Para la solemnidad de la Natividad del Señor, hacemos un recorrido por algunas reflexiones de los Pontífices sobre esta fiesta que renueva la esperanza también entre heridas y angustias profundas
El Papa León XIV en el pesebre viviente de la Basílica de Santa María la Mayor, 13 de diciembre de 2025 |
La Navidad es
alegría, luz, paz. El nacimiento de un pobre Niño, acostado en un pesebre,
ilumina el mundo también entre guerras, carestías, calamidades, páginas
dramáticas que afectan a la historia de naciones, pueblos, familias. Los Papas
exhortan a acoger y abrazar a este pequeño hombre que nace en Belén y consuela
a la humanidad dolorida.
Pío XII y
los destinos de muerte por razones de nacionalidad
Un momento
oscuro y trágico fue el que se vivió, en particular por los judíos en Europa,
durante la segunda guerra mundial. El 20 de enero de 1942 algunos de entre los
mayores funcionarios del partido nazi y del gobierno alemán, se reunieron en
una villa en el suburbio de Berlín de Wannsee para discutir un tema que en el
verbal de esta conferencia es indicado con las palabras “solución final a la
cuestión judía”.
Casi un año
después, el 24 de diciembre de 1942, se eleva desde los micrófonos de la Radio
Vaticana “una voz solitaria – se lee en un editorial de la época del periódico
estadounidense The New York Times – que grita
desde el silencio de un continente”. Es la voz del Papa Pío XII que
pronuncia su radiomensaje en la vigilia de Navidad. El Pontífice desea
que para “la humanidad atormentada” pueda resplandecer “consoladora e incitante
la estrella que brilla sobre la cueva de Belén” en un mundo marcado por los
horrores de la guerra. El Papa Pacelli indica entre las atrocidades del segundo
conflicto mundial también la tragedia que en el vocabulario de los nazis
corresponde a la expresión “solución final”.
Juan XXIII y
los pequeños enfermos
La humanidad
atormentada está marcada por la guerra, pero también por el sufrimiento, la
enfermedad. En el día de Navidad de 1958 el Hospital Bambino Gesù acoge al Papa
Juan XXIII. Es el primer Pontífice que sube al Gianicolo para visitar “su
hospital”. Durante esa visita, el Papa Roncalli saluda y bendice a los pequeños
pacientes. En una de las últimas habitaciones un niño le cuenta al Papa que se
llama Emanuele. “Así es – afirma Juan XXIII – un nombre que resume la
solemnidad actual. Esto significa: Dios con nosotros”.
Pablo VI y
las luchas del mundo de los trabajadores
El 1968, en
Italia, es un año marcado, en el mundo del trabajo, por fuertes tensiones
sociales. En ese año el Papa Pablo VI celebra
la Misa de Navidad entre los trabajadores. El Pontífice visita la
acería de Taranto para sanar una separación: la que existe entre la clase
obrera y la Iglesia. El telón de fondo, casi navideño, es la acería, que el
periódico de la Santa Sede, "L'Osservatore Romano", define como "la
nueva cabaña de la era tecnológica". En su homilía, el Papa Montini se
dirige a los trabajadores, instándolos a mirar hacia "el Cristo del
Evangelio": "Trabajadores, que nos escucháis: Jesús, el Cristo, está
con vosotros".
Os hablamos
con el corazón. Os diremos una cosa muy sencilla, pero llena de significado. Y
es esta: Nosotros tenemos dificultad en hablaros. Sentimos la dificultad en
hacernos entender por vosotros. ¿O Nosotros quizá no os comprendemos lo
suficiente? Es un hecho que el discurso es para Nosotros bastante difícil. Nos
parece que entre vosotros y Nosotros no hay un lenguaje común. Estáis inmersos
en un mundo ajeno al que vivimos nosotros, hombres de Iglesia. ¡Vosotros
pensáis y trabajáis de una manera muy diferente a la de la Iglesia! Os
decíamos, saludándoos, que somos hermanos y amigos: ¿pero es eso realmente
cierto? Porque todos nosotros percibimos esta evidencia: el trabajo y la
religión, en nuestro mundo moderno, son dos cosas separadas, distantes, a menudo
incluso opuestas. Hubo un tiempo en que no era así.
Juan Pablo
II y los primeros pasos del hombre en el tercer milenio
El histórico
pasaje de la humanidad entre dos milenios se condensa en una imagen impresa en
la memoria colectiva: la
apertura de la Puerta Santa el 24 de diciembre de 1999. Es el día en
el que el Papa Juan Pablo II cruza simbólicamente el umbral del tercer milenio.
En ese momento, el tiempo resuena con un timbre singular: “no es solo el
recuerdo del nacimiento del Redentor, es el inicio solemne del Gran Jubileo”.
La humanidad, marcada por heridas profundas como guerras e injusticias, se
aferra a una esperanza, a una Persona. Nadie – afirma Papa Wojtyła –
quede excluido del abrazo del Padre.
¡Tú eres
Cristo, el Hijo del Dios vivo! En el umbral del tercer milenio, la Iglesia te
saluda, Hijo de Dios, que viniste al mundo para vencer a la muerte. Viniste
para iluminar la vida humana mediante el Evangelio. La Iglesia te saluda y
junto contigo quiere entrar en el tercer milenio. Tú eres nuestra esperanza.
Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. …Sé para nosotros la Puerta que nos
introduce en el misterio del Padre. ¡Haz que nadie quede excluido de su abrazo
de misericordia y de paz!
Benedicto
XVI, la cuestión de los migrantes y el espacio para Dios
Hay una
humanidad que busca un futuro mejor, que huye de miseria y persecuciones. Es el
pueblo de los migrantes. Después de un largo y cansado viaje de Nazaret a
Belén, José y María ven nacer al Mesías en un pesebre, porque no había sitio
para ellos en otro lugar. ¿Si María y José llamaran a nuestra puerta, habría
lugar para ellos? Esta pregunta, planteada por el Papa Benedicto XVI, durante
la Santa Misa el 24
de diciembre de 2012, se convierte en una exhortación a la oración “para
que se cree en nuestro interior un espacio” para el Señor. “Y para que, de este
modo, podamos reconocerlo también en aquellos a través de los cuales se dirige
a nosotros: en los niños, en los que sufren, en los abandonados, los marginados
y los pobres de este mundo”
Así que la
gran cuestión moral de lo que sucede entre nosotros a propósito de los
prófugos, los refugiados, los emigrantes, alcanza un sentido más fundamental
aún: ¿Tenemos un puesto para Dios cuando él trata de entrar en nosotros?
¿Tenemos tiempo y espacio para él? ¿No es precisamente a Dios mismo al que
rechazamos? Y así se comienza porque no tenemos tiempo para Dios. Cuanto más
rápidamente nos movemos, cuanto más eficaces son los medios que nos permiten
ahorrar tiempo, menos tiempo nos queda disponible. ¿Y Dios? Lo que se refiere a
él, nunca parece urgente. Nuestro tiempo ya está completamente ocupado.
Francisco y
llevar la esperanza donde se ha perdido
Jesús nace por
nosotros, por cada hombre y mujer. Nace, también y sobre todo, entre las
miserias y las periferias existenciales. La Navidad
del 2024 está marcada por la apertura de la Puerta Santa y el inicio
del Año Santo de la Esperanza. En la Misa, en la solemnidad de la Natividad del
Señor, el Papa Francisco exhorta a los cristianos a comprometerse para
transformar el mundo.
Todos
nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha
perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en
los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de
quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el
sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en
las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por
la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí.
León XIV y
la Navidad, una fiesta de luz
Se acerca el
tiempo en el que se celebra el nacimiento de Jesús. El 24 de diciembre León XIV
presidirá la Misa en la Basílica de San Pedro. En la solemnidad de la Natividad
del Señor son muchas y aún lacerantes las heridas que sacuden la humanidad. En
el 2020, en un periodo marcado por la pandemia, el entonces obispo de Chiclayo
y administrador apostólico de la diócesis de Callao en Perú, monseñor Robert
Francis Prevost, envía un mensaje para la Navidad. Su saludo es publicado en el
canal YouTube de la diócesis de Callao. Cuando todavía no se ve una conclusión
de este tiempo marcado por la enfermedad y muchas muertes – subraya el entonces
obispo de Chiclayo – llega la fiesta de la esperanza. La Navidad es siempre
“una fiesta de luz en la tierra”, también en los momentos que parecen dominados
por la oscuridad.
Amedeo Lomonaco
Ciudad del
Vaticano
Fuente: Vatican News