Prosigue en la
misma materia de otras aflicciones y aprietos de la voluntad
1. Las
aflicciones de la voluntad y aprietos son aquí también inmensos y de manera que
algunas veces traspasan al alma en la súbita memoria de los males en que se ve,
con la incertidumbre de su remedio.
Y añádese a esto la memoria de las
prosperidades pasadas; porque éstos, ordinariamente, cuando entran en esta
noche, han tenido muchos gustos en Dios y héchole muchos servicios, y esto les
causa más dolor, ver que están ajenos de aquel bien y que ya no pueden entrar
en él. Esto dice Job (16, 1317), también como lo experimentó por aquellas
palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y
contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir
en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la
tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como
fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro
se ha hinchado en llanto y cegádose mis ojos.
2. Tantas y
tan graves son las penas de esta noche, y tantas autoridades hay en la
Escritura que a este propósito se podrían alegar, que nos faltaría tiempo y
fuerzas escribiendo, porque sin duda todo lo que se puede decir es menos. Por
las autoridades ya dichas se podrá barruntar algo de ello.
Y para ir
concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta
noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 120), la cual por ser tanto,
lo dice y llora él por muchas palabras en esta manera: Yo, varón, que veo mi
pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las
tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su manos sobre mí todo
el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí
hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como
muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí porque no salga, agravóme las
prisiones. Y también, cuando hubiere clamado y rogado, ha excluido mi oración.
Cerrádome ha mis salidas y vías con piedras cuadradas: desbaratóme mis pasos.
Oso acechador es hecho para mí, león en escondrijos. Mis pisadas trastornó y
desmenuzóme, púsome desamparada, extendió su arco, y púsome a mi como señuelo a
su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su aljaba. Hecho soy para escarnio
de todo el pueblo, y para risa y mofa de ellos todo el día. Llenádome ha de
amarguras, embriagóme con absintio. Por número me quebrantó mis dientes,
apacentóme con ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los
bienes. Y dije: frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza del
Señor. Acuérdate de mi pobreza y de mi exceso, del absintio y de la hiel.
Acordarme he con memoria, y mi alma en mí se deshará en penas.
3. Todos estos
llantos hace Jeremías sobre este trabajo, en que pinta muy al vivo las pasiones
del alma en esta purgación y noche espiritual. De donde grande compasión
conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche;
porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le
han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las
tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera
que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus
tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la
grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este
profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David
(Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del
siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su
corazón), es de haberle gran dolor y lástima.
Porque se
añade a esto, a causa de la soledad y desamparo que en esta oscura noche la
causa, no hallar consuelo ni arrimo en ninguna doctrina ni en maestro
espiritual; porque, aunque por muchas vías le testifique las causas del
consuelo que puede tener por los bienes que hay en estas penas, no lo puede
creer. Porque, como ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de
males en que ve tan claramente sus miserias, parécele que, como ellos no ven lo
que ella ve y siente, no la entendiendo dicen aquello, y, en vez de consuelo,
antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de su mal, y
a la verdad así es.
Porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera
que él lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su
dolor; cuánto más, que puede el alma tan poco en este puesto como el que tienen
aprisionado en una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni
ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille,
ablande y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y delgado, que
pueda hacerse uno con el espíritu de Dios, según el grado que su misericordia
quisiere concederle de unión de amor, que conforme a esto es la purgación más o
menos fuerte y de más o menos tiempo.
4. Mas, si ha
de ser algo de veras, por fuerte que sea, dura algunos años; puesto que en
estos medios hay interpolaciones de alivios, en que por dispensación de Dios,
dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo,
embiste iluminativa y amorosamente, en que el alma, bien como salida de tal
mazmorra y tales prisiones, y puesta en recreación de anchura y libertad,
siente y gusta gran suavidad de paz y amigabilidad amorosa con Dios con
abundancia fácil de comunicación espiritual.
Lo cual es al
alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha purgación y prenuncio
de la abundancia que espera. Y aún, que esto es tanto a veces, que le parece al
alma que son acabados ya sus trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas
espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, que, cuando son
trabajos, le parece al alma que nunca han de salir de ellos, y que se le acabaron
ya los bienes, como se ha visto por las autoridades alegadas; y, cuando son
bienes espirituales, también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y
que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos,
lo confesó, diciendo: Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre.
5. Y esto
acaece porque la posesión actual de un contrario en el espíritu, de suyo
remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario; lo cual no acaece
así en la parte sensitiva del alma, por ser flaca de aprensión. Mas, como
quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones
que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se
mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que
después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en
el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover
jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de
bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que
todavía le queda, piensa que se acabaron sus trabajos.
6. Mas este
pensamiento las menos veces acaece, porque, hasta que está acabada de hacer la
purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan
abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir
allá en el interior un no sé qué que le falta o que está por hacer, que no le
deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo
suyo, que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir
y hacer de las suyas. Y así es que, cuando más segura está y menos se cata,
vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y
lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada, por ventura más larga que
la primera.
Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están
acabados para siempre; que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado
que gozó después del primer trabajo, en que también pensaba que ya no había más
que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que estaba ya
todo acabado y que no volverá como la vez pasada. Porque, como digo, esta
creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del
espíritu, que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.
7. Esta es la
causa por que los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas de que han
de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque, aunque
habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza y
caridad, la actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de
Dios, no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque,
aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela esto; porque
les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal cosa son dignos; antes,
como se ven privados de él, puestos en sus miserias, paréceles que tienen muy
bien en sí por qué ser aborrecidos y desechados de Dios con mucha razón para
siempre.
Y así, el alma
en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas
por él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con muchas veras
estas almas a su Dios), con todo no le es alivio esto, antes le causa más pena;
porque, queriéndole ella tanto, que no tiene otra cosa que le dé cuidado, como
se ve tan mísera, no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni que tiene ni
tendrá jamás por qué, sino antes tiene por qué ser aborrecida, no sólo de él,
sino de toda criatura para siempre, duélese de ver en sí causas por que merezca
ser desechada de quien ella tanto quiere y desea.
Fuente: Mercaba