Esperando a Jesús
Dominio público |
I. De modo muy especial y extraordinario, la vida de la Virgen
está centrada en Jesús. Lo está singularmente en esta víspera del nacimiento de
su Hijo. Apenas podemos imaginar el recogimiento de su alma. Así estuvo
siempre, y así debemos aprender a estar nosotros, ¡tan dispersos y tan
distraídos por cosas que carecen de importancia! Una sola cosa es
verdaderamente importante en nuestra vida: Jesús, y cuanto a Él se refiere. La
Virgen vive ese recogimiento interior en el que es posible valorar y guardar los
acontecimientos, grandes y pequeños, de su vida. En su alma todo es armonía,
enriquecida por la presencia de la Santísima Trinidad. María está siempre en
oración, porque todo lo hace referencia a su Hijo. Su recogimiento interior fue
constante. Su oración se fundía con su misma vida, con el trabajo y la atención
a los demás. Su silencio interior era riqueza, plenitud, y contemplación.
Pidamos a la Virgen este recogimiento interior necesario para ver y tratar a
Dios.
II. La Virgen nos alienta en esta víspera del Nacimiento de su
Hijo a no dejar jamás la oración, el trato con el Señor. Sin oración estamos
perdidos, y con ella somos fuertes y sacamos adelante nuestras tareas. No
encontraremos a lo largo de nuestra vida a nadie que nos escuche con tanto
interés y con tanta atención como Jesús. La oración es siempre enriquecedora.
Incluso en ese diálogo “mudo” ante el Sagrario en el que no decimos palabras:
basta mirar y sentirse mirados. ¡Qué diferencia de la frecuente palabrería de
muchos hombres, que nada dicen porque nada tienen que comunicar! De la oración
salimos siempre con más luz, con más alegría, con más fuerza. ¡Hablar y ser
escuchado por nuestro Creador! Este es uno de los dones más grandes del hombre.
III. En la oración es importante la perseverancia, la fe y la
humildad; procurando que no sea un monólogo en el que nos damos vueltas a
nosotros mismos. El Señor nos pide sencillez, que reconozcamos nuestras faltas,
y le hablemos de nuestros asuntos y de los Suyos. “Orar es hablar con Dios: de
Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles,
preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimiento de gracias y peticiones: Y
Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte, a hacerte una lumbre
viva que dé calor y luz “ (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino). Ninguna persona de
este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre y, después de su Madre, San
José.. Contemplamos a José muy cerca de María, lleno de delicadezas con Ella.
Jesús va a nacer. Él ha preparado lo mejor que ha podido aquella gruta. Le
pedimos nosotros que nos ayude a preparar nuestra alma cuando tenemos tan cerca
de Jesús.
Fuente: Catholic.net