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Una religiosa cisterciense recibe a los visitantes en el monasterio navarro de Tulebras. Dominio público |
Acercarse
a un monasterio o convento es una oportunidad para conocer de cerca a quienes
han consagrado su vida a Dios. Puede ser el que siempre ves de camino al
trabajo, el del pueblo donde veraneas o uno encontrado en el buscador y agenda
de Fundación DeClausura. La visita puede ir desde un paseo para comprar dulces
artesanos hasta una estancia de varios días en su hospedería. Sea como sea, la
experiencia dejará huella espiritual.
Al llegar, basta con presentarse y anunciar la intención de encontrarse con la comunidad. La acogida de una monja o un monje, cuya vida gira en torno a la oración, transmite una paz que abre a la trascendencia. Ese primer saludo, incluso a través del torno, suele ir acompañado de una sonrisa y de un afecto sincero, fruto de su vida contemplativa.
Participar en la oración monástica
En
muchos monasterios, el visitante es invitado a unirse a la Liturgia de las
Horas, la oración oficial de la Iglesia que marca el ritmo del día. Rezar
salmos y lecturas junto a la comunidad permite santificar el tiempo, unirse
espiritualmente a fieles de todo el mundo y recibir gracias especiales. No es
necesario saber el rito de memoria: los monjes o monjas ayudan y guían al
visitante para que participe plenamente. Este momento de comunión fortalece la
fe y crea un vínculo espiritual duradero.
Además
de la oración, el monasterio regala algo cada vez más escaso: silencio y
quietud. Lejos del ruido cotidiano, este ambiente facilita la reflexión, la
escucha interior y la apertura a la voz de Dios. Al marcharse, muchos
visitantes descubren que ese silencio se ha convertido en un compañero de fe.
La
visita puede culminar con la compra de productos elaborados en el propio
monasterio: dulces, mermeladas, quesos, miel, licores o jabones. Son productos
artesanales, elaborados con recetas transmitidas durante generaciones, donde el
trabajo manual se acompaña de oración constante. Con cada compra, el visitante
colabora al sostenimiento de la comunidad y se lleva a casa un recuerdo
impregnado de fe y tradición.
Fuente: ReligiónConfidencial