Quien comulga tiene
dentro de sí a Jesús, tanto como María lo tuvo durante los nueve meses del
embarazo
Así de grande es el sacramento de la Eucaristía, que nos permite nutrirnos de
Cristo y degustar el cielo en la Tierra. Si nuestro cuerpo va a ser morada del
mismo Jesús, ¿hay algo que podamos hacer para recibirlo
mejor?
1. ¿No es una locura pensar que en un trozo de pan está
el mismo Cristo?
Es cierto, es una locura. Solo Dios pudo haber
pensado y hecho algo tan grande. Pero desde el punto de vista del amor, es muy
razonable. Cuando una madre tiene a su bebe en brazos, llena de amor, lo abraza
y, como le parece poco besarlo, le dice: “te comería”. Es lo que Dios hace: hace
posible que lo comamos. Y, para ello, eligió un alimento humilde, sencillo y al
alcance de todos.
La Eucaristía esconde a Jesús. Todo Jesús está
presente detrás de la apariencia de pan. Quien comulga tiene dentro de sí a
Jesús, tan real y físicamente como María lo tuvo durante los nueve meses del
embarazo. Obviamente, de un modo distinto: escondido tras las figuras del pan y
el vino, pero está presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en cada
partícula de las sagradas especies.
3. ¿Para qué comer la hostia
consagrada en lugar de simplemente venerarla?
Porque Cristo se
quedó precisamente para que lo comamos; si no, hubiera elegido otro modo de
quedarse. Cuando lo instituye, dice “tomad y comed”, no “tomad y venerad”… ¡Se
quedó para alimentarnos! No solo para adorarle… El sentido radical de la
Eucaristía es comida.
Lo comprobamos al repasar el capítulo 6 del
Evangelio de Juan: comienza con la multiplicación de los panes (con las que se
sacia el hambre material), pasa a hablar del maná (el pan del Cielo, con el que
Dios alimentaba todos los días al pueblo en el desierto) y es en ese contexto en
el que Jesús promete la Eucaristía (el pan de la vida eterna: su mismo
ser).
4. ¿Qué nos aporta comulgar?
Todo.
Diviniza nuestra vida. Nos aporta lo esencial, aquello que engrandece nuestra
vida y la hace eterna: la vida de Cristo, la vida eterna, vivir en Dios. Y para
que nuestra unión a Él sea plena, se nos da como alimento. Para santificarnos,
purificarnos, divinizarnos, fortalecernos, hacernos crecer, llenar nuestra vida
de El mismo… Lo más grande que podemos hacer en nuestra vida es alimentarnos con
Cristo, hacernos una “cosa” con El.
5. ¿Qué efectos puede tener
en nuestra vida comulgar con frecuencia?
Todos los beneficios
que alimentarse produce en el cuerpo, los produce la Eucaristía a todos los
niveles, en cuerpo y alma. No es un alimento solamente espiritual: ¡nos comemos
su cuerpo y nos bebemos su sangre!
En nuestra existencia corpórea no
basta con comer una vez, necesitamos alimentarnos con frecuencia y, gracias a la
comida, tenemos energía… El fin de la vida cristiana es cristificarnos,
identificarnos con Él. Y, para ello, necesitamos una fuerza divina que nos
transforme: esa fuerza nos la brinda la Eucaristía.
6. Al
recibirlo con frecuencia, ¿no podríamos trivializar la grandeza del
acto?
Hemos de estar atentos para que la facilidad con que se
nos entrega no nos haga perder conciencia de la grandeza del don. Sería triste
acostumbrarnos a comulgar y hacerlo como si no fuera algo especial.
La
solución para desearlo más no es espaciar en el tiempo las comuniones, sino
evitar el peligro de la rutina. Y el gran remedio para la rutina es la oración:
cuando meditamos en la grandeza de la Eucaristía nos enamoramos del amor que
Dios nos tiene. El tesoro es tan grande –es Dios– que nunca acabaremos de
abarcarlo.
7. ¿Debemos comulgar aunque nos sintamos indignos de
recibir a Cristo?
Hay personas que dejan de comulgar porque se
sienten indignas… Pero, por más indignos que nos sintamos, conviene que
comulguemos si cumplimos con las dos condiciones básicas para recibir la
comunión: estar en gracia y guardar una hora de ayuno.
8. ¿Por qué hay que guardar ayuno?
Es una forma de garantizar la delicadeza con nuestro Dios. Si vamos a recibirlo, privarnos de alimentos y bebidas (menos de agua y de medicamentos, los cuales no rompen este ayuno) una hora antes de comulgar es una manera de prepararnos para algo tan grande. Esta condición no se les exige a las personas mayores ni a los enfermos.
9. ¿Qué quiere decir estar en gracia?
La gracia es una participación de la vida divina. Nos introduce en la vida de la Trinidad, ya que nos hace participar de la filiación del Hijo: hijos de Dios Padre, en el Hijo, por la acción del Espíritu Santo. La recibimos en el Bautismo y la perdemos cuando cometemos un pecado mortal. Si la perdemos, la recuperamos en el sacramento de la Reconciliación.
10. ¿Y si se comulga en pecado mortal?
Se comete un sacrilegio, que es pecado grave por el mal uso de lo sagrado. Dejar de comulgar no es pecado; hacerlo indignamente, sí. Por esto, si uno duda si está en pecado mortal, siempre es mejor no comulgar; salvo en el caso de los escrupulosos, que son aquellos que creen estar en pecado mortal, sin estarlo.
11. Por tanto, ¿no es obligatorio comulgar cada vez que asistimos a misa?
Durante la misa, solo es obligatoria la comunión del sacerdote. Los fieles no tienen esta obligación, pero es muy conveniente comulgar cuando participamos en esta gran celebración. Eso sí, si uno no está en gracia o no cumple con el tiempo de ayuno, no debe comulgar. Los católicos que tienen uso de razón tienen la obligación de comulgar al menos una vez al año, en Pascua.
12. ¿Y para qué nos sirve ir a misa si no podemos comulgar?
La misa es el centro de nuestra vida. En ella nos unimos a la ofrenda de Cristo, al Padre, y así esta recibe un valor de eternidad. Esto no es por la comunión, sino por la participación en la misa. Y, en muchísimos casos, la solución es sencilla: buscar un sacerdote para confesarse.
13. Si no estamos seguros de sí podemos comulgar, ¿qué debemos hacer?
Si esa duda tiene fundamento (“dudo si un pecado que cometí es grave”) hay que dejar de comulgar. Es mejor no comulgar que cometer un sacrilegio. Si la duda no tiene fundamento (“dudo de que, a lo mejor, podría tener un pecado grave”), hay que despreciar la duda y comulgar.
14. ¿Se puede recuperar el estado de gracia antes de confesarse?
Si, haciendo un acto de perfecta contrición, con el propósito de confesar tan pronto como sea posible. Sin embargo, para custodiar la Eucaristía y evitar sacrilegios, la Iglesia prescribe que quien tenga conciencia de haber cometido un pecado grave no comulgue sin haberse confesado antes.
15. ¿Hay alguna excepción que permita comulgar sin haberse confesado?
Los preceptos de la Iglesia no obligan cuando existe una dificultad grave en su cumplimiento. Cuando una persona no puede confesarse y debe comulgar (algo poco frecuente), podría lícitamente comulgar haciendo antes un acto de contrición perfecto.
Es el caso, por ejemplo, de un sacerdote que ha cometido un pecado grave y, no teniendo con quien confesarse, debe celebrar misa (ya que no puede celebrarla sin comulgar). En el caso de los laicos no parece que esto se dé, salvo en casos muy extraordinarios.
Artículo originalmente publicado por pildoradefe.net
Es una forma de garantizar la delicadeza con nuestro Dios. Si vamos a recibirlo, privarnos de alimentos y bebidas (menos de agua y de medicamentos, los cuales no rompen este ayuno) una hora antes de comulgar es una manera de prepararnos para algo tan grande. Esta condición no se les exige a las personas mayores ni a los enfermos.
9. ¿Qué quiere decir estar en gracia?
La gracia es una participación de la vida divina. Nos introduce en la vida de la Trinidad, ya que nos hace participar de la filiación del Hijo: hijos de Dios Padre, en el Hijo, por la acción del Espíritu Santo. La recibimos en el Bautismo y la perdemos cuando cometemos un pecado mortal. Si la perdemos, la recuperamos en el sacramento de la Reconciliación.
10. ¿Y si se comulga en pecado mortal?
Se comete un sacrilegio, que es pecado grave por el mal uso de lo sagrado. Dejar de comulgar no es pecado; hacerlo indignamente, sí. Por esto, si uno duda si está en pecado mortal, siempre es mejor no comulgar; salvo en el caso de los escrupulosos, que son aquellos que creen estar en pecado mortal, sin estarlo.
11. Por tanto, ¿no es obligatorio comulgar cada vez que asistimos a misa?
Durante la misa, solo es obligatoria la comunión del sacerdote. Los fieles no tienen esta obligación, pero es muy conveniente comulgar cuando participamos en esta gran celebración. Eso sí, si uno no está en gracia o no cumple con el tiempo de ayuno, no debe comulgar. Los católicos que tienen uso de razón tienen la obligación de comulgar al menos una vez al año, en Pascua.
12. ¿Y para qué nos sirve ir a misa si no podemos comulgar?
La misa es el centro de nuestra vida. En ella nos unimos a la ofrenda de Cristo, al Padre, y así esta recibe un valor de eternidad. Esto no es por la comunión, sino por la participación en la misa. Y, en muchísimos casos, la solución es sencilla: buscar un sacerdote para confesarse.
13. Si no estamos seguros de sí podemos comulgar, ¿qué debemos hacer?
Si esa duda tiene fundamento (“dudo si un pecado que cometí es grave”) hay que dejar de comulgar. Es mejor no comulgar que cometer un sacrilegio. Si la duda no tiene fundamento (“dudo de que, a lo mejor, podría tener un pecado grave”), hay que despreciar la duda y comulgar.
14. ¿Se puede recuperar el estado de gracia antes de confesarse?
Si, haciendo un acto de perfecta contrición, con el propósito de confesar tan pronto como sea posible. Sin embargo, para custodiar la Eucaristía y evitar sacrilegios, la Iglesia prescribe que quien tenga conciencia de haber cometido un pecado grave no comulgue sin haberse confesado antes.
15. ¿Hay alguna excepción que permita comulgar sin haberse confesado?
Los preceptos de la Iglesia no obligan cuando existe una dificultad grave en su cumplimiento. Cuando una persona no puede confesarse y debe comulgar (algo poco frecuente), podría lícitamente comulgar haciendo antes un acto de contrición perfecto.
Es el caso, por ejemplo, de un sacerdote que ha cometido un pecado grave y, no teniendo con quien confesarse, debe celebrar misa (ya que no puede celebrarla sin comulgar). En el caso de los laicos no parece que esto se dé, salvo en casos muy extraordinarios.
Artículo originalmente publicado por pildoradefe.net
Fuente: Aleteia