Santo Tomás de Aquino enseñaba que los ángeles fueron creados antes que el hombre, porque un ángel rebelde a Dios, fue el culpable de la caída de nuestros primeros padres
El
Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la existencia de seres
espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente
ángeles, es una verdad de fe.
Con todo su ser, los ángeles son
servidores y mensajeros de Dios. Como criaturas puramente espirituales, tienen
inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en
perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da
testimonio de ello. Cristo "con todos sus ángeles". Cristo es el
centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen y más aún porque los
ha hecho mensajeros de su designio de salvación.
Desde la creación y a lo largo de toda la
historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa
salvación y sirviendo al designio divino de su realización. Es el ángel Gabriel
quien anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús.
¿Quiénes son los Ángeles?
La
etimología de la palabra "ángel" procede del latín ángelus, y este a
su vez del griego ágguelos o mal'akj en hebreo, que quiere decir
"mensajero" o "servidor" de Dios (Hebreos 1,7). El Papa San
Pío X decía que "los ángeles son las criaturas más nobles creadas por
Dios"; son inmortales, tienen voluntad propia, poseen conocimientos más
amplios y su poder es muy superior a los hombres (Salmo 103,20; 2Pedro 2,11).
Su apariencia puede ser como un relámpago, y sus vestiduras blancas como la
nieve (Mateo 28,3); además están siempre en la presencia del Padre Eterno(Mateo
18,10), y constituyen su ejército celestial (Salmo 148,2).
Sobre su número las
Escrituras aclaran que son "millones de millones" (Daniel 7,10;
Apocalipsis 5,11). Santo Tomás de Aquino enseñaba que los ángeles fueron
creados antes que el hombre, porque un ángel rebelde a Dios, fue el culpable de
la caída de nuestros primeros padres. Se admite entonces que el Padre del cielo
los creó en un principio, cuando sacó de la nada el universo (Concilio de
Letrán, 1215). Hay en estos seres espirituales tres instantes: su creación, la
prueba de obediencia a que fueron sometidos por Dios, y el premio en el cielo para los ángeles
buenos, y el castigo en el infierno para los ángeles malos.
San
Gregorio Magno afirmaba que "casi todas
las páginas de la revelación escrita, dan testimonio de los ángeles". En
la Biblia se registran cerca de 400 veces; tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento. En la vida del Hijo de Dios, se encuentran desde su nacimiento en
el portal de Belén, hasta su triunfante resurrección en Jerusalén, y regreso al
cielo. Por eso, Cristo Jesús es superior a todos ellos (Hebreos 1,4), creados
por él ( Colosenses 1,16); y sometidos bajo su autoridad y poder (1Pedro 3,22).
Los Ángeles Guardianes
El
Papa Juan XXIII dice que nuestra fe nos enseña que ninguno de nosotros está
solo, porque desde el mismo instante en que un alma es creada por Dios para un
nuevo ser humano - especialmente desde que la gracia de los sacramentos lo
envuelve con su luz inefable - un Ángel perteneciente a las santas falanges de los
espíritus celestes, es llamado para permanecer a su lado durante todo su
peregrinaje terrestre.
No debemos
olvidar nunca la presencia de nuestro Ángel Guardián, de ese príncipe celeste,
que jamás debe enrojecer por causa nuestra. El respeto por su presencia supone
una continencia siempre respetuosa y deferente, un homenaje conforme a la
dignidad del cristiano, Templo del Espíritu Santo, amigo de Jesucristo,
admitido a la comunión del Cuerpo y Sangre divinos, después de haber sido
regenerados por el agua del bautismo.
El Ángel Guardián
no esta solamente presente, sino que su compañía desborda de ternura y de amor,
lo que requiere de parte nuestra, frente a ellos, un amor pleno de ternura; es
decir, de devoción. La devoción agrega un elemento más a la piedad filial,
incluso en aquella que practicamos y mostramos para con Dios. Una piedad devota
quiere decir, una piedad delicada que conlleva la donación de toda el
alma, de todo el corazón.
El Ángel de Dios
está siempre con nosotros, con su solicitud y su afecto excepcional. Es
necesario, por tanto serle devoto. La devoción se actualiza en la práctica de
la oración cotidiana, en la invocación al iniciar y al terminar la jornada,
pero también a todo lo largo del día; especialmente cuando las cosas son un poco
complicadas y difíciles.
Fuente: ACI