Trata de cómo los beneficios de esta
unión amorosa sobrepujan a todos los deseos de la esposa. Habla de la
suspensión de las potencias y dice cómo algunas almas llegan en poco tiempo a
esta oración tan subida (1).
1. Pues estando ya la Esposa descansada debajo de sombra tan
deseada, y con tanta razón, ¿qué le queda que desear a un alma que llega aquí,
si no es que no le falte aquel bien para siempre? A ella no parece que hay más
que desear; mas a nuestro Rey sacratísimo fáltale mucho por dar; nunca querría
hacer otra cosa, si hallase a quién. Y, como he dicho muchas veces, deseo,
hijas, que nunca se os olvide no se contenta el Señor con darnos tan poco como
son nuestros deseos; yo lo he visto acá.
En algunas cosas que comienza uno a
pedir al Señor, le da en qué merezca y cómo padezca algo por El, no yendo su
intento a más de lo que le parece sus fuerzas alcanzan. Como Su Majestad las
puede hacer crecer, en pago de aquello poquito que se determinó por El, dale
tantos trabajos y persecuciones y enfermedades, que el pobre hombre no sabe de
sí.
Dice la Esposa: Metióme el Rey. Y ¡qué bien hinche este
nombre, Rey poderoso, que no tiene superior, ni acabará su reinar para sin fin!
El alma que está así a buen seguro que no le falta fe para conocer mucho de la
grandeza de este Rey, que todo lo que es, es imposible en esta vida mortal (2).
3. Dice que la metió en la bodega del vino; ordenó en mí la
caridad. Entiendo yo de aquí que es grande la grandeza de esta merced. Porque
puede ser dar a beber más o menos y de un vino bueno y otro mejor, y embriagar
y emborrachar a uno más o menos. Así es en las mercedes del Señor, que a uno da
poco vino de devoción, a otro más, a otro crece de manera que le comienza a
sacar de sí, de su sensualidad y de todas las cosas de la tierra; a otros, da
hervor grande en su servicio; a otros, ímpetus; a otros, gran caridad con los
prójimos; de manera, que andan tan embebecidos que no sienten los trabajos
grandes que aquí pasan.
Mas lo que dice la Esposa es mucho junto. Métela en la
bodega para que allí más sin tasa pueda salir rica. No parece que el Rey quiere
dejarle nada por dar, sino que beba conforme a su deseo y se embriague bien,
bebiendo de todos esos vinos que hay en la despensa de Dios. Gócese de esos
gozos; admírese de sus grandezas; no tema perder la vida de beber tanto, que
sea sobre la flaqueza de su natural; muérase en ese paraíso de deleites.
¡Bienaventurada tal muerte que así hace vivir! Y verdaderamente así lo hace;
porque son tan grandes las maravillas que el alma entiende, sin entender cómo
lo entiende, que queda tan fuera de sí como ella misma lo dice en decir: Ordenó
en mí la caridad.
4. ¡Oh palabras que nunca se habían de olvidar al alma, a
quien nuestro Señor regala! ¡Oh soberana merced, y qué sin poderse merecer, si
el Señor no diese caudal para ello! Bien que aun para amar no se halla
despierta; mas bienaventurado sueño, dichosa embriaguez, que hace suplir al
Esposo lo que el alma no puede, que es dar orden tan maravillosa, que estando
todas las potencias muertas o dormidas, quede el amor vivo; y que sin entender
cómo obra, ordene el Señor que obre tan maravillosamente, que esté hecho una
cosa con el mismo Señor del amor, que es Dios, con una limpieza grande; porque
no hay quien le estorbe, ni sentidos, ni potencias, digo entendimiento y
memoria; tampoco la voluntad se entiende.
5. Pensaba yo ahora si es cosa en que hay alguna diferencia
la voluntad y el amor. Y paréceme que sí; no sé si es bobería. Paréceme el amor
una saeta que envía la voluntad, que si va con toda la fuerza que ella tiene,
libre de todas las cosas de la tierra, empleada en solo Dios, muy de verdad
debe de herir a Su Majestad; de suerte que, metida en el mismo Dios, que es
amor, torna de allí con grandísimas ganancias, como diré. Y es así que
informado de algunas personas a quien ha llegado nuestro Señor a tan gran
merced en la oración, que las llega a este embebecimiento santo con una
suspensión, que aun en lo exterior se ve que no están en sí, preguntadas lo que
sienten, en ninguna manera lo saben decir, ni supieron, ni pudieron entender
cosa de cómo obra allí el amor.
6. Entiéndese bien las grandísimas ganancias que saca un
alma de allí por los efectos y por las virtudes y la viva fe que le queda y el
desprecio del mundo. Mas cómo se le dieron estos bienes y lo que el alma goza
aquí, ninguna cosa se entiende si no es al principio cuando comienza, que es
grandísima la suavidad. Así que, está claro ser lo que dice la Esposa, que la
sabiduría de Dios suple aquí por el alma, y El ordena cómo gane tan grandísimas
mercedes en aquel tiempo; porque estando tan fuera de sí y tan absorta que
ninguna cosa puede obrar con las potencias, ¿cómo había de merecer? Pues ¿es
posible que la hace Dios merced tan grande para que pierda el tiempo y no gane
nada en El? No es de creer.
7. ¡Oh secretos de Dios! Aquí no hay más de rendir nuestros
entendimientos y pensar que para entender las grandezas de Dios no valen nada.
Aquí viene bien el acordarnos cómo lo hizo con la Virgen nuestra Señora con
toda la sabiduría que tuvo, y cómo preguntó al ángel: ¿Cómo será ésto? En
diciéndole: El Espíritu Santo sobrevendrá en tí; la virtud del muy alto te hará
sombra (3), no curó de más disputas. Como quien tenía tan gran fe y sabiduría,
entendió luego que, interviniendo estas dos cosas, no había más que saber ni
dudar. No como algunos letrados (que no les lleva el Señor por este modo de
oración ni tienen principio de espíritu), que quieren llevar las cosas por
tanta razón y tan medidas por sus entendimientos, que no parece sino que han
ellos con sus letras de comprender todas las grandezas de Dios. ¡Si
deprendiesen algo de la humildad de la Virgen sacratísima!
8. ¡Oh Señora mía, cuán al cabal se puede entender por Vos
lo que pasa Dios con la Esposa, conforme a lo que dice en los Cánticos! Y así
lo podéis ver, hijas, en el Oficio que rezamos de nuestra Señora cada semana,
lo mucho que está de ellos en antífonas y lecciones. En otras almas podránlo
entender cada uno como Dios lo quiere dar a entender, que muy claro podrá ver
si ha llegado a recibir algo de estas mercedes, semejantes a esto que dice la
Esposa: Ordenó en mí la caridad; porque no saben adónde estuvieron, ni cómo en
regalo tan subido contentaron al Señor; qué se hicieron, pues no le daban
gracias por ello.
9. ¡Oh alma amada de Dios!; no te fatigues, que cuando Su
Majestad te llega aquí y te habla tan regaladamente, como verás en muchas
palabras que dice en los Canticos ( (4) a la Esposa, como Toda eres hermosa,
amiga mía (5), y otras como digo muchas en que muestra el contento que tiene
de ella, de creer es que no consentirá que le descontente a tal tiempo, sino
que la ayudará a lo que ella no supiere para contentarse de ella más. Vela
perdida de sí, enajenada por amarle, y que la misma fuerza del amor le ha
quitado el entendimiento para poderle más amar. Sí, que no ha de sufrir, ni
suele ni puede Su Majestad dejar de darse a quien se le da toda.
10. Paréceme a mí que va Su Majestad esmaltando sobre este
oro que ya tiene aparejado con sus dones y tocado, para ver de qué quilates es
el amor que le tiene, por mil maneras y modos que el alma que llega aquí podrá
decir. Esta alma, que es el oro, estáse en este tiempo sin hacer más movimiento
ni obrar más por sí que estaría el mismo oro; y la divina sabiduría, contenta
de verla así (como hay tan pocas que con esta fuerza le amen) va asentando en
este oro muchas piedras preciosas y esmaltes con mil labores.
11. Pues esta alma, ¿qué hace en este tiempo? Esto es lo que
no se puede entender ni saber más de lo que dice la Esposa: Ordenó en mí la
caridad. Ella, al menos si ama, no sabe cómo, ni entiende qué es lo que ama; el
grandísimo amor que la tiene el Rey que la ha traído a tan gran estado, debe de
haber juntado el amor de esta alma a Sí de manera que no lo merece entender el
entendimiento, sino estos dos amores se tornan uno. Y puesto tan verdaderamente
y junto con el de Dios, ¿cómo le ha de alcanzar el entendimiento? Piérdele de
vista en aquel tiempo, que nunca dura mucho, sino con brevedad, y allí le
ordena de manera Dios que sabe bien contentar a Su Majestad entonces, y aun
después, sin que el entendimiento lo entienda, como queda dicho. Mas entiéndelo
bien después que ve esta alma tan esmaltada y compuesta de piedras y perlas de
virtudes, que le tiene espantado y puede decir: ¿Quién es ésta que ha quedado
como el sol? (6).
¡Oh verdadero Rey, y qué razón tuvo la Esposa de poneros
este nombre! Pues en un momento podéis dar riquezas y ponerlas en un alma que
se gozan para siempre. ¡Qué ordenado deja el amor en esta alma!
12. Yo podré dar buenas señas de esto, porque he visto
algunas. De una me acuerdo ahora que en tres días la dio el Señor bienes, que
si la experiencia de haber ya algunos años y siempre mejorando no me lo
hicieran creer, no me parecía posible; y aun a otra en tres meses (7), y
entrambas eran de poca edad. Otras he visto que después de mucho tiempo les hace
Dios esta merced.
He dicho de estas dos, y de algunas otras podía decir, porque
he escrito aquí que son pocas las almas que, sin haber pasado muchos años de
trabajos, les hace nuestro Señor estas mercedes, para que se entienda son
algunas. No se ha de poner tasa a un Señor tan grande y tan ganoso de hacer
mercedes. Acaece, y esto es cosa casi ordinario, cuando el Señor llega a un
alma a hacerle estas mercedes. Digo que sean mercedes de Dios, no sean
ilusiones o melancolías o ensayos que hace la misma naturaleza. Esto el tiempo
lo viene a descubrir, y aun estotro bien, porque quedan las virtudes tan
fuertes y el amor tan encendido, que no se encubre, porque siempre, aun sin
querer, aprovechan otras almas.
13. Ordenó en mí el Rey la caridad, tan ordenada, que el
amor que tenía al mundo se le quita; y el que a sí, le vuelve en desamor; y el
que a sus deudos, queda de suerte que sólo los quiere por Dios; y el que a los
prójimos y el que a los enemigos, no se podrá creer si no se prueba; es muy
crecido; el que a Dios, tan sin tasa, que la aprieta algunas veces más que
puede sufrir su bajo natural. Y como ve que ya desfallece y va a morir, dice:
Sostenedme con flores, y acompañadme de manzanas, porque desfallezco de mal de
amores (8).
NOTAS AL CAPÍTULO 6
1 Cf. c.
5, n. 6, y c. 2, n. 17.
2
Corregimos la frase final por el ms. de Baeza.
3 Lc 1,
34-35.
4 El ms.
de Baeza ofrece esta variante: ...en los Cánticos, que dice tantas y tantas
variantes tan tiernas...
5 Cant.
4, 7.
6 Cant.
6, 9.
7 Y otra
en menos de quince días: así en el ms. de Consuegra, texto omitido en el de Las
Nieves, y truncado en el de Baeza.
8 Cant.
2, 5. - Corregido por el ms. de Baeza.
Fuente: Mercaba
