Virginia y tengo 9 años. Curso
4º año de la escuela primaria y 2º año de catequesis de Primera Comunión en la
Parroquia de San Mateo en Marsala. Hoy quiero dar testimonio en nombre de toda
la clase de catequesis del amor que Nuestra Señora ha traído a nuestras casas.
Conocimos a Nuestra Señora de Schoenstatt
en primer año de catequesis. Fue nuestra catequista, María, amiga de la
infancia de mi madre, quien trajo a Nuestra Señora a casa por primera vez.
Durante una catequesis, después de que
María nos habló sobre Nuestra Señora, yo les conté a mis compañeros lo bueno
que era tenerla en casa. A partir de aquel día, Nuestra Señora, con ayuda de la
Hna. Yvonne, entró en las casas de todos mis compañeros. Para nosotros ya forma
parte de nuestras familias, y cuando llega a nuestras casas le hacemos una gran
fiesta.
Con nuestras madres preparamos una mesita
con los manteles más hermosos del ajuar, un día antes vamos con nuestro padre a
la florería a comprar las flores más bonitas y así preparamos un pequeño altar
con velas para recibirla.
Cuando María nos la entrega el sábado, la
llevamos a casa con gran felicidad porque sabemos que se quedará con nosotros
toda la semana.
Todos los días, cuando vamos a la escuela y a nuestro regreso, la saludamos y
lo hacemos como con nuestra propia madre: con un beso y una oración.
Después la llevamos con nosotros a la
mesa y, luego del almuerzo, la llevamos a nuestra habitación para que nos
acompañe mientras hacemos las tareas de la casa. Si no logramos hacer algo, la
miramos y Ella, sonriendo, nos ayuda.
Creo que, desde allá arriba, estará junto
a mí, con Nuestra Señora.
A la noche rezamos el Rosario con la
familia. Yo también rezaba por la tarde con mi abuela, que era una profesora
jubilada, pero esto, desde hace tres meses, ya no es posible porque mi abuelita
se fue al celo. Creo que, desde allá arriba, estará junto a mí, con Nuestra
Señora. También el papá de una de mis compañeras de catequesis ya no está más,
pero él sigue rezando el Rosario como si estuviese en la familia.
Nuestras familias siguen teniéndola en
aquella mesita que preparamos, y junto con nosotros ponemos una fotografía de
nuestros seres queridos.
Tener a Nuestra Señora es una gran
emoción
Tener a Nuestra Señora es una gran
emoción porque nos trae mucha alegría y felicidad, cada vez que la vemos nos
sentimos serenos y en paz con todos.
Tenerla en casa significa tener la madre
de todas las madres, y con Ella nos sentimos siempre protegidos.
Virgínia, 9 años, de la Parroquia de S.
Mateo Ap. Ev. Marsala, Sicilia
Fuente: Schoenstatt.org