SAN JUAN DE LA CRUZ: LLAMA DE AMOR VIVA (Canción 3)

En cuyos resplandores.

9. Ya queda dado a entender que estos resplandores son las comunicaciones de estas divinas lámparas, en las cuales el alma unida resplandece con sus potencias, memoria, entendimiento y voluntad, ya esclarecidas y unidas en estas noticias amorosas. Lo cual se ha de entender que esta ilustración de resplandores no es como hace la llama material cuando con sus llamaradas alumbra y calienta las cosas que están fuera de ella, sino como las que están dentro de ella, como lo está aquí el alma.

Que por eso dice: En cuyos resplandores, que es decir, dentro, no cerca, sino dentro de sus resplandores, en las llamas de las lámparas, transformada el alma en llama. Y así, diremos que es como el aire que está dentro de la llama encendido y transformado en fuego, porque la llama no es otra cosa sino aire inflamado, y los movimientos que hace aquella llama ni son sólo de aire, ni son sólo de fuego, sino junto de aire y fuego, y el fuego hace arder al aire que en sí tiene inflamado.

10. Y a este talle entenderemos que el alma con sus potencias está esclarecida dentro de los resplandores de Dios. Y los movimientos de esta llama que son vibramientos y llamear que habemos arriba dicho, no los hace sólo el alma que está transformada en la llama del Espíritu Santo, ni los hace sólo él, sino él y el alma juntos, moviendo él al alma, como hace el fuego al aire inflamado. Y así, estos movimientos de Dios y el alma juntos, no sólo son resplandores sino glorificaciones de Dios que hace al alma.

Porque estos movimientos o vibramientos son los juegos y fiestas alegres que en el segundo verso de la primera canción decíamos que hacia el Espíritu Santo en el alma, en los cuales parece que siempre la está queriendo acabar de dar la vida eterna; y así, aquellos movimientos y llamaradas son como provocamientos que está haciendo al alma para acabarla de trasladar a su perfecta gloria, entrándola ya de veras en sí.

Porque todos los bienes primeros y postreros, menores y mayores, que Dios hace al alma, siempre se los hace con este motivo suyo y de ella, de llevarla a vida eterna; bien así como el fuego, que todos los movimientos y meneos que hace 29 en el aire que en sí tiene inflamado, son a fin de llevarle al centro de su esfera, y todos aquellos vibramientos es porfiar por llevarlo, mas porque el aire está en su esfera no se hace. Y así, aunque estos motivos del Espíritu Santo son aquí encendidísimos y eficacísimos en absorber al alma en mucha gloria, todavía no acaba hasta que llegue el tiempo en que salga de la esfera del aire de esta vida de carne y pueda entrar en el centro de su espíritu de la vida perfecta en Cristo.

11. Pero es de saber que estos movimientos más son movimientos del alma que movimientos de Dios, porque estos visos que al alma se dan de gloria en Dios no son estables, perfectos y continuos, lo cual serán en el alma después sin alteración de más y menos, y sin interpolación de movimientos. Y entonces verá el alma claro cómo, aunque acá parecía que se movía Dios en ella, en sí no se mueve, como el fuego no se mueve en su esfera.

12. Pero estos resplandores son inestimables mercedes y favores que Dios hace al alma, porque éstas se llaman por otro nombre obumbraciones, y éstas aquí, a mi ver, son de las más altas que acá pueden ser en vía de transformación. Para inteligencia de lo cual es de advertir que obumbramiento quiere decir hacimiento de sombra, y hacer sombra es tanto como amparar y hacer favores; porque, llegando a tocar la sombra, es señal que la persona cuya es está cerca para favorecer y amparar.

Y por eso se le dijo a la Virgen (Lc. 1, 35) que la virtud del Altísimo la haría sombra, porque había de llegar tan cerca de ella el Espíritu Santo que había de venir sobre ella. En lo cual es de notar que cada cosa tiene y hace la sombra como tiene la propiedad y el talle. Si la cosa es condensa y opaca, hará sombra oscura y condensa. y si es más rara y clara, hará sombra más clara, como es de ver en el madero y en el cristal, que, porque el uno es opaco, la hace oscura, y, porque el otro es claro, la hace clara.

13. También en las cosas espirituales la muerte es privación de todas las cosas. Será, pues, la sombra de la muerte tinieblas que también privan en alguna manera de todas las cosas nasí la llama el Salmista (106, 10) diciendo: Sedentes in tenebris et in umbra mortisn ahora sean espirituales de muerte espiritual, ahora corporales de muerte corporal. La sombra de la vida será luz: si divina, luz divina; si humana, luz natural. Según esto, la sombra de la hermosura ¿cuál será?

Será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura, y la sombra de la fortaleza será otra fortaleza al talle y condición de aquella fortaleza; y la sombra de la sabiduría será otra sabiduría; o, por mejor decir, será la misma hermosura y la misma fortaleza y la misma sabiduría en sombra, en la cual se conoce el talle y propiedad cuya es la sombra.

14. Según esto, ¿cuáles serán las sombras que hará el Espíritu Santo al alma de todas las grandezas de sus virtudes y atributos, estando tan cerca de ella, que no sólo la toca en sombra, mas está unida con ellas en sombra, gustándolas en sombra, entendiendo y gustando el talle y las propiedades de Dios en sombra de Dios, es a saber: entendiendo y gustando la propiedad de la potencia divina en sombra de omnipotencia, y entendiendo y gustando la sabiduría divina en sombra de sabiduría divina, entendiendo y gustando la bondad infinita en sombra que le cerca de bondad infinita, entendiendo y gustando el deleite de Dios infundido en sombra de deleite de Dios, y, finalmente, gustando la gloria de Dios en sombra de gloria, que hace saber y gustar la propiedad y talle de la gloria de Dios, pasando 30 todo esto en claras y encendidas sombras, pues los atributos de Dios y sus virtudes son lámparas, que, como quiera que sean resplandecientes y encendidas, a su talle y propiedad han de hacer sombras resplandecientes y encendidas y multitud de ellas en un solo ser?

15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1n28).

Y cuán elevada se siente aquí esta dichosa alma, cuán engrandecida se conozca, cuán admirada se vea en hermosura santa, )quién lo podrá decir, viéndose ya infundida con tanta copiosidad en las aguas de estos divinos resplandores, que echa de ver que el Padre Eterno da con larga mano el regadío superior e inferior, como a Axa dio su padre cuando suspiraba (Js. 15, 18n19), pues estas aguas alma y cuerpo regando penetran.


16. ¡Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vea y guste la distinción de ellas, tan encendida la una como la otra, siendo la una sustancialmente la otra! (Oh abismo de deleites, tanto más abundantes, cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y guste lo uno, que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza, oh Sabiduría divina, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Eterno Padre!

Fuente: Portal  Carmelitano