Los misioneros reconocen que aprenden más de su pueblo que lo que ellos les ofrecen en su labor misionera
"Cuando todos se van, ellos se quedan" el título del libro es también todo un titular y toda una descripción de lo que
viven los Misioneros en zona de conflicto del subtítulo: Juan
José Aguirre, obispo de Bangassou, en República Centroafricana desde
1980; Jean-Pierre Schumacher, superviviente del martirio de
Tibehirine (Argelia) en 1996; Luis Pérez, javeriano, en Sierra
Leona durante la guerra civil de 1996 a 2002; Ascensión
Fuertes, hermana del Amor de Dios, quien misionó en la difícil Angola
de finales de los setenta; Miguel Ángel Ruiz, salesiano entre
paquistaníes desde 2002; Expedita Pérez, comboniana, llegada a
Egipto hace cuatro años desde Sudán; María Isabel Díaz, de
Verbum Dei, dieciocho años en el Congo hasta que salió justo con el cambio de
siglo; Manuel Gallego, de los Padres Blancos, destinado en Mali
entre 1977 y 2013; y Sor Marita, Sor
Mariangela, Sor Andreana y Sor Marta
Luisa, las trapenses de Siria que tantas veces han informado de la
realidad de la guerra que allí viven.
Pedro Gutiérrez
Carreras y Noelia García Ayuela les han entrevistado a
fondo en lo que constituye un documento testimonial y periodístico de excepción.
-¿Cómo nace una vocación
misionera?
-P.G.C.: Pues parece que la inquietud
misionera es una planta que se siembra muy pronto. Algunos misioneros relatan
que desde sus primeros atisbos de vocación religiosa ya sienten una peculiar
inclinación por la misión; bien por oír a misioneros de primera mano, bien por
leer revistas de misioneros, etc…
-A veces de forma
imprevista, pues...
-P.G.C.: Lo que da mucho que
pensar: una conversación, una mapa, una pequeña revista… pueden ser causa de que
un hombre o una mujer se desplacen, años después, a territorios de misión y
transformen, a mejor, la vida de cientos o de miles de personas.
-¿Hay diferencias en la
vocación misionera entre hombres y mujeres?
-P.G.C.:
No sé, deberían contestar ellos. Quizá sea similar las ganas de entregarse a los
demás, especialmente a los más necesitados, en los inicios de la vocación
misionera; en cuanto a la actividad en los países de misión, sí parece que hay
una labor en que las misioneras están especialmente comprometidas y
especialmente capacitadas: es todo el tema de atención y desarrollo de la mujer,
desde cuestiones básicas como salud o cuidado personal hasta lo que atañe a cómo
ayudarle a proteger su dignidad en culturas que a veces las minusvaloran.
-Ellos suelen
decir que reciben más que lo que dan. ¿Es una frase
hecha?
-N.G.A.: No es una frase hecha. Los misioneros
reconocen que aprenden más de su pueblo que lo que ellos les ofrecen en su labor
misionera. Te pongo por ejemplo el testimonio de María Isabel Díaz cuando dice
que la cultura africana le ha enriquecido tanto que considera que ha sido un
regalo para ella ser misionera en África.
-Una simbiosis
perfecta...
-Y, como personas normales que
son, no superhombres ni supermujeres, tienen sus momentos de duda o
debilidad...
-P.G.C.: Hay una película, de la que
también se habla en el libro, De dioses y hombres en la que la
comunidad de monjes, ante la amenaza real de la violencia (que acabará incluso
con sus vidas), se plantea si permanecer en la misión o irse. La película, según
el padre Jean-Pierre Schumacher -que vivió dichos momentos- refleja con mucha
precisión el ambiente que vivieron.
-¿Cuál es el dilema les
asalta?
-P.G.C.: La comunidad reflexiona en voz alta
sobre los motivos que tienen para quedarse allí. Y ahí se ve que son las
dificultades de personas normales, con dudas, con necesidad de sentirse
apoyados. La motivación sobrenatural y la hermandad, el sentirse acompañados y
sentir que otros les necesitan es lo que hace que al final se queden, aunque les
costase después el martirio.
-Y, cuando no está el
martirio en perspectiva, ¿qué es lo que más inquieta a un misionero en zonas
complicadas?
-N.G.A.: Pues al tratarse de misioneros
que desarrollan su misión en países en conflicto, la mayoría de las veces su
mayor inquietud es la incertidumbre de qué va a pasar con su pueblo en medio de
ese conflicto. De ahí que ellos decidan quedarse al lado de su pueblo pase lo
que pase, a pesar de las inseguridades, los peligros, el riesgo a perder la
vida, deciden compartir la suerte de su pueblo, tanto para bien como para mal, a
pesar de que sería mucho más fácil volverse a sus países de origen. Esta actitud
la ves reflejada en todos los testimonios que aparecen en el libro y, por ello,
el título del mismo es Cuando todos se van, ellos se quedan.
-¿Qué fuerza les mantiene los
pies pegados a la tierra cuando el peligro
acecha?

-¿Cuándo es
feliz un misionero?
-N.G.A.: También está relacionado
con esa relación tan estrecha que establecen con su pueblo. La dicha para ellos
es todo lo que aprenden de su pueblo, de su actitud ante el conflicto, ante el
sufrimiento y ante el dolor. Lo refleja muy bien el testimonio de Ascensión
Fuertes, cuando dice que la gente de allí les enseñó mucho sobre su capacidad de
perdonar, su aceptación del dolor, su valor en el sufrimiento, su paciencia en
la espera, su vivir con lo imprescindible y colocar siempre todo en manos de
Dios. "La gente sencilla nos dio muchas lecciones de resignación, de fortaleza y
de fe, siempre vividas con alegría”, dice ella.
-¿Qué aporta la dimensión
evangelizadora?
-N.G.A.: Como bien dice monseñor
Aguirre, la misión es una moneda que tiene dos caras. Una cara es que la
vocación misionera se alimenta a través de la fe y la otra cara es el servicio a
su pueblo. Leo un párrafo de su entrevista: “La gente con quien tengo que vivir,
sus alegrías y sus penas, estar con ellos, oírlos, contar sus lágrimas, dejar
que hablen, buscar ayuda para ellos, trabajar juntos, defenderlos y ser su voz,
hacer comunidad juntos, hacer nacer estructuras de ayuda a los más pobres,
preparar su futuro, llenar sus vidas de algo que la caliente...”.
-Eso es más que una
ONG...
-N.G.A.: La labor misionera no es la de una ONG, su labor no es
sólo una labor de desarrollo material de su pueblo, sino también una labor de
desarrollo espiritual. Y eso su pueblo lo reconoce desde el primer momento, como
bien explica Luis Pérez en su testimonio, cuando afirma que los misioneros están
allí por Jesucristo -y por los hermanos- por una llamada muy personal. Ellos
valoran que las ONG hacen una gran labor y además contribuyen a sensibilizar a
la gente de aquí sobre los problemas de los países más pobres, pero... "la
Iglesia ayuda, y es la que más ayuda”, subraya.
-Y un buen día mueren... o
vuelven. ¿Cómo viven ese adiós?
-N.G.A.: Ellos
reconocen que, humanamente, ese adiós es muy costoso de vivir. Tanto cuando
llega el momento de volver a casa al final de la vida misionera como cuando toca
cambiar de lugar de misión y dejar atrás a ese pueblo tan cercano y con el que
han compartido tanto.
-¡La
obediencia...!
-N.G.A.: María Isabel Díaz explica que
la vida misionera es un discernimiento permanente en el que se busca la voluntad
de Dios en cada momento y, por esa razón, sus destinos siempre los ha
considerado como un deseo de Dios para su vida y, por ello, los ha vivido con
alegría y libertad. "Uno de los desafíos es el de ser libre frente a lo que uno
ha construido, para así poder pasar a otros el trabajo realizado”, añade. Por
eso, los misioneros son conscientes de que es necesario saber retirarse cuando
ya no somos tan necesarios, y así dar paso "a aquellos que tendrán el futuro en
sus manos", como cuenta Ascensión Fuertes en su testimonio.
Fuente: ReL