Porque en
tus resplandores las profundas cavernas del sentido
17. Que son las potencias del alma, memoria,
entendimiento y voluntad, las cuales son tan profundas cuanto de grandes bienes
son capaces, pues no se llenan con menos que infinito. Las cuales, por lo que
padecen cuando están vacías, echaremos en alguna manera de ver lo que se gozan
y deleitan cuando de su Dios están llenas, pues que por un contrario se da luz
del otro.
Cuanto a lo primero, es de notar que estas cavernas de las potencias,
cuando no están vacías y purgadas y limpias de toda afección de criatura, no
sienten el vacío grande de su 31 profunda capacidad; porque en esta vida
cualquiera cosilla que a ellas se pegue basta para tenerlas tan embarazadas y
embelesadas que no sientan su daño, ni echen menos sus inmensos bienes, ni
conozcan su capacidad.
Y es cosa admirable que, con ser capaces de
infinitos bienes, baste el menor de ellos a embarazarlas de manera que no los
puedan recibir hasta de todo punto vaciarse, como luego diremos. Pero cuando
están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido espiritual;
porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente
penan, porque el manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es
Dios.
18. Cuanto a la primera caverna que aquí
ponemos, que es el entendimiento, su vacío es sed de Dios, y ésta es tan grande
que la compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo, no hallando otra mayor a qué
compararla, que dicen es vehementísima, diciendo: Así como desea el ciervo las
fuentes de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios. Y esta sed es de las aguas
de la sabiduría de Dios, que es el objeto del entendimiento.
19. La segunda caverna es la voluntad, y el vacío
de ésta es hambre de Dios tan grande que hace desfallecer al alma, según lo
dice también David (Sal. 83, 3) diciendo: Codicia y desfallece mi alma en los
tabernáculos del Señor. Y esta hambre es de la perfección de amor que el alma
pretende.
20. La tercera caverna es la memoria, y el vacío
de ésta es deshacimiento y derretimiento del alma por la posesión de Dios, como
lo nota Jeremías (Lm. 3, 20), diciendo. Memoria memor ero et tabescet in me
anima mea, esto es: Con memoria me acordaré (id est: mucho me acordaré) y
derretirse ha mi alma en mí; revolviendo estas cosas en mi corazón, viviré en
esperanza de Dios.
21. Es, pues, profunda la capacidad de estas
cavernas, porque lo que en ellas puede caber, que es Dios, es profundo e
infinito; y así será en cierta manera su capacidad infinita, y así su sed, sed
infinita, su hambre también infinita y profunda, su deshacimiento y pena es
muerte infinita. Que, aunque no se padece tan intensamente como en la otra
vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el
alma en cierta disposición para recibir su lleno. Aunque este penar es otro
temple, porque es en los senos del amor de la voluntad, que no es el que alivia
la pena, pues, cuanto mayor es, es tanto más impaciente por la posesión de su
Dios, a quien espera por momentos de intensa codicia.
22. Pero, (válgame Dios!, pues que es verdad
que, cuando el alma desea a Dios con entera verdad, tiene ya el que ama, como
dice san Gregorio sobre san Juan, )cómo pena por lo que ya tiene? Porque en el
deseo que dice san Pedro (1 Pe. 1, 12) que tienen los ángeles de ver al Hijo de
Dios, no hay alguna pena ni ansia, porque ya le poseen; y así le parece que, si
el alma cuanto más desea a Dios más le posee, y la posesión de Dios da deleite
y hartura al alma, como en los ángeles, que estando cumpliendo su deseo, en la
posesión se deleitan, estando siempre hartando su espiritual con el apetito,
sin fastidio de hartura; por lo cual, porque ni hay fastidio, siempre desean, y
porque hay posesión, no penan. Tanto más de hartura y deleite había el alma de
sentir aquí en este deseo cuanto mayor es el deseo, pues tanto más tiene a
Dios, y no de dolor y pena.
23. En esta cuestión viene bien notar la
diferencia que hay en tener a Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle
también por unión: que lo uno es bien quererse, y lo otro es también
comunicarse, que es tanta la diferencia como hay entre el desposorio y el
matrimonio. Porque en el desposorio sólo hay un igualado sí y una sola voluntad
de ambas partes y joyas y ornato de desposada, que se las da graciosamente el
desposado; mas en el matrimonio hay también comunicación de las personas y
unión. Y en el desposorio, aunque algunas veces hay vistas del esposo a la
esposa y las dádivas, como decimos, pero no hay unión de las personas, que es
el fin del desposorio.
24. Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a
tanta pureza en sí y en sus potencias que la voluntad esté muy purgada de otros
gustos y apetitos extraños, según la parte inferior y superior, y enteramente
dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios y del
alma una en un consentimiento pronto y libre, ha llegado a tener a Dios por
gracia de voluntad, todo lo que puede por vía de voluntad y gracia. Y esto es
haberle, Dios dado en el sí de ella su verdadero sí y entero de su gracia.
Y éste es un alto estado de desposorio
espiritual del alma con el Verbo, en el cual el Esposo la hace grandes mercedes
y la visita amorosísimamente muchas veces, en que ella recibe grandes favores y
deleites. Pero no tienen que ver con los del matrimonio, porque todos son
disposiciones para la unión del matrimonio; que, aunque es verdad que esto pasa
en el alma que está purgadísima de toda afección de criatura (porque no se hace
el desposorio espiritual, como decimos, hasta esto), todavía ha menester el
alma otras disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que la
va más purificando y hermoseando y adelgazando para estar decentemente
dispuesta para tan alta unión. Y en esto pasa tiempo, en unas más y en otras
menos, porque lo va Dios haciendo al modo del alma.
Y esto es figurado por aquellas doncellas que
fueron escogidas para el rey Asuero (Et. 2, 24; 12, 4), que, aunque las habían
sacado de sus tierras y de la casa de sus padres, todavía antes que llegasen al
lecho del rey las tenían un año (aunque en el palacio) encerradas, de manera
que el medio año se estaban disponiendo con ciertos ungüentos de mirra y otras
especias, y el otro medio año con otros ungüentos más subidos; y, después de
esto iban al lecho del rey.
25. En el tiempo, pues, de este desposorio y
espera del matrimonio en las unciones del Espíritu Santo, cuando son ya más
altos ungüentos de disposiciones para la unión de Dios suelen ser las ansias de
las cavernas del alma extremadas y delicadas. Porque como aquellos ungüentos
son ya más próximamente dispositivos para la unión de Dios, porque son más
allegados a Dios, y por esto saborean al alma y la engolosinan más
delicadamente de Dios, es el deseo más delicado y profundo, porque el deseo de
Dios es disposición para unirse con Dios.
26. ¡Oh qué buen lugar era éste para avisar a
las almas que Dios llega a estas delicadas unciones, que miren lo que hacen y
en cuyas manos se ponen, porque no vuelvan atrás!, sino que es fuera del
propósito a que vamos hablando. Mas es tanta la mancilla y lástima que cae en
mi corazón ver volver las almas atrás, no solamente no se dejando ungir de
manera que pase la unción adelante, sino aún perdiendo los efectos de la
unción, que no tengo de dejar de avisarles aquí acerca de esto lo que deben
hacer para evitar tanto daño, aunque nos detengamos un poco en volver al
propósito (que yo volveré luego a él), aunque todo hace a la inteligencia de la
propiedad de estas cavernas. Y por ser muy necesario no sólo para estas almas
que van tan prósperas, sino también para todas las demás que buscan a su Amado,
lo quiero decir.
27. Cuanto a lo primero, es de saber que, si el
alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella; y si ella le envía a él
sus amorosos deseos, que fe son a él tan olorosos como la virgulica del humo
que sale de las especias aromáticas de la mirra y del incienso (Ct. 3, 6), él a
ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la trae y hace correr hacia él
(Ct. 1, 3), que son sus divinas inspiraciones y toques; los cuales, siempre que
son suyos, van ceñidos y regulados con motivo de la perfección de la ley de
Dios y de la fe, por cuya perfección ha de ir el alma siempre llegándose más a
Dios. Y así ha de entender el alma que el deseo de Dios en todas las mercedes
que le hace en las unciones y olores de sus ungüentos, es disponerla para otros
más subidos y delicados ungüentos más al temple de Dios, hasta que venga en tan
delicada y pura disposición que merezca la unión de Dios y transformación
sustancial en todas sus potencias.
28. Advirtiendo, pues, el alma que en este
negocio es Dios el principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por
la mano a donde ella no sabría ir, que es a las cosas sobrenaturales que no
puede su entendimiento ni voluntad ni memoria saber cómo son: todo su principal
cuidado ha de ser mirar que no ponga obstáculo a la guía, que es el Espíritu
Santo, según el camino por donde la lleva Dios, ordenado en ley de Dios y fe,
como decimos. Y este impedimento le puede venir si se deja llevar de otro
ciego. Y los ciegos que la podrían sacar del camino son tres, conviene a saber:
el maestro espiritual, y el demonio, y ella misma.
29. Cuanto a lo primero, conviénele grandemente
al alma que quiere aprovechar y no volver atrás, mirar en cuyas manos se pone,
porque, cual fuera el maestro, tal será el discípulo, y cual el padre, tal el
hijo. Y para este camino, a lo menos para el más subido de él, y aun para lo
mediano, apenas hallará una guía cabal según todas las partes que ha menester,
porque ha menester ser sabio y discreto y experimentado. Porque, para guiar el
espiritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay
experiencia de lo más subido, no atinará a encaminar al alma en ello, cuando
Dios se lo da.
Y podríanla hacer harto daño, porque, no entendiendo ellos la
vía del espíritu, muchas veces hacen perder a las almas la unción de estos
delicados ungüentos con que el Espíritu Santo las va disponiendo para sí, por
otros modos rateros que ellos han leído por ahí, que no sirven sino para
principiantes. Que, no sabiendo ellos más que para principiantes, y aun eso
plegue a Dios, no quieren dejar a las almas pasar, aunque Dios las quiera
llevar, a más de aquellos principios y modos discursivos e imaginarios, para
que nunca excedan y salgan de la capacidad natural, con que ellos pueden hacer
muy poca hacienda.
Fuente: Portal Carmelitano