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Mons. José Ignacio Munilla. Dominio público |
El
Obispo de Orihuela-Alicante (España), se encuentra estos días en Santa Marta
(Colombia), participando de la Semana de la Evangelización que
ha sido organizada por la diócesis local en el marco de los 500 años de la
ciudad.
“¿Cuáles
son los matices del significado negativo del término proselitismo? ¿Qué
indicadores, qué indicios podríamos observar para distinguir lo que es
proselitismo y distinguirlo del celo apostólico?”, preguntó el prelado.
Mons.
Munilla hizo estas preguntas al recordar que el Papa Francisco indicó que ser
misionero no es lo mismo que ser proselitista y que el Papa Benedicto XVI
enseñó que la Iglesia crece por testimonio, no por proselitismo.
A
continuación, los 5 indicadores que hay que tener en cuenta de acuerdo a Mons.
Munilla:
1. La
acción evangelizadora respeta los tiempos de las personas a las que nos
dirigimos. El Obispo indicó que “no hay que arrollar a una
persona”, sino esperar el tiempo de gracia que el Señor tiene para ella, pues
“hay una hora de gracia que Dios tiene para nosotros, para nuestra conversión”.
Mons.
Munilla explicó que al no tomar esto en cuenta, el proselitista no tiene la
capacidad para acompañar a la otra persona, escuchar sus inquietudes y llevarla
a su encuentro con Jesús.
2. El
proselitismo no suele dar importancia al testimonio. Mons.
Munilla explicó que el proselitista se centra más en el discurso que en dar
testimonio de que su encuentro con Dios le cambió la vida. “Yo, al mismo tiempo
que te digo esto, soy testigo de que esto que te estoy diciendo, se ha hecho
vida en mí”, aconsejó.
3. El
proselitismo cree más en la eficacia del propio razonamiento que en la acción
del Espíritu Santo. Mons. Munilla explicó que si bien la
experiencia de la evangelización enseña que es importante prepararse, el
proselitista “no termina de convencerse que es el Espíritu el que mueve los
corazones” y “que el fruto de la evangelización es don del Espíritu Santo”.
“Por
eso, la acción evangelizadora tiene que estar siempre acompañada de la oración.
El proselitismo se olvida de esto”, señaló.
4. El
proselitismo no respeta suficientemente la libertad. El
proselitista “pretende imponer en vez de proponer”, a pesar de que Jesús “es
infinitamente respetuoso: Mira que estoy llamando a la puerta, si escuchas mi
voz, si me abres, entraré y cenaremos juntos”.
5. El
proselitismo condiciona la ayuda sólo a los suyos. El
prelado explicó que a veces el proselitista suele supeditar su oferta de
solidaridad a la adhesión al mensaje de fe, cuando “la verdadera
evangelización, el verdadero testimonio es amar gratuitamente”, sin preguntar
“¿usted es de los míos o no es de los míos?”.
Mons.
Munilla invitó a los católicos a reflexionar si alguna de estas actitudes está
contaminando el apostolado pues, como señala la declaración Dignitatis humanae, “la
Iglesia prohíbe severamente que a nadie se le obligue, o se induzca o se
atraiga, por medios indiscretos a abrazar la fe. Lo mismo que vindica
enérgicamente el derecho a que nadie sea apartado de ella con vejaciones
inicuas”.
Al
abordar el segundo punto, el obispo español compartió una anécdota que le
sucedió hace unos meses en Alicante y que grafica la importancia del testimonio
de vida.
Relató
que en una ocasión fue invitado a participar en un debate con un filósofo ateo
sobre la existencia de Dios. “Y como os podéis imaginar, yo decía que sí y el
otro decía que no. Y utilizábamos nuestros argumentos apologéticos. Y yo
intentaba razonar y hablaba del orden del universo, de la conciencia; y el
hombre contestaba (…). Bueno, hicimos lo que pudimos”.
El
obispo relató que luego siguió un diálogo, pero cuando este estaba por
terminar, un hombre que estaba al fondo levantó la mano y dijo: “Yo les he
escuchado atentamente sus argumentos. Los han desarrollado ustedes muy bien.
Ustedes han dicho esto y lo otro, y lo otro, y lo otro. Pero yo tengo un
argumento, y lo voy a decir”.
Acto
seguido, el hombre relató que durante su vida había sufrido por una profunda
adicción que lo mantuvo esclavizado durante muchos años.
Varias
veces luchó contra esta adicción e incluso recurrió a psicólogos y terapeutas,
pero experimentó la impotencia “y había tirado la toalla”.
“Entonces
—relató el obispo— dice que un año llegó la Semana Santa y le invitaron a
asistir a la Vigilia Pascual. A esa famosa liturgia, a la madre de todas las
liturgias que es esa Vigilia Pascual, en la que celebramos la Resurrección de
Jesucristo. Y él dice que asistió”.
“Y
vamos, no es que fuese una celebración especialmente devota en la que él se
emocionase. No, no, nada de eso. Asistió, terminó y se fue”.
Pero
al irse, “esa adicción nunca más volvió a aparecer. Jamás la experimentó. Es
como si nunca hubiese existido en su vida”.
Entonces,
el hombre concluyó diciéndole al auditorio: “Yo solo sé que antes era adicto y
después de aquella celebración, de la Resurrección de Cristo, soy libre. Yo no
tengo más argumentos, ¿sabe? No tengo más preguntas, señoría”.
Mons.
Munilla explicó que con este hombre se repetía la historia del ciego de
nacimiento, a quien, cuando le empiezan a preguntar “¿quién es el que te ha
abierto los ojos?”, sólo responde: “Yo solo sé que antes era ciego y ahora
veo”.
En
ese sentido, dijo que la historia del hombre “era un testimonio de lo que Dios
había hecho en él. Y eso tiene mucha fuerza”.
Por Eduardo
Berdejo
Fuente: ACI