SANTA TERESA: "LOS CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS" (Capítulo 6)

Trata de cómo los beneficios de esta unión amorosa sobrepujan a todos los deseos de la  esposa. Habla de la suspensión de las potencias y dice cómo algunas almas llegan en poco tiempo a esta oración tan subida (1).

1. Pues estando ya la Esposa descansada debajo de sombra tan deseada, y con tanta razón, ¿qué le queda que desear a un alma que llega aquí, si no es que no le falte aquel bien para siempre? A ella no parece que hay más que desear; mas a nuestro Rey sacratísimo fáltale mucho por dar; nunca querría hacer otra cosa, si hallase a quién. Y, como he dicho muchas veces, deseo, hijas, que nunca se os olvide no se contenta el Señor con darnos tan poco como son nuestros deseos; yo lo he visto acá. 

En algunas cosas que comienza uno a pedir al Señor, le da en qué merezca y cómo padezca algo por El, no yendo su intento a más de lo que le parece sus fuerzas alcanzan. Como Su Majestad las puede hacer crecer, en pago de aquello poquito que se determinó por El, dale tantos trabajos y persecuciones y enfermedades, que el pobre hombre no sabe de sí.

2. A mí misma me acaeció en harta mocedad y decir algunas veces: ¡Oh Señor, que no querría yo tanto! Mas daba Su Majestad la fuerza de manera y la paciencia, que aun ahora me espanto cómo lo podría sufrir, y no trocaría aquellos trabajos por todos los tesoros del mundo.

Dice la Esposa: Metióme el Rey. Y ¡qué bien hinche este nombre, Rey poderoso, que no tiene superior, ni acabará su reinar para sin fin! El alma que está así a buen seguro que no le falta fe para conocer mucho de la grandeza de este Rey, que todo lo que es, es imposible en esta vida mortal (2).

3. Dice que la metió en la bodega del vino; ordenó en mí la caridad. Entiendo yo de aquí que es grande la grandeza de esta merced. Porque puede ser dar a beber más o menos y de un vino bueno y otro mejor, y embriagar y emborrachar a uno más o menos. Así es en las mercedes del Señor, que a uno da poco vino de devoción, a otro más, a otro crece de manera que le comienza a sacar de sí, de su sensualidad y de todas las cosas de la tierra; a otros, da hervor grande en su servicio; a otros, ímpetus; a otros, gran caridad con los prójimos; de manera, que andan tan embebecidos que no sienten los trabajos grandes que aquí pasan. 

Mas lo que dice la Esposa es mucho junto. Métela en la bodega para que allí más sin tasa pueda salir rica. No parece que el Rey quiere dejarle nada por dar, sino que beba conforme a su deseo y se embriague bien, bebiendo de todos esos vinos que hay en la despensa de Dios. Gócese de esos gozos; admírese de sus grandezas; no tema perder la vida de beber tanto, que sea sobre la flaqueza de su natural; muérase en ese paraíso de deleites. ¡Bienaventurada tal muerte que así hace vivir! Y verdaderamente así lo hace; porque son tan grandes las maravillas que el alma entiende, sin entender cómo lo entiende, que queda tan fuera de sí como ella misma lo dice en decir: Ordenó en mí la caridad.

4. ¡Oh palabras que nunca se habían de olvidar al alma, a quien nuestro Señor regala! ¡Oh soberana merced, y qué sin poderse merecer, si el Señor no diese caudal para ello! Bien que aun para amar no se halla despierta; mas bienaventurado sueño, dichosa embriaguez, que hace suplir al Esposo lo que el alma no puede, que es dar orden tan maravillosa, que estando todas las potencias muertas o dormidas, quede el amor vivo; y que sin entender cómo obra, ordene el Señor que obre tan maravillosamente, que esté hecho una cosa con el mismo Señor del amor, que es Dios, con una limpieza grande; porque no hay quien le estorbe, ni sentidos, ni potencias, digo entendimiento y memoria; tampoco la voluntad se entiende.

5. Pensaba yo ahora si es cosa en que hay alguna diferencia la voluntad y el amor. Y paréceme que sí; no sé si es bobería. Paréceme el amor una saeta que envía la voluntad, que si va con toda la fuerza que ella tiene, libre de todas las cosas de la tierra, empleada en solo Dios, muy de verdad debe de herir a Su Majestad; de suerte que, metida en el mismo Dios, que es amor, torna de allí con grandísimas ganancias, como diré. Y es así que informado de algunas personas a quien ha llegado nuestro Señor a tan gran merced en la oración, que las llega a este embebecimiento santo con una suspensión, que aun en lo exterior se ve que no están en sí, preguntadas lo que sienten, en ninguna manera lo saben decir, ni supieron, ni pudieron entender cosa de cómo obra allí el amor.

6. Entiéndese bien las grandísimas ganancias que saca un alma de allí por los efectos y por las virtudes y la viva fe que le queda y el desprecio del mundo. Mas cómo se le dieron estos bienes y lo que el alma goza aquí, ninguna cosa se entiende si no es al principio cuando comienza, que es grandísima la suavidad. Así que, está claro ser lo que dice la Esposa, que la sabiduría de Dios suple aquí por el alma, y El ordena cómo gane tan grandísimas mercedes en aquel tiempo; porque estando tan fuera de sí y tan absorta que ninguna cosa puede obrar con las potencias, ¿cómo había de merecer? Pues ¿es posible que la hace Dios merced tan grande para que pierda el tiempo y no gane nada en El? No es de creer.

7. ¡Oh secretos de Dios! Aquí no hay más de rendir nuestros entendimientos y pensar que para entender las grandezas de Dios no valen nada. Aquí viene bien el acordarnos cómo lo hizo con la Virgen nuestra Señora con toda la sabiduría que tuvo, y cómo preguntó al ángel: ¿Cómo será ésto? En diciéndole: El Espíritu Santo sobrevendrá en tí; la virtud del muy alto te hará sombra (3), no curó de más disputas. Como quien tenía tan gran fe y sabiduría, entendió luego que, interviniendo estas dos cosas, no había más que saber ni dudar. No como algunos letrados (que no les lleva el Señor por este modo de oración ni tienen principio de espíritu), que quieren llevar las cosas por tanta razón y tan medidas por sus entendimientos, que no parece sino que han ellos con sus letras de comprender todas las grandezas de Dios. ¡Si deprendiesen algo de la humildad de la Virgen sacratísima!

8. ¡Oh Señora mía, cuán al cabal se puede entender por Vos lo que pasa Dios con la Esposa, conforme a lo que dice en los Cánticos! Y así lo podéis ver, hijas, en el Oficio que rezamos de nuestra Señora cada semana, lo mucho que está de ellos en antífonas y lecciones. En otras almas podránlo entender cada uno como Dios lo quiere dar a entender, que muy claro podrá ver si ha llegado a recibir algo de estas mercedes, semejantes a esto que dice la Esposa: Ordenó en mí la caridad; porque no saben adónde estuvieron, ni cómo en regalo tan subido contentaron al Señor; qué se hicieron, pues no le daban gracias por ello.

9. ¡Oh alma amada de Dios!; no te fatigues, que cuando Su Majestad te llega aquí y te habla tan regaladamente, como verás en muchas palabras que dice en los Canticos ( (4) a la Esposa, como Toda eres hermosa, amiga mía (5), y otras ­como digo­ muchas en que muestra el contento que tiene de ella, de creer es que no consentirá que le descontente a tal tiempo, sino que la ayudará a lo que ella no supiere para contentarse de ella más. Vela perdida de sí, enajenada por amarle, y que la misma fuerza del amor le ha quitado el entendimiento para poderle más amar. Sí, que no ha de sufrir, ni suele ni puede Su Majestad dejar de darse a quien se le da toda.

10. Paréceme a mí que va Su Majestad esmaltando sobre este oro que ya tiene aparejado con sus dones y tocado, para ver de qué quilates es el amor que le tiene, por mil maneras y modos que el alma que llega aquí podrá decir. Esta alma, que es el oro, estáse en este tiempo sin hacer más movimiento ni obrar más por sí que estaría el mismo oro; y la divina sabiduría, contenta de verla así (como hay tan pocas que con esta fuerza le amen) va asentando en este oro muchas piedras preciosas y esmaltes con mil labores.

11. Pues esta alma, ¿qué hace en este tiempo? Esto es lo que no se puede entender ni saber más de lo que dice la Esposa: Ordenó en mí la caridad. Ella, al menos si ama, no sabe cómo, ni entiende qué es lo que ama; el grandísimo amor que la tiene el Rey que la ha traído a tan gran estado, debe de haber juntado el amor de esta alma a Sí de manera que no lo merece entender el entendimiento, sino estos dos amores se tornan uno. Y puesto tan verdaderamente y junto con el de Dios, ¿cómo le ha de alcanzar el entendimiento? Piérdele de vista en aquel tiempo, que nunca dura mucho, sino con brevedad, y allí le ordena de manera Dios que sabe bien contentar a Su Majestad entonces, y aun después, sin que el entendimiento lo entienda, como queda dicho. Mas entiéndelo bien después que ve esta alma tan esmaltada y compuesta de piedras y perlas de virtudes, que le tiene espantado y puede decir: ¿Quién es ésta que ha quedado como el sol? (6).

¡Oh verdadero Rey, y qué razón tuvo la Esposa de poneros este nombre! Pues en un momento podéis dar riquezas y ponerlas en un alma que se gozan para siempre. ¡Qué ordenado deja el amor en esta alma!

12. Yo podré dar buenas señas de esto, porque he visto algunas. De una me acuerdo ahora que en tres días la dio el Señor bienes, que si la experiencia de haber ya algunos años y siempre mejorando no me lo hicieran creer, no me parecía posible; y aun a otra en tres meses (7), y entrambas eran de poca edad. Otras he visto que después de mucho tiempo les hace Dios esta merced. 

He dicho de estas dos, y de algunas otras podía decir, porque he escrito aquí que son pocas las almas que, sin haber pasado muchos años de trabajos, les hace nuestro Señor estas mercedes, para que se entienda son algunas. No se ha de poner tasa a un Señor tan grande y tan ganoso de hacer mercedes. Acaece, y esto es cosa casi ordinario, cuando el Señor llega a un alma a hacerle estas mercedes. Digo que sean mercedes de Dios, no sean ilusiones o melancolías o ensayos que hace la misma naturaleza. Esto el tiempo lo viene a descubrir, y aun estotro bien, porque quedan las virtudes tan fuertes y el amor tan encendido, que no se encubre, porque siempre, aun sin querer, aprovechan otras almas.

13. Ordenó en mí el Rey la caridad, tan ordenada, que el amor que tenía al mundo se le quita; y el que a sí, le vuelve en desamor; y el que a sus deudos, queda de suerte que sólo los quiere por Dios; y el que a los prójimos y el que a los enemigos, no se podrá creer si no se prueba; es muy crecido; el que a Dios, tan sin tasa, que la aprieta algunas veces más que puede sufrir su bajo natural. Y como ve que ya desfallece y va a morir, dice: Sostenedme con flores, y acompañadme de manzanas, porque desfallezco de mal de amores (8).

NOTAS AL CAPÍTULO 6

1 Cf. c. 5, n. 6, y c. 2, n. 17.
2 Corregimos la frase final por el ms. de Baeza.
3 Lc 1, 34-35.
4 El ms. de Baeza ofrece esta variante: ...en los Cánticos, que dice tantas y tantas variantes tan tiernas...
5 Cant. 4, 7.
6 Cant. 6, 9.
7 Y otra en menos de quince días: así en el ms. de Consuegra, texto omitido en el de Las Nieves, y truncado en el de Baeza.
8 Cant. 2, 5. - Corregido por el ms. de Baeza.

Fuente: Mercaba