CANCIÓN 3
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes
y fronteras.
DECLARACIÓN
1. No sólo basta al
alma orar y desear y ayudarse de terceros para hablar al Amado, como ha hecho en
las precedentes canciones, sino que junto con eso ella misma se ponga por la
obra a le buscar. Y eso dice que ha de hacer en esta canción, diciendo
que en busca de su Amado ha de ir ejercitándose en las
virtudes y mortificaciones, en la vida contemplativa y activa; y que para esto
no ha de admitir bienes ni regalos algunos, ni bastarán a detenerla
e impedirla este camino todas las fuerzas y asechanzas de los tres enemigos:
mundo, demonio y carne, diciendo:
Buscando mis
amores,
3.
A las virtudes llama montes:
lo uno, por la alteza de ellas; lo otro, por la dificultad y trabajo que se pasa en subir a ellas,
ejercitando la vida contemplativa. Y llama riberas a las mortificaciones y sujeciones y desprecio de sí, ejercitándose también, acerca de
esto, en la vida activa,
porque para adquirir las virtudes, la una y la otra es menester. Es, pues,
tanto como decir: buscando a mi Amado, iré poniendo
por obra las virtudes altas, y humillándome en las mortificaciones y cosas
bajas. Esto dice, porque el camino de buscar a Dios es ir obrando en Dios el
bien y mortificando en sí el mal de la manera que se sigue:
Ni cogeré las flores.
4. Por cuanto para buscar a Dios se requiere un
corazón desnudo y fuerte,
libre de todos los males y bienes que puramente no son Dios, dice en el presente verso y
en los siguientes el alma la libertad y fortaleza que ha de tener para
buscarle. Y en éste dice que
no cogerá las flores que encontrare en este
camino, por las cuales entiende todos los gustos y contentamientos y deleites que se le pueden ofrecer en esta vida, que le
podrían impedir el
camino si
cogerlos o admitirlos quisiese, los cuales son en tres maneras: temporales,
sensuales y espirituales.
Y porque los
unos y los otros ocupan el corazón y le son impedimento para la
desnudez espiritual (cual se requiere para
el derecho camino de Cristo), si reparase o hiciese asiento en ellos,
dice que, para buscarle, no cogerá todas estas flores dichas. Y así, es como si dijera: ni pondré mi corazón en las riquezas y bienes que
ofrece el mundo, ni admitiré los contentamientos y deleites de mi carne, ni repararé en los
gustos y consuelos de mi espíritu, de suerte que me detenga en buscar a mis amores por
los montes y riberas de las virtudes y trabajos.
Esto dice por tomar el consejo que da el profeta David (Sal. 61, 11) a los que
van por este camino, diciendo: Divitiae si affluant, nolite cor apponere,
esto es: Si se ofrecieren abundantes riquezas, no queráis aplicar a
ellas el corazón; lo cual
entiende así de los
gustos sensuales
como de los demás bienes temporales y consuelos
espirituales.
Donde es de
notar que no sólo los bienes temporales y
deleites corporales impiden y contradicen el camino de Dios, mas también los consuelos y deleites espirituales, si se tienen con propiedad o se buscan, impiden el
camino de la cruz del Esposo Cristo. Por tanto, el que ha de ir adelante conviénele que no se ande a coger
esas flores; y no sólo eso, sino que también tenga ánimo y
fortaleza para decir:
Ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
5.
En los cuales versos pone los
tres enemigos del alma, que son: mundo, demonio y carne, que son los que hacen guerra y
dificultan el camino. Por las fieras entiende el mundo; por los fuertes el
demonio, y por las fronteras la carne.
6.
Llama fieras al mundo, porque
al alma que comienza el camino de Dios, parécele que se le representa en la imaginación el mundo como a manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros. Y es principalmente en tres
maneras: la primera, que le ha de faltar el favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valor y aun la hacienda;
la segunda, que es otra fiera no menor, que cómo ha de
poder sufrir no haber ya jamás de tener contentos y deleites del mundo y
carecer de todos los regalos de él; y la tercera es aún mayor,
conviene a saber, que se han de levantar contra ella
las lenguas y han de hacer burla y ha de haber muchos dichos y mofas y le
han de tener en poco. Las cuales cosas de tal manera se les suelen anteponer a algunas almas, que se les hace
dificultosísimo no sólo el perseverar contra estas fieras, más aun el poder comenzar el camino.
7.
Pero a algunas almas más generosas
se les suelen poner otras fieras más interiores y espirituales de dificultades y tentaciones,
tribulaciones y trabajos de muchas maneras, por que les conviene pasar,
cuales los envía Dios a los que quiere levantar a
alta perfección, probándolos y
esmerándolos como
al oro en el fuego, según aquello de David (Sal. 33, 20) en que dice: Multae tribulationes
iustorum, esto es: Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas ellas los librará el Señor. Pero el
alma bien enamorada, que estima a su Amado más que a todas
las cosas, confiada en el amor y favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
8.
A los demonios, que es el
segundo enemigo, llama fuertes, porque ellos con grande fuerza procuran tomar el paso de este
camino, y porque también sus tentaciones y astucias son más fuertes y duras de vencer y
más
dificultosas de entender que las del mundo y carne, y porque también se fortalecen de estos otros dos enemigos, mundo y
carne, para hacer al alma fuerte guerra. Y, por tanto, hablando David (Sal. 53,
5) de ellos los llama fuertes diciendo:
Fortes quaesierunt animam meam, es a saber: Los fuertes pretendieron mi alma. De
cuya fortaleza también dice el profeta Job (Jb 41, 24)
que no hay poder sobre la tierra que se
compare a éste del
demonio, que fue hecho de suerte que a ninguno temiese, esto es, ningún poder
humano se podrá comparar con el suyo, y así, sólo el poder divino basta para poder entender sus ardides.
Por lo cual el
alma que hubiere de vencer su fortaleza, no podrá sin oración, ni sus
engaños podrá entender sin
humildad y mortificación. Que por eso dice san Pablo (Ef. 6, 11n12), avisando a los
fieles, estas palabras, diciendo: Induite vos armaturam
Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis
colluctatio adversus carnem et sanguinem, es a saber: Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contra las astucias del enemigo; porque
esta lucha no es como contra la carne y la sangre, entendiendo por la sangre el
mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz de
Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.
9.
Dice también el alma que
pasará las fronteras, por las cuales
entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la
carne tiene contra el espiritu; la cual,
como dice san Pablo (Gal. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto
es: La carne codicia contra el
espiritu, y se pone como en frontera, resistiendo al camino espiritual. Y
estas fronteras ha de pasar el alma, rompiendo las dificultades y echando por
tierra con la fuerza y determinación del espíritu todos los apetitos sensuales y afecciones naturales;
porque, en tanto que los hubiere en el alma,
de tal manera está el espíritu impedido
debajo de ellas, que
no puede pasar a verdadera vida y deleite espiritual. Lo cual nos dio bien a entender san Pablo (Rm. 8, 13), diciendo: Si
spiritu facta carnis mortificaveritis, vivetis, esto es: Si mortificáredes las inclinaciones y apetitos carnales con el
espíritu, viviréis.
Este, pues,
es el estilo que dice el alma en la dicha canción que le
conviene tener para en este camino buscar a
su Amado, el cual, en suma, es tal: constancia y valor para no bajarse a
coger las flores, y ánimo para no temer las fieras, y
fortaleza para pasar los fuertes y fronteras,
sólo
entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes, de la manera que está ya declarado.
Fuente: Portal Carmelitano