"En estos lugares de paso y de tránsito se podrá manifestar la presencia de Cristo y podrá ser una primera etapa para que muchos alejados vuelvan al encuentro del Señor"
Tampoco es que hayamos derrochado imaginación al encabezar este artículo... Para la mayor parte de los lectores, al menos en España (la edad no cuenta, porque la canción ha perdurado) no tiene secreto el estribillo de aquel tema que Gabinete Caligari convirtió en éxito en 1986: Al calor del amor en un bar.
Y al calor de la Nueva Evangelización surgen iniciativas que tienen por centro y base uno de los lugares preferidos por jóvenes y no jóvenes para conversar y compartir cosas. Que es de lo que se trata.
Tampoco es que hayamos derrochado imaginación al encabezar este artículo... Para la mayor parte de los lectores, al menos en España (la edad no cuenta, porque la canción ha perdurado) no tiene secreto el estribillo de aquel tema que Gabinete Caligari convirtió en éxito en 1986: Al calor del amor en un bar.
Y al calor de la Nueva Evangelización surgen iniciativas que tienen por centro y base uno de los lugares preferidos por jóvenes y no jóvenes para conversar y compartir cosas. Que es de lo que se trata.
No hace mucho presentábamos el Café Con Dios, en Córdoba (Argentina), iniciativa de miembros
de la Renovación Carismática Católica, y también la decisión de
los Misioneros de la Divina Misericordia, sacerdotes radicados en la diócesis de Fréjus-Toulon (Francia),
de comprar el Texas Bar, un garito gay situado, literalmente,
a la vuelta de la esquina de su parroquia.
"El bar de Sodoma se va a convertir en el pub de la
Misericordia", proclamaba en febrero el padre Jean-Raphaël
Dubrule, superior de la congregación. Pues bien, eso ya sucedió: el
domingo 10 de mayo, el emprendedor obispo de la diócesis, Dominique Rey,
transformó el Texas en el Le Graal [El Grial] y bendijo los locales.
"En
estos lugares de paso y de tránsito", continuó durante las palabras que dirigió
a los asistentes a la inauguración del bar, "a través de la acogida y de la
caridad que se expresará en la hospitalidad a las personas que vengan, se podrá
manifestar la presencia de Cristo y podrá ser una primera etapa para que
muchos alejados vuelvan al encuentro del Señor". Finalmente, el obispo
de Toulon mostró su alegría por la iniciativa y dio las gracias a los
voluntarios que atenderán el bar (donde el primer día oficiaron de barman los
mismos religiosos) y les animó a mantenerlo siempre animado y
concurrido.
El "café pagado", una iniciativa
a seguir
Es lo mismo que desea, también en Francia, el arzobispo de
Lille, Laurent Ulrich. Allí, en la parte vieja de la ciudad,
abrió sus puertas el 18 de marzo Le Comptoir de
Cana [La Barra de Caná]. La archidiócesis ha corrido con los gastos de
compra y decoración y con el sueldo de la única persona empleada en él. El resto
son voluntarios que echan una mano en la atención del negocio, pero sobre todo
tienen como misión transformarlo en un lugar de evangelización, fomentando el
contacto con los clientes: "Se trata de llegar a los jóvenes y menos jóvenes
a quienes jamás se les ha pasado por la cabeza entrar en una iglesia,
pero a quienes resulta más fácil entrar en un bar", explica
Benjamin Florin, de 29 años, una de las personas que lideran el
proyecto.
En Le Comptoir de Cana abundan los guiños al cliente, desde el
muñeco de Francisco en papamóvil junto a la línea de tirar
cervezas al DeoGratias como clave wi-fi o el nombre que recibe el lugar
donde se asa la carne: La Plancha del Hermano Marcos.
Además, el bar
apuesta por una costumbre importada de Nápoles: el caffè sospeso en
Italia, café suspendu en Lille o café pagado que podría
traducirse en español. Consiste en tomar un café y pagar otro a cuenta
de quienes carecen de recursos. El camarero apunta en una tabla una
raya para indicar que hay un café pagado, al que puede acogerse alguna persona
necesitada o indigente que entre después, quien preguntará si hay algún café
pagado. Al consumirlo, el camarero borrará la raya.
Buena charla y
adoración
En un estilo completamente diferente, tenemos el St James
Coffee House de Rochester (Minnesota, Estados Unidos). Ofrece "productos de calidad" para propiciar "conversaciones de
calidad", no en vano su objetivo es "disponer un espacio de bienvenida para
no católicos o católicos no practicantes para que conozcan a Cristo y a su
Iglesia, y también un ámbito donde los católicos puedan hacer amigos y recibir
catequesis". Y a su lado tiene una capilla de adoración para
que quienes lo desean puedan orar ante el Santísimo.
John Michael Quinn, obispo de
Winona, también ampara esta aventura apostólica: "Se trata de hacer algo
especial para Dios para llevar al mundo la Buena Nueva y la misión de la
Iglesia", explica en el vídeo
de su campaña de captación de fondos. "Esta cafetería está haciendo
algo que creo que al Señor le gustaría: unirnos", añade el prelado,
orgulloso de su (en español) Café San Jaime o Café Santiago.
Gusta a un santo y gusta a James
Bond
Y si tras un café o un té en el St James (o un helado o un zumo o
bebidas espiritosas, que también se sirven) quieres rematar con un cóctel al que
poder denominar "santo", el lugar es The Gibson, en Washington
D.C. No es un bar católico, pero sí lo es su especialista con la coctelera,
Michael Foley, quien ha escrito un libro, Drinking with the Saints [Beber con los santos],
donde explica por qué y cómo un consumo moderado de licores es plenamente
compatible con la santidad. Y lo ejemplifica con la vida de varios santos (no es
ningún secreto la especialización de muchos monasterios en cervezas, whiskeys o
aguardientes) y con la creación de algunas mezclas en homenaje a
ellos.
Foley, quien es además doctor en Teología, explica para
EWTN que "la Iglesia católica tiene una actitud positiva hacia el alcohol,
aunque no hacia su consumo excesivo": "En mi opinión, debes beber para
recordar, pero no beber para olvidar", sostiene tras preparar un Luz de
Llama, apropiado para beber en Pentecostés. Y habla el teólogo más que el barman
cuando dice que "somos una religión del recuerdo, de la gratitud por las
cosas que Dios nos ha dado. Así que cuando bebes para recordar lo haces
con un sentido de felicidad, mientras que si bebes para olvidar lo haces con un
sentido de soledad o tristeza".
Foley comparte un secreto para los
aficionados al Martini: "Te recomiendo agitarlo 40 veces, que es un
número bíblico". Con tanta sacudida, sin duda haría las delicias del
exigente James Bond y su "agitado, no revuelto".
"Si podemos
santificar el hogar, podemos santificar el bar", sentencia Michael, en
un buen resumen de lo que pretenden todas estas iniciativas
apostólicas.
Fuente: ReL