Encuentro ecuménico e interreligioso que reunió en la Plaza de los Mártires, en Beirut, a los líderes de las diversas Iglesias cristianas y de otras religiones que desde siempre han convivido en la Tierra de los Cedros
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En el Encuentro
ecuménico e interreligioso en Beirut, el Papa recordó a su predecesor Benedicto
XVI cuando enfatizaba que el diálogo entre religiones no obedece a
consideraciones de orden político o social, sino «profundas verdades teológicas
arraigadas en la fe» . Y Oriente Medio, cuna de las religiones abrahámicas,
debe seguir el arduo camino y la incesante búsqueda del preciado don de la paz.
La imagen como
la de una postal donde “se yerguen uno junto al otro minaretes y campanarios de
iglesias” para León XIV, es el testimonio de la fe inquebrantable del Líbano y
de la firme devoción de su pueblo al único Dios. Así lo describió en su
discurso durante el Encuentro ecuménico e interreligioso que reunió en la Plaza
de los Mártires, en Beirut, a los líderes de las diversas Iglesias cristianas y
de otras religiones que desde siempre han convivido en la Tierra de los Cedros.
Que en esta
amada tierra, cada repique de campana, cada adhān, cada llamada a la oración se
armonice en un único y grandioso himno, no sólo para glorificar al
misericordioso Creador del cielo y de la tierra, sino también para elevar una
sincera oración por el don divino de la paz.
Bajo una carpa
de vidrio el diálogo y la paz
El escenario de
encuentro de líderes religiosos cristianos y musulmanes ha sido una gran carpa
instalada en la Plaza de los Mártires de Beirut, símbolo de la resistencia
libanesa durante el levantamiento contra los turcos durante la Primera Guerra
Mundial y uno de los principales focos de las protestas antigubernamentales de
2019. Allí el Patriarca siro-católico, Ignacio Youssif III
Younan, dio la bienvenida al Pontífice, manifestando su deseo de que su
visita contribuya a establecer la paz y la estabilidad en el Líbano y otros
países de Oriente Medio. El saludo del Patriarca fue seguido por la proyección
de un video con el testimonio de la convivencia pacificadora y la coexistencia
de religiones en Líbano. Y luego, tras cánticos del Evangelio y el Corán,
seis líderes religiosos tomaron la palabra por turnos, para manifestar su deseo
de diálogo y reconciliación por la salvación del mundo.
Tierra
exaltada por los profetas del Antiguo Testamento
Al abrir su
discurso, el Pontífice manifestó su agradecimiento por estar en una “tierra
bendita, una tierra exaltada por los profetas del Antiguo Testamento”, una
tierra donde el eco del Logos, el Verbo encarnado, nunca ha
enmudecido, sino que continúa llamando, “a aquellos que desean abrir sus
corazones al Dios vivo”.
Pero también,
el Líbano y, en particular, Beirut, recordó León XIV, fue el lugar donde
Benedicto XVI quiso firmar en 2012 su Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia
in Medio Oriente, para enfatizar, como él mismo escribió, “que
la naturaleza y vocación universal de la Iglesia exigen ella dialogue con los
miembros de otras religiones” y que en Oriente Medio, este diálogo no está
dictado principalmente por consideraciones pragmáticas, políticas o sociales,
guiado no por intereses políticos o sociales, sino por preocupaciones
teológicas subyacentes que tienen que ver con la fe y «profundas verdades
teológicas arraigadas en la fe»
Oriente
medio, cuna de las religiones abrahámicas
El Santo Padre
destacó que el mundo siempre a fijado su mirada en Oriente Medio, cuna de las
religiones abrahámicas, observando, a veces con aprehensión, el arduo camino y
la incesante búsqueda del preciado don de la paz, ante conflictos complejos y
prolongados. Sin embargo, aseguró el Papa, en medio de estas luchas, se puede
encontrar esperanza y aliento cuando “nos centramos en lo que nos une”, es
decir, la creencia en un Dios de amor y misericordia.
En una época
en la que la coexistencia puede parecer un sueño lejano, el pueblo libanés, aun
abrazando diferentes religiones, se erige como un poderoso recordatorio de que
el miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen la última palabra, y que
la unidad, la reconciliación y la paz son posibles.
Una misión, que
el pueblo libanés ha cumplido a los largo de su historia dando testimonio de
“la verdad imperecedera de que cristianos, musulmanes, drusos y muchos otros
pueden vivir juntos y construir un país unido por el respeto y el diálogo”.
Un diálogo
enraizado en el amor divino
León XIV se
refirió también a la Declaración Nostra aetate, con la que hace 60
años, el Concilio Vaticano II, abrió un nuevo horizonte para el encuentro y el
respeto mutuo entre católicos y personas de diferentes religiones, enfatizando
que el verdadero diálogo y la colaboración están enraizados en el amor, único
fundamento para la paz, la justicia y la reconciliación.
Este
diálogo, inspirado por el amor divino, debe abrazar a todas las personas de
buena voluntad, rechazar los prejuicios, la discriminación y la persecución, y
afirmar la igual dignidad de todo ser humano.
La presencia
de Dios más allá de todas las fronteras
Más adelante,
el Pontífice destacó que en su ministerio público Jesús más allá de Galilea y
Judea, visitó otras regiones de Oriente Medio, como la Decápolis o los
alrededores de Tiro y Sidón, ahora en territorio libanés, que convierte a esta
tierra en un sitio donde la humildad, la confianza y la perseverancia superan
todas las barreras y se encuentran con el amor infinito de Dios.
Este es «el
núcleo mismo del diálogo interreligioso: el descubrimiento de la presencia de
Dios más allá de todas las fronteras y la invitación a buscarlo juntos con
reverencia y humildad.
Tierra de
cedros y olivos: resistencia y esperanza
Otra imagen que
resaltó el Papa de la tierra libanesa fue la abundancia, más allá de los
cedros, de los olivos “una piedra angular de su patrimonio, “venerado en los
textos sagrados del cristianismo, el judaísmo y el islam”, que han servido como
símbolo de reconciliación y paz, pues su longevidad y capacidad de sobrevivir a
en entornos hostiles, son muestra de resistencia y esperanza.
De este
árbol fluye aceite que sana, un bálsamo para las heridas físicas y
espirituales, manifestando la infinita compasión de Dios por todos los que
sufren. Su aceite también proporciona luz, recordándonos la llamada a iluminar
nuestros corazones mediante la fe, la caridad y la humildad.
Constructores
de paz llamados a enfrentar la intolerancia
Así como las
raíces de los cedros y los olivos se hunden profundamente y se extienden por
toda la tierra, continuó el Pontífice, así también el pueblo libanés se
encuentra disperso por el mundo, pero unido por la fuerza perdurable y la
herencia eterna de su patria.
En un mundo
cada vez más interconectado, ustedes están llamados a ser constructores de paz:
a enfrentarse a la intolerancia, a superar la violencia y a desterrar la
exclusión; iluminando el camino hacia la justicia y la concordia para todos, a
través del testimonio de su fe.
El Papa
concluyó su discurso invocando el abrazo amoroso de Nuestra Señora del Líbano,
honrada en su Santuario de Harissa, para que en todo Oriente Medio y en el
mundo entero, el don de la reconciliación y la convivencia pacífica brote como
«manantial de agua viva, que fluye desde el Líbano» llevando
esperanza y unidad a todos.
Alina Tufani
Díaz
Ciudad del
Vaticano
Fuente: Vatican News