En que trata de
la hermosura y dignidad de nuestras almas. Pone una comparación para
entenderse, y dice la ganancia que es entenderla y saber las mercedes que
recibimos de Dios. Cómo la puerta de este castillo es la oración.
1. Estando hoy
suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que
decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora
diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como
un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos
aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas (1).
Que si bien lo
consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso
adonde dice El tiene sus deleites (2). Pues ¿qué tal os parece que será el
aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos
los bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de
un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos,
por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a
Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza (3).
Pues si esto
es, como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de
este castillo; porque puesto que hay la diferencia de él a Dios que del Criador
a la criatura, pues es criatura, basta decir Su Majestad que es hecha a su
imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima.
2. No es
pequeña lástima y confusión que, por nuestra culpa, no entendamos a nosotros
mismos ni sepamos quién somos. ¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que
preguntasen a uno quién es, y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni
su madre ni de qué tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación
es mayor la que hay en nosotras cuando no procuramos saber qué cosa somos, sino
que nos detenemos en estos cuerpos, y así a bulto, porque lo hemos oído y
porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos almas. Mas qué bienes puede haber
en esta alma o quién está dentro en esta alma o el gran valor de ella, pocas
veces lo consideramos; y así se tiene en tan poco procurar con todo cuidado
conservar su hermosura: todo se nos va en la grosería del engaste o cerca de
este castillo, que son estos cuerpos (4).
3. Pues
consideremos que este castillo tiene como he dicho (5) muchas moradas, unas en
lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas
tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre
Dios y el alma.
Es menester que
vayáis (6) advertidas a esta comparación. Quizá será Dios servido pueda por
ella daros algo a entender de las mercedes que es Dios servido hacer a las
almas y las diferencias que hay en ellas, hasta donde yo hubiere entendido que
es posible; que todas será imposible entenderlas nadie, según son muchas,
cuánto más quien es tan ruin como yo; porque os será gran consuelo, cuando el
Señor os las hiciere, saber que es posible; y a quien no, para alabar su gran
bondad; que así como no nos hace daño considerar las cosas que hay en el cielo
y lo que gozan los bienaventurados, antes nos alegramos y procuramos alcanzar
lo que ellos gozan, tampoco nos hará ver que es posible en este destierro
comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar
una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa.
Tengo por cierto que a
quien hiciere daño entender que es posible hacer Dios esta merced en este
destierro, que estará muy falta de humildad y del amor del prójimo; porque si
esto no es, ¿cómo nos podemos dejar de holgar de que haga Dios estas mercedes a
un hermano nuestro, pues no impide para hacérnoslas a nosotras, y de que Su
Majestad dé a entender sus grandezas, sea en quien fuere? Que algunas veces
será sólo por mostrarlas, como dijo del ciego que dio vista (7), cuando le
preguntaron los apóstoles si era por sus pecados o de sus padres. Y así acaece
no las hacer por ser más santos a quien las hace que a los que no, sino porque
se conozca su grandeza, como vemos en San Pablo y la Magdalena (8), y para que
nosotros le alabemos en sus criaturas.
4. Podráse
decir que parecen cosas imposibles y que es bien no escandalizar los flacos.
Menos se pierde en que ellos no lo crean, que no en que se dejen de aprovechar
a los que Dios las hace; y se regalarán y despertarán a más amar a quien hace
tantas misericordias, siendo tan grande su poder y majestad; cuánto más que sé
que hablo con quien no habrá este peligro, porque saben y creen que hace Dios
aun muy mayores muestras de amor. Yo sé que quien esto no creyere no lo verá
por experiencia, porque es muy amigo de que no pongan tasa a sus obras, y así,
hermanas, jamás os acaezca a las que el Señor no llevare por este camino.
5. Pues
tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podremos
entrar en él. Parece que digo
algún disparate; porque si este castillo es el ánima claro está que no hay para
qué entrar, pues se es él mismo; (9) como parecería desatino decir a uno que
entrase en una pieza estando ya dentro. Mas habéis de entender que va mucho de
estar a estar; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo (10)
que es adonde están los que le guardan, y que no se les da nada de entrar
dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar ni quién está dentro ni aun
qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de oración (11) aconsejar
al alma que entre dentro de sí; pues esto mismo es.
6. Decíame poco
ha un gran letrado (12) que son las almas que no tienen oración como un cuerpo
con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede mandar; que
así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores,
que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque ya la
costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y bestias
que están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como ellas, y con
ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con Dios
(13), no hay remedio. Y si estas almas no procuran entender y remediar su gran
miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la cabeza hacia sí,
así como lo quedó la mujer de Lot (14) por volverla.
7. Porque, a
cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración
y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser
con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y
quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los
labios; porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este cuidado, mas
es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese de costumbre hablar con la
majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, sino lo
que se le viene a la boca y tiene deprendido por hacerlo otras veces, no la
tengo por oración, ni plega a Dios que ningún cristiano la tenga de esta
suerte; que entre vosotras, hermanas, espero en Su Majestad no lo habrá, por la
costumbre que hay de tratar de cosas interiores, que es harto bueno para no
caer en semejante bestialidad (15).
8. Pues no
hablemos con estas almas tullidas, que si no viene el mismo Señor a mandarlas
se levanten como al que había treinta años (16) que estaba en la piscina,
tienen harta malaventura y gran peligro, sino con otras almas que, en fin,
entran en el castillo; porque aunque están muy metidas en el mundo, tienen
buenos deseos, y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a nuestro
Señor y consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan
llenos de mil negocios, el pensamiento casi lo ordinario en esto, porque están
tan asidos a ellos, que como adonde está su tesoro se va allá el corazón (17),
ponen por sí algunas veces de desocuparse, y es gran cosa el propio
conocimiento y ver que no van bien para atinar a la puerta. En fin, entran en
las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas, que
ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar; harto hacen en haber
entrado.
9. Pareceros
ha, hijas, que es esto impertinente, pues por la bondad del Señor no sois de
éstas. Habéis de tener paciencia, porque no sabré dar a entender, como yo tengo
entendido, algunas cosas interiores de oración si no es así, y aun plega al
Señor que atine a decir algo, porque es bien dificultoso lo que querría daros a
entender, si no hay experiencia; si la hay, veréis que no se puede hacer menos
de tocar en lo que plega al Señor no nos toque por su misericordia.
NOTAS MORADAS,
I, c. 1
1 Alusión a Jn
14, 2.
2 Nueva alusión
a Prov. 8, 21, pasaje fuertemente sentido por la autora: cf. V 14, 10 y Exc 7.
3 Gen 1, 26-27.
4 Engaste o
cerca: La Santa irá desarrollando ocasionalmente la alegoría del castillo, sin
precisarla nunca del todo; aquí, el uso de engaste y cerca simultáneamente,
deja entrever a la par un castillo de orfebrería y un castillo de guerra. -
Como elementos complementarios, irán apareciendo enseguida el cerco y arrabal
(n. 6; y M VII, c. 4, n. 1), puerta de entrada (n. 7 y M V, c. 1, n. 2; M VI,
c. 4, nn. 4, 9, 13; M VII, c. 2, n. 3); moradas, aposentos y piezas, con
significado aproximadamente igual (c. 2, n. 8; M II, c. 4, n. 6; M III, c. 1,
n. 8...); la cámara o palacio del Rey, cielo empíreo de Dios en el centro del
castillo (c. 2, nn. 8 y 14; M VI, c. 19, n. 3; y c. 4, n. 8; M VII, c. 1, n.
3); y por fin, toda una serie de guardas, alcaides, mayordomos, maestresalas,
amigos y parientes (símbolos de las potencias: M I, c. 1, n. 5; y c. 2, nn. 4 y
15; M II, n. 9), gente que vive en los aposentos bajos (los sentidos del
cuerpo; cf. M I, c. 2, n. 4: M V, c. 2, n. 3); vasallos y criados del alma
(potencias y sentidos indistintamente) (cf. M I, c. 2. n. 12; y M III, c. 1, n.
5); legiones de demonios (M I, c. 2, nn. 11, 12, 15; M II, c. 3, n. 5);
culebras y víboras (representaciones demoníacas de las cosas del mundo: M II,
n. 2; y M I, c. 2, n. 14); sabandijas ponzoñosas (cuidados de honra o hacienda
o negocios; malos pensamientos, etc.: M I, c. 1, n. 8; c. 2, nn. 11 y 14; M II,
nn. 2, 5, 8; M III, c. 1, n. 8); bestias y fieras (apetitos, pasiones, vicios:
M I, c. 2, n. 14; M II, n. 9); lagartijillas agudas que son los pensamientillos
de la imaginación (M V, c. 1, n. 5), etc.
5 Lo ha dicho en
el n. 1 de este cap.
6 Vayáis: la
Santa escribe vays como en otras ocasiones: cf. 6, 7, 5.
7 Alude al
"ciego de nacimiento", Jn 9, 2-3.
8 San Pablo y la
Magdalena: dos ejemplares de "conversión" y de experiencia mística,
reiteradamente aludidos en el Castillo: San Pablo en M 6, 9, 10; 7, 1, 5; 7, 2,
5; 7, 3, 9; 7, 4, 5. La Lagdalena en M 6, 7, 4; 6, 11, 12; 7, 2, 7.
9 Se es él
mismo: el hombre es el propio castillo. Expresiones similares: "se es todo
desconcierto (M 4, 2, 1), "son flacas de complexión" (M 4, 3, 11).
10 Ronda del
castillo: nuevo elemento del símbolo base. Está tomado del castillo bélico: ronda
es "el espacio que hay entre la parte interior del muro, y las casas de la
ciudad o villa". - "Ronda se toma algunas veces por los soldados que
van rondando y asegurándose de lo que puede haber..." (Cobarruvias). Aquí
simboliza el entorno corporal del alma: la exterioridad.
11 Libros de
oración: alude a los que le sirvieron de iniciación: Francisco de Osuna, Tercer
Abecedario; Bernardino de Laredo, Subida del Monte Sión, y quizás los de San
Pedro de Alcántara y Bernabé de Palma...
12 Véase la Rel
24: experiencia mística del alma. - A continuación: perlesía, "tullimiento
o parálisis". "Vulgarmente le llaman perlático y a la enfermedad
perlesía, escribía Cobarruvias.
13 Alusión
bíblica a Fil 3, 20.
14 Alude al
episodio narrado en el Génesis 19, 26.
15 En el
autógrafo, Gracián borró "bestialidad" y escribió
"abominación". Frey Luis mantuvo el vocablo original. Por
"bestialidad", la autora entiende aquí "vida a la manera animal,
sin conciencia de la propia dignidad de hombres" (cf. n. 2).
16 Episodio del
paralítico, narrado en Jn 5, 2-8: eran 38 años, como efectivamente corrigió
Gracián en el autógrafo.
17 Alusión al
dicho de Jesús, en Mt 6, 21.
Fuente: Mercaba