En el coloquio, el presidente de los obispos españoles se mostró comedido, aunque no ajeno al contexto ideológico y secularizado de España
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| Coloquio entre Joseph Weiler y Luis Argüello |
La presentación
en Madrid del libro "El Señor nos lleva de la mano. Homilías
privadas" (Ediciones Encuentro), una obra póstuma que reúne
las homilías más íntimas e inéditas del Papa Benedicto XVI, acto que
organizó la Fundación NEOS, tenía todos los ingredientes para ser un
acto relevante.
Primero por el
libro en sí; segundo por contar con dos ponentes de lujo: un
coloquio entre el presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello y Joseph
Weiler, profesor y primer judío galardonado con el Premio Ratzinger en 2022
y gran amigo de Benedicto XVI. Dos perfiles intelectuales sólidos,
llamados a dialogar sobre fe, cultura y sociedad.
Pero más allá
de este evento, era inevitable que sobre el auditorio planeara otra cuestión.
Un interés particular en saber si Argüello iba a hacer referencia o alguien le
iba a preguntar sobre el tema de esta semana: las declaraciones de
Mons. Argüello a La Vanguardia, que, sobre la deriva
política actual sentenció con claridad: “Cuestión de confianza, moción de
censura, o ir a elecciones”. Después, ya sabemos lo que vino, un cruce de
acusaciones vertidas por el presidente del Gobierno Pedro Sánchez y el ministro
de la Presidencia, Felix Bolaños.
Bolaños le
acusó de romper la neutralidad institucional de la Iglesia y de abogar por el
fin de la legislatura. Argüello respondió en su cuenta de X con un mensaje
que fue mucho más allá de la coyuntura: “Ante el respeto a la vida y su
dignidad, la comprensión y el apoyo a la familia en la vivienda y la educación,
la acogida de inmigrantes, el servicio a los pobres, la libertad religiosa y de
conciencia y el respeto a las reglas básicas del Estado de Derecho, no soy
neutral”.
A la refriega
se sumó el presidente del Gobierno. Pedro Sánchez, en un mitin en
Badajoz, cargó duramente contra los obispos, invitó al presidente de la CEE
a presentarse a las elecciones bajo las siglas de Abogados Cristianos y
sentenció que la época en la que los obispos intervenían en política “terminó
con la llegada de la democracia”. Lo contamos también en Religión
Confidencial.
Con este
cruce de acusaciones, era lógico que hubiera expectación por ver a Argüello en
público.
Por eso, el
interés del acto no se limitaba al libro, que Paco Serrano acaba de reseñar
en Religión
Confidencial. Quienes esperaban un tono combativo se
equivocaron. En el coloquio, el presidente de los obispos españoles se mostró
comedido, aunque no ajeno al contexto ideológico y secularizado de España.
Señaló, por
ejemplo, que “el propio progreso está en crisis” y que, frente
al espíritu de la cancelación y a la tentación de construir la
esperanza desde la ideología, las homilías de Benedicto XVI “nos ayudan por
contener una especial belleza”.
La pregunta
clave llegó de la mano del moderador, Isidro Catela: ¿hay que hablar de
política en las homilías? Argüello respondió. En la homilía
—dijo— se comenta la Palabra de Dios, una Palabra que ayuda a situarnos en el
tiempo con esperanza en el Reino de Dios. Por eso se habla de la Doctrina
Social de la Iglesia y del bien común. Ese “coloquio entre la sagrada dignidad
de un hombre, que es Cristo, y la comunicación” provoca una educación
evangélica que tiene consecuencias sociales.
“La homilía es
una educación evangélica que tiene consecuencias para la polis, para la
ciudad”, afirmó. "El problema —añadió— es que hoy lo político está
secuestrado por las formas contemporáneas, por la partitocracia, cuando
política es, en su sentido más noble, todo lo que tiene que ver con la
ciudadanía".
Porque para
Argüello, entiendo, hablar de política no es hacer propaganda ni dictar
consignas partidistas. Es recordar que la fe cristiana no se vive al margen de
la realidad, que la dignidad humana, la justicia y el bien común tienen
implicaciones públicas. Benedicto XVI lo hizo con hondura y sin estridencias.
Argüello, en
medio de la tormenta, ha recordado que la neutralidad absoluta no existe cuando
están en juego los fundamentos de la convivencia. Y eso, guste o no, también
interpela desde el púlpito.
Fuente: Religión Confidencial
