Perder la vista puede sumir en la tristeza a quien lo padezca, pero más debería angustiar a quien se acostumbre a vivir con ceguera espiritual sin ver el pecado
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| Hryshchyshen Serhii |
Los evangelios
narran pasajes en los que el Señor Jesús curaba a enfermos de todo tipo,
incluyendo ciegos de nacimiento. Al devolverles la vista pudieron percibir la
realidad y ver claramente al Señor. Lo mismo ocurre con quien se deshace de la
ceguera espiritual y del pecado en el que vive.
El ciego no
puede ver lo evidente
Encontramos en
los santos evangelios varias curaciones de ciegos. El común denominador es que
estaban acostumbrados a su condición, pero al conocer la existencia de Cristo
surgió en ellos la esperanza para obtener el milagro de su curación (cfr. Jn 9; Mc 8; Mc 10; Mt 9;).
En esos pasajes
leemos que el Señor devuelve la vista de manera inmediata o paulatina, pero en
todos los casos los agraciados reconocen a Jesús como Dios. Recibieron el
milagro y también la dicha de ver plenamente a su Salvador. El Señor les pide
que no digan nada, sin embargo ellos proclaman a los cuatro vientos el favor
recibido de Él.
Algo semejante
sucede con los ciegos espirituales: no ven que Dios los ama, que los colma de
gracias y bendiciones para que puedan alcanzar su salvación, pero ellos no ven
lo evidente porque viven acostumbrados al pecado en el que están sumidos.
Se despeja
la ceguera
No obstante,
Dios no deja de amar al pecador y le habla de muchas maneras para que entienda
lo que perderá si no abre los ojos. Y en determinado momento, alguna situación
inesperada lo sacudirá tan fuerte que comenzará a ver: una pérdida, un
accidente, un fracaso económico...
Pero si en esa
circunstancia deja que Jesús "unte barro" en sus ojos comenzará a
vislumbrar la fealdad del pecado en el que vive; entonces la ceguera se
disipará, quizá en ese instante y o tal vez de manera progresiva, pero
finalmente, terminará cayendo en la realidad y verá a su Señor.
¿Y cuál será el
remedio definitivo? una buena confesión. Con ella borrará cualquier rastro de
pecado que nos impida ver a nuestro Dios. Que el Señor nos permita deshacernos
de lo que nos mantiene ciegos espiritualmente para que pronto llegue la luz de
la gracia a nuestras almas.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia
