Antes de
llegar a Estonia nunca había oído alguien decirme “pienso que no soy digno de
ser católico”

-Seis mil católicos, el país
menos religioso del mundo según algunas estadísticas… Para ser obispo en Estonia
se requiere algo así como un máster en esperanza, ¿no?
-Para ser
obispo en cualquier lugar del mundo hace falta no un máster, sino un doctorado
en esperanza… Lo recibimos “honoris causa” cuando nos consagran
obispos, pero luego hay que trabajarlo un poco, porque sino se olvida con
facilidad.
-¿Cómo
combinar el deseo lógico de obtener frutos y a la vez tener una inmensa
paciencia con el trabajo diario y la libertad personal?
-Me contaron
una vez que un prelado del centro de Europa visitaba en el norte de Suecia un
párroco, de una parroquia inmensa donde casi no había católicos (ahora hay
muchos más, en parte gracias a la inmigración). Pidió ver los registros
parroquiales, y se extrañó: apenas había bautismos, ni matrimonios; nada de lo
que hace un sacerdote en su vida normal en cualquier país católico. Y preguntó
al sacerdote: "¿pero, padre, a qué se dedica usted aquí?" El le
contestó: "a ser fiel a mi vocación. ¿Le parece
poco?"
»Creo que mientras haya curas católicos que hablen así,
la Iglesia tendrá un gran futuro y la labor misionera de la Iglesia saldrá
adelante. En esos países del norte de Europa, uno entiende mejor que el ser
viene antes que el hacer. Creo que cada nuevo sacerdote tendría que pasar por
una experiencia de ese tipo antes de dedicarse a las multitudes.
-Benedicto XVI habló de que en
el futuro la fe estaría custodiada y se expandiría a través de unas minorías muy
fervientes, que llevarían su luz al resto. ¿Es así la comunidad católica de su
país?
-Supongo que sí, un poco como los primeros cristianos. Pero los
primeros cristianos no eran todos santos y mártires; tenían también sus luchas,
sus errores, sus fracasos. Quizá a primera vista más fracasos que éxitos, pero
al final fue Dios quien ganó. Nosotros también somos gente normal, con
cualidades y defectos, pero dentro de nuestra normalidad, con una fuerte
convicción de la novedad del cristianismo, y un deseo fuerte de conocer la fe a
fondo y vivirla. Lo que caracteriza los católicos estonios es
un sentido muy fuerte de lo sagrado.
-Quizá me equivoque, pero así me
imagino a los católicos estonios: como son pocos, casi se conocen entre sí,
están seguros en su fe por las dificultades que han pasado… ¡como la primitiva
cristiandad! Con todas sus ventajas, ¿también corren el riesgo de encerrarse en
sí mismos?
-Los católicos estonios están seguros de la verdad
de la fe, pero no están seguros de sí mismos. Al contrario, tienen un
sentido muy profundo, que no he encontrado en muchos lugares, de su indignidad
personal frente a la fe. Nosotros, los católicos “tradicionales”, no nos
planteamos que pudiéramos ser ”indignos” de ser católicos, porque siempre lo
hemos sido, y nuestros antepasados también, y es normal en nuestro país.
Antes de llegar a Estonia nunca había oído alguien decirme “pienso que
no soy digno de ser católico”.
»Por supuesto que el riesgo de
formar un ambiente cerrado de gente distinta de los demás existe siempre. Muchas
veces viene del orgullo de ser distinto. Donde haya una cierta humildad, ese
peligro no es tan grande. Es cierto que somos como una familia, nos
conocemos todos. Pero eso vale también para el país, que no es muy
grande…
-Después de diez años, ¿el
obispo de Estonia ha cambiado el enfoque, las prioridades, el
estilo?
-En un país donde el 0,5 % son católicos, esta claro que el
enfoque general sigue más o menos el mismo: difundir y hacer conocer la fe.
Quizá con el tiempo me doy más cuenta del desafío que constituye la
trasmisión de la fe entre padres e hijos en tantas familias. En una
sociedad que privilegia cada vez mas el cambio, la novedad, el depender
solamente de sí, y no de lo que uno ha recibido, está claro que es un
desafío mayor que lo que ha sido en otras épocas de la
historia.
-La familia. La situación en
todo el mundo, y en Estonia de modo particular, merece una revisión, un Sínodo.
¿Cómo ganar esta batalla? ¿Por qué no cunde más el ejemplo de tantas familias
con padre, madre e hijos?
-Me partió el corazón leer un día unas
estadísticas hechas por el gobierno que decían que solamente el 13% de
los niños estonios viven con sus dos padres biológicos. Un poco mas de
uno sobre diez… Queremos una sociedad donde los hijos crezcan y vivan con su
padre y su madre. Quizá es una lucha para la generación siguiente, o para la de
después… pero es una lucha que tenemos que ganar para toda la
humanidad.
-
Ecumenismo. Del país menos religioso del mundo, ¿al más ecumenista? ¿Se puede
decir que la existencia de dificultades, y de situaciones minoritarias, favorece
la unión?
- Un vez me dijo un obispo luterano que el régimen soviético
consiguió la unión de los cristianos, “en contra de él”. Era un chiste, pero con
un fondo de verdad. Las confesiones cristianas hoy en Estonia están
mucho mas unidas que antes de la Segunda Guerra Mundial y se aprecian
mutuamente mucho más. Es un hecho que se puede fácilmente comprobar. Uno puede
pensar lo que quiere sobre el ecumenismo, de sus logros y de sus problemas. Pero
es un hecho que la unidad de los cristianos es mucho mas palpable ahora en
muchos países que lo era hace 60 años.
-La cultura, la educación son
claves en cualquier sociedad. ¿Cuáles son las referencias de Estonia en este
terreno? ¿La Iglesia Católica tiene prestigio en el mundo
intelectual?
-Tradicionalmente la música ha sido la parte de la
cultura estonia más conocida fuera de Estonia. Por ejemplo, el
compositor Arvo Pärt es actualmente uno de los grandes compositores a
nivel mundial. Además es uno de los poquísimos laicos miembros plenos de
un Consejo Pontificio, en este caso el de la Cultura. Que yo sepa son
dos, con un conocido filosofo francés. Y Arvo Pärt no es siquiera
católico, aunque él mismo personalmente y su obra están claramente muy
influenciados por la cultura y la música católica.
»Según el censo
nacional la Iglesia católica en Estonia es la que cuenta proporcionalmente con
mas gente con estudios superiores. Eso no basta para tener prestigio. Pero es un
hecho que la Iglesia católica en Estonia fue la primera en crear
escuelas confesionales, hace 20 años y su ejemplo fue seguido hace 3 o
4 años por la Iglesia luterana y la ortodoxa, las dos principales del país, que
también se han lanzado a esta aventura.
El obispo Jourdan cuenta la
historia de su vocación, su llegada a Estonia y cómo es su pequeño rebaño en el
recomendable libro de testimonios "El baile tras la tormenta", de José Miguel
Cejas.
Fuente: ReL