Hoy resulta complicado, hay que remar contra corriente, pero es una exigencia ineludible para preparar la venida del Señor
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| Cultivar el silencio exige hoy determinación y fuerza de voluntad |
El mundo de hoy
vive inmerso en un ruido constante y circula a una velocidad de vértigo. Detenerse
y estar en silencio es algo no sólo complicado, sino que obliga a ir
contracorriente. Sin embargo, el silencio es algo fundamental en la
vida y también para la fe, pues de otro modo es prácticamente imposible
escuchar a Dios.
El Adviento es
un tiempo de preparación y también aquí el silencio se torna como algo
fundamental. Pero la realidad es que estas semanas son también el centro de la
temporada comercial, donde la música, las compras y la preparación de las
reuniones familiares y de amigos pueden llenarnos aún de más ruido. Para ello,
María Cintorino ofrece en Our Sunday Visitor tres sugerencias sobre
cómo encontrar descanso y en él a Dios en este tiempo litúrgico.
1. Limitar
el ruido exterior
El silencio
auténtico requiere que limitemos el ruido exterior y dediquemos tiempo
a la quietud en nuestro día. Esto podría consistir en levantarnos 15 minutos
antes que los demás; evitar la radio, el podcast o el audiolibro durante el
trayecto matutino al trabajo; evitar llamadas telefónicas innecesarias o charlas
superficiales, o saltarnos un programa nocturno.
Considera
realizar al menos una actividad diaria en silencio. Elige una tarea, un momento
del día o un pasatiempo (doblar la ropa, lavar los platos, conducir, cocinar)
para realizarla en silencio. Aunque el silencio pueda resultar incómodo al
principio, nos prepara para la quietud interior.
2. Disfrutar
del tiempo libre
El silencio
interior requiere atención y una disposición de espíritu pacífica, que
adquirimos cultivando el ocio . Vivimos en una sociedad acelerada y a menudo
nos adaptamos a ella con prisas y realizando múltiples tareas, lo que aumenta
nuestro ruido interior. Nos lleva más tiempo aquietar nuestras mentes y se
vuelve más difícil encontrar la quietud de Dios a medida que transcurrimos
frenéticamente a través de nuestro día. Cultivar el silencio requiere
realizar una sola tarea a propósito y reducir la velocidad: desarrollar
un ritmo más lento en el supermercado, mantener un espíritu de paz al estar
sentado en el tráfico, lavar los platos tranquilamente o tomarse unos momentos
para leer un libro o caminar por el vecindario
Al relajar
el cuerpo, la mente se calma, y nos encontramos más arraigados y centrados en
el presente. Notamos y apreciamos el canto de la golondrina, la
belleza del cielo y la sonrisa de un desconocido. Percibimos mejor las
necesidades de quienes nos rodean y acudimos en su ayuda con mayor facilidad.
Estamos más atentos a las indicaciones de Dios. Esto nos lleva a la vigilancia.
3.
Mantenerse alerta
Al principio,
cualquier intento de silencio se encontrará con un gran ruido interno: nuestra
imaginación se activará, entablaremos conversaciones con nosotros mismos,
recordaremos buenos recuerdos, haremos planes para la cena. Para estar
verdaderamente en silencio y encontrarnos con Dios, nuestra imaginación,
mente, memoria y voluntad deben estar quietas.
Esto requiere
que seamos vigilantes en nuestras vidas, limitando y seleccionando
cuidadosamente lo que entra en nuestra experiencia sensorial, ya que esta
influye en nuestros pensamientos, los cuales a su vez moldean nuestros
deseos. Nuestro acceso constante a la información alimenta nuestro
ruido interno y nos impide reconocer la acción de Dios, por lo que
necesitamos establecer límites a lo que ingerimos. Silenciar nuestros teléfonos
de vez en cuando, abstenernos de las noticias y limitar el uso de las redes
sociales ayuda a proteger nuestras facultades.
Podemos
entonces cultivar intencionalmente imágenes de Dios, María, los ángeles y los
santos, recordándolos con frecuencia y transformando nuestros diálogos
interiores en conversaciones con ellos. Esto nos permite orar en todo
momento y nos predispone al recogimiento y a la receptividad a las
gracias de Dios a lo largo del día. Decorar nuestros hogares y espacios de
trabajo con arte sacro o citas de las Escrituras o de los santos facilita este
proceso, ya que dirigen naturalmente nuestros pensamientos hacia el cielo,
aquietan nuestra mente y nos disponen a encontrarnos con Dios en la oración.
Aunque
encontrar silencio en el mundo moderno no es fácil, este Adviento podemos
convertirnos poco a poco en un pueblo de silencio. Al hacerlo, podemos
encontrar a Dios y hallar descanso incluso en nuestros días más ajetreados.
Fuente: Religión en Libertad
