Trata de la verdadera paz que Dios
concede al alma, su unión con ella, y de los ejemplos de caridad heroica de
algunos siervos de Dios.
1. ¡Oh santa Esposa!, vengamos a lo que
vos pedís, que es aquella santa paz, que hace aventurar al alma a ponerse a
guerra con todos los del mundo quedando ella con toda seguridad y pacífica.
¡Oh, qué dicha tan grande será alcanzar esta merced!, pues es juntarse con la
voluntad de Dios, de manera que no haya división entre El y ella, sino que sea
una misma voluntad; no por palabras, no por solos deseos, sino puesto por obra;
de manera que en entendiendo que sirve más a su Esposo en una cosa, haya tanto
amor y deseo de contentarle, que no escuche las razones que le dará el
entendimiento, ni los temores que le pondrá, sino que deje obrar la fe de
manera que no mire provecho ni descanso, sino acabe ya de entender que en esto
está todo su provecho.
2. Pareceros ha, hijas, que eso no va
bien, pues es tan loable cosa hacer las cosas con discreción (1). Habéis de
mirar un punto, que es entender que ha el Señor (a lo que vos podéis entender,
digo, que cierto no se puede saber) oída vuestra petición, de besaros con beso
de su boca. Que si esto conocéis por los efectos, no hay que deteneros en nada,
sino olvidaros de vos por contentar a este tan dulce Esposo. Su Majestad se da
a sentir a los que gozan de esta merced, con muchas muestras.
Una es
menospreciar todas las cosas de la tierra, estimarlas en tan poco como ellas
son, no querer bien suyo porque ya tiene entendido su vanidad, no se alegrar
sino con los que aman a su Señor; cánsale la vida, tiene en la estima las
riquezas que ellas merecen; otras cosas semejantes a éstas, que enseña el que
las puso en tal estado.
3. Llegada aquí el alma, no tiene qué
temer si no es si no ha de merecer que Dios se quiera servir de ella en darla
trabajos y ocasión para que pueda servirle, aunque sea muy a su costa. Así que
aquí, como he dicho (2), obra el amor y la fe y no se quiere aprovechar el alma
de lo que la enseña el entendimiento, porque esta unión que entre el Esposo y
Esposa hay, la ha enseñado otras cosas que él no alcanza y tráele debajo de los
pies (3). Pongamos una comparación para que lo entendáis. Está uno cautivo en
tierra de moros. Este tiene un padre pobre o un grande amigo, y si éste no le
rescata, no tiene remedio. Para haberle de rescatar no bastó lo que tiene, sino
que ha él de ir a servir por él. El grande amor que le tiene pide que quiera
más la libertad de su amigo que la suya; mas luego viene la discreción con
muchas razones y dice que más obligado es a sí, y podrá ser que tenga él menos
fortaleza que el otro y que le hagan dejar la fe, que no es bien ponerse en
este peligro, y otras muchas cosas.
4. ¡Oh amor fuerte de Dios! ¡Y cómo no
le parece que ha de haber cosa imposible a quien ama! ¡Oh dichosa alma que ha
llegado a alcanzar esta paz de su Dios, que esté señoreada sobre todos los
trabajos y peligros del mundo, que ninguno teme, a cuento de servir a tan buen
Esposo y Señor, y con más razón que la tiene este pariente y amigo que hemos
dicho! (4) Pues ya habéis leído, hijas, de un Santo, y que no por hijo, ni por
amigo, sino porque debía bien haber llegado a esta ventura tan buena de que le
hubiese Dios dado esta paz, y por contentar a Su Majestad e imitarle en algo lo
mucho que hizo por nosotros, se fue a trocar por hijo de una viuda, que vino a
él fatigada, a tierra de moros. Ya habéis leído cuán bien le sucedió, y con la
ganancia que vino (5).
5. "Creería yo que su
entendimiento no dejaría de representarle algunas más razones de las que dije,
porque era obispo y había de dejar sus ovejas, y por ventura tendría temores.
Mirad una cosa que se me ofrece ahora y viene a propósito para los que de su
natural son pusilánimes y de ánimo flaco, que por la mayor parte serán mujeres,
y aunque en hecho de verdad su alma haya llegado a este estado, su flaco
natural teme. Es menester tener aviso, porque esta flaqueza natural nos hará
perder una gran corona. Cuando os hallareis con esta pusilanimidad, acudid a la
fe y humildad y no dejéis de acometer con fe, que Dios lo puede todo, y así
pudo dar fortaleza a muchas niñas santas, y se la dio para pasar tantos
tormentos, como se determinaron a pasar por El.
6. "De esta determinación quiere
hacerle señor de este libre albedrío, que no ha menester El nuestro esfuerzo de
nada: antes gusta Su Majestad de querer que resplandezcan sus obras en gente
flaca, porque hay más lugar de obrar su poder y de cumplir el deseo que tiene
de hacernos mercedes. Para esto os han de aprovechar las virtudes que Dios os
ha dado, para hacer con determinación y dar de mano a las razones del
entendimiento y a vuestra flaqueza y para no dar lugar a que crezca con pensar
"si será, si no será", "quizá por mis pecados no mereceré yo que
me dé fortaleza como a otros ha lado". No es ahora tiempo de pensar
vuestros pecados: dejadlos aparte, que no es ahora tiempo de pensar vuestros
pecados, como he dicho; que no es con sazón esa humildad; es a mala coyuntura.
7. "Cuando os quisieren dar una
cosa muy honrosa, o cuando os incite el demonio a vida regalada, o a otras
semejantes cosas, temed que por vuestros pecados no lo podréis llevar con
rectitud; y cuando hubiereis de padecer algo por nuestro Señor o por el
prójimo, no hayáis miedo de vuestros pecados. Con tanta caridad podríais hacer
una obra de éstas, que os los perdonase todos, y de esto ha miedo el demonio, y
por esto os los trae a la memoria entonces. Y tened por cierto, que nunca
dejará el Señor a sus amadores, cuando por solo El se aventuran. Si llevan
otros intentos de propio interés, eso miren, que yo no hablo sino de los que
pretenden contentar con la mayor perfección al Señor".
8. Y ahora en nuestros tiempos, conozco
yo una persona y vosotras la visteis, que me vino a ver a mi que la movía el
Señor con tan gran caridad que le costó hartas lágrimas no poderse ir a trocar
por un cautivo. El lo trató conmigo; era de los Descalzos de fray Pedro de
Alcántara; (6) y después de muchas importunaciones, recaudó licencia de su
General, y estando cuatro leguas de Argel, que iba a cumplir su buen deseo, le
llevó el Señor consigo. ¡Y a buen seguro que llevó buen premio! Pues ¡qué de
discretos había que le decían era disparate! A los que no llegamos a amar tanto
al Señor, así nos parece. Y ¡cuán mayor disparate es acabársenos este sueño de
esta vida con tanto seso, que plega a Dios merezcamos entrar en el cielo,
cuánto más ser de estos que tanto se aventajaron en amar a Dios!
9. Ya yo veo es menester gran ayuda
suya para cosas semejantes; y por esto os aconsejo, hijas, que siempre con la
Esposa pidáis esta paz tan regalada y que así señorea todos estos temorcillos
del mundo, que con todo sosiego y quietud le da batería. ¿No está claro que a
quien Dios hiciere tan gran merced de juntarse con un alma en tanta amistad,
que la ha de dejar bien rica de bienes suyos? Porque, cierto, estas cosas no
pueden ser nuestras. El pedir y desear nos haga esta merced, podemos, y aun
esto con su ayuda; que lo demás, ¿qué ha de poder un gusano, que el pecado le
tiene tan acobardado y miserable, que todas las virtudes imaginamos tasadamente
como nuestro bajo natural?
¿Pues qué remedio, hijas? Pedir con la
Esposa. Si una labradorcilla se casase con el rey y tuviese hijos, ¿ya no
quedan de sangre real? Pues si a un alma nuestro Señor hace tanta merced que
tan sin división se junte con ella, ¿qué deseos, qué efectos, qué hijos de
obras heroicas podrán nacer e allí si no fuere por su culpa? (7).
10. "Por eso os torno a decir, que
para cosas semejantes, si el Señor os hiciera merced que se ofrezcan hacerlas
por El, que no hagáis caso de haber sido pecadoras. Es menester aquí que
señoree la fe a nuestra miseria, y no os espantéis si al principio de determinaros,
y aun después sintiereis temor y flaqueza; ni hagáis caso de ello, si no es
para avivaros más; dejad hacer su oficio a la carne; (8) mirad que dice el buen
Jesús en la oración del Huerto: La carne es enferma, y acuérdeseos de aquel tan
admirable y lastimoso sudor. Pues si aquella carne divina y sin pecado, dice Su
Majestad que es enferma, ¿cómo queremos la nuestra tan fuerte que no sienta la
persecución que le puede venir y los trabajos? Y en ellos mismos será como
sujeta ya la carne al espíritu. Junta su voluntad con la de Dios, no se queja.
11. "Ofréceseme ahora aquí cómo
nuestro buen Jesús muestra la flaqueza de su humanidad antes de los trabajos, y
en el golfo de ellos tan gran fortaleza, que no sólo quejarse, mas ni en el
semblante no hizo cosa por donde pareciese que padecía con flaqueza. Cuando iba
al Huerto, dijo: Triste está mi ánima hasta la muerte; (9) y estando en la
cruz, que era ya pasando la muerte, no se queja. Cuando en la oración del
Huerto, iba a despertar a sus Apóstoles; pues con más razón se quejara a su
Madre y Señora nuestra cuando estaba al pie de la cruz y no dormida, sino
padeciendo su santísima ánima y muriendo dura muerte, y siempre nos consuela
más quejarnos a los que sabemos sienten nuestros trabajos y nos aman más.
12. "Así que no nos quejemos de
temores ni nos desanime ver flaco nuestro natural y esfuerzo; sino procuremos
de fortalecernos de humildad, y entender claramente lo poco que podemos
nosotros y que si Dios no nos favorece, no somos nada; y desconfiar de todo punto
de nuestras fuerzas y confiar de su misericordia, y que hasta estar ya en ello
es toda la flaqueza. Que no sin mucha causa lo mostró nuestro Señor; que claro
está que no la tenía, pues era la misma fortaleza, sino para consuelo nuestro y
para que entendamos lo que nos conviene ejercitar con obras nuestros deseos, y
miremos que al principio de mortificarse un alma, todo se le hace penoso; si
comienza a dejar regalos, pena; y si ha de dejar honra, tormento; y si ha de
sufrir una palabra mala, se le hace intolerable. En fin, nunca le faltan
tristezas hasta la muerte. Como acabare de determinarse de morir al mundo,
verse ha libre de estas penas; y todo al contrario, no haya miedo que se queje
ya, alcanzada la paz que pide la Esposa".
13. Por cierto que pienso que si nos
llegásemos al Santísimo Sacramento con gran fe y amor, que de una vez bastase
para dejarnos ricas, ¡cuánto más de tantas!; sino que no parece sino
cumplimiento el llegarnos a El y así nos luce tan poco. ¡Oh miserable mundo,
que así tienes tapados los ojos de los que viven en ti, que no vean los tesoros
con que podrían granjear riquezas perpetuas!
14. ¡Oh Señor del cielo y de la tierra!
¡Que es posible que aun estando en esta vida mortal se pueda gozar de Vos con
tan particular amistad! ¡Y que tan a las claras lo diga el Espíritu Santo en
estas palabras, y que aun no lo queramos entender! ¡Qué son los regalos con que
tratáis con las almas en estos Cánticos! ¡Qué requiebros, qué suavidades!, que
había de bastar una palabra de éstas a deshacernos en Vos.
Seáis bendito,
Señor, que por vuestra parte no perderemos nada. ¡Qué de caminos, por qué de
maneras, por qué de modos nos mostráis el amor! Con trabajos, con muerte tan
áspera con tormentos, sufriendo cada día injurias y perdonando. Y no sólo con esto,
sino con unas palabras tan heridoras para el alma que os ama, que la decís en
estos Cánticos (y) la enseñáis que os diga, que no sé yo cómo se pueden sufrir,
si Vos no ayudáis para que las sufra quien las siente, no como ellas merecen,
sino conforme a nuestra flaqueza.
15. Pues, Señor mío, no os pido otra
cosa en esta vida, sino que me beséis con beso de vuestra boca, y que sea de
manera que aunque yo me quiera apartar de esta amistad y unión, esté siempre,
Señor de mi vida, sujeta mi voluntad a no salir de la vuestra; que no haya cosa
que me impida pueda yo decir, Dios mío y gloria mía, con verdad que son mejores
tus pechos y más sabrosos que el vino (10).
NOTAS AL CAPÍTULO 3
1 Sigue un breve párrafo en los ms. de Las Nieves y
Consuegra.
2 En el n. 1.
3 Que él, el entendimiento, no entiende.
4 Para dar sentido a la frase añadimos el más, de
acuerdo con la anotación del P. Manuel de S. M. en el ms. de Alba. Los dos ms.
de Consuegra y Las Nieves modifican el texto, y en la frase siguiente
explicitan: "...habéis leído, hijas, de S. Paulino Obispo...".
5 Los tres nn. que siguen (5-7) se hallan sólo en
los ms. de Consuegra y Las Nieves. Los tomamos de aquél, introduciendo alguna
mejora del segundo. Advertimos otro tanto de los nn. 10-12.
6 Alude a fray Alonso de Cordobilla, natural del
pueblo de este nombre (provincia de Badajoz). Embarcado en Cádiz, murió en
Gibraltar el 28 de octubre de 1566.
7 Los nn. 19-22 están tomados del ms. de Consuegra.
8 El ms. de Consuegra: Avivaros más a dejar
ahacer... Lo corregimos por el de Las Nieves. - Sigue una cita de Mc 14, 38.
9 Mt 26, 38.
10 Ct 1, 1.
Fuente: Mercaba
Fuente: Mercaba
