En realidad, no es cierto que el sepulcro de Cristo sea el único sepulcro vacío del mundo y de la historia. Existe un segundo sepulcro vacío: el de la Madre del Redentor
Aunque la resurrección de Cristo supera el orden natural para
entrar en una dimensión trascendente, es imposible interpretarla fuera del orden
físico, y es inadmisible la negación del hecho histórico sucedido en el sepulcro
vacío de Jerusalén.
Hace tan solo dos semanas que retornó de Tierra Santa la peregrinación
diocesana de San Sebastián. Cuando llegamos a la Basílica del Santo Sepulcro de
Jerusalén —auténtico culmen de la peregrinación—, resonó en nosotros de forma
singular el anuncio del Evangelio: “No está aquí, ¡ha resucitado!” (Lc
24, 6; Mc 16, 6; Mt 28, 6).
La peregrinación a Tierra Santa ha sido designada como el “quinto evangelio”;
y, ciertamente, aporta mucha luz para la comprensión de los cuatro evangelios;
especialmente en el momento actual, en el que se tiende a deshistorizar los
relatos del Nuevo Testamento, algo que ha estado tan en boga en las últimas
décadas. Frente a la tendencia a reducir los evangelios a unas meras enseñanzas
morales y espirituales, la visita a la Tierra Santa remarca fuertemente la
dimensión histórica del mensaje de Cristo: “Aquí, el Verbo se hizo carne”; “Aquí
nació Jesús”; “Aquí fue crucificado”; “Aquí resucitó”… Y es que, lo mejor del
Evangelio no es simplemente que sea ‘bello’ y ‘bueno’; sino que, al mismo
tiempo, es ‘verdadero’. Insisto: la peregrinación a Tierra Santa es un buen
antídoto frente a la deshistorización del mensaje cristiano.
Uno de los ejemplos más clamorosos es el referido a la resurrección de Jesús.
Algunos teólogos, en su intento de conseguir que la fe cristiana esté plenamente
integrada en los parámetros de la cultura contemporánea, pretendieron realizar
una reinterpretación de la resurrección, de forma que la fe cristiana en la
resurrección de Jesucristo no implicase la historicidad del sepulcro vacío, la
revivificación del cadáver, ni las apariciones de Jesucristo resucitado a los
apóstoles. Todo eso no serían más que construcciones literarias de los
evangelios. Para estos autores, la resurrección de Cristo se reduce a la
experiencia subjetiva de que Jesús vive dentro de nosotros, y de que inspira
nuestra existencia.
La respuesta de la Iglesia Católica es contundente a la hora de rechazar este
tipo de explicaciones que vacían de contenido la fe en la resurrección de Jesús.
Aunque la resurrección de Cristo supera el orden natural para entrar en una
dimensión trascendente, es imposible interpretarla fuera del orden físico, y es
inadmisible la negación del hecho histórico sucedido en el sepulcro vacío de
Jerusalén.

El año 2006 la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española,
publicó una Instrucción Pastoral, con el nombre de “Teología y secularización en
España”, en la que salía al paso de estos errores con nitidez: “En algunas
cristologías se perciben los siguientes vacíos: 1) una incorrecta metodología
teológica, por cuanto se pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la
Tradición eclesial y con criterios únicamente histórico-críticos, sin explicitar
sus presupuestos ni advertir de sus límites; 2) sospecha de que la humanidad de
Jesucristo se ve amenazada si se afirma su divinidad; 3) ruptura entre el “Jesús
histórico” y el “Cristo de la fe”, como si este último fuera el resultado de
distintas experiencias de la figura de Jesús desde los Apóstoles hasta nuestros
días; 4) negación del carácter real, histórico y trascendente de la resurrección
de Cristo, reduciéndola a la mera experiencia subjetiva de los apóstoles; 5)
oscurecimiento de nociones fundamentales de la Profesión de fe en el Misterio de
Cristo: entre otras, su preexistencia, filiación divina, conciencia de Sí, de su
Muerte y misión redentora, Resurrección, Ascensión y Glorificación”.
Volviendo al inicio de nuestro artículo, es decir, retomando la experiencia
de nuestra peregrinación a Tierra Santa, es necesario hacer una matización
importante. En realidad, no es cierto que el sepulcro de Cristo sea el único
sepulcro vacío del mundo y de la historia. Existe un segundo sepulcro vacío: el
de la Madre del Redentor. En efecto, en Jerusalén, al pie del Monte de los
Olivos, y junto al Torrente Cedrón, se venera la tumba de la Virgen María, desde
la cual fue asunta al Cielo y glorificada en cuerpo y alma. La fiesta que
celebramos el 15 de agosto —Asunción de María a los Cielos en cuerpo y alma— nos
recuerda que Ella ha recibido ya el don de la resurrección de forma adelantada,
mientras que el resto de los santos esperan participar de la resurrección de
Cristo en la parusía. Por algo ella es la Madre del Resucitado. ¡Feliz Pascua de
Resurrección!
+ José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián
Fuente Infocatólica