Muchos santos se adentraron en la Pasión de Cristo, aumentando su fe y amor hacia el Redentor, por eso, veamos qué frutos recibiremos si hacemos lo mismo
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Estamos a punto
de celebrar la Semana Santa. La Cuaresma concluye y nos preparamos para vivir
los oficios propios de este tiempo litúrgico en el que hemos practicado el
ayuno, la penitencia y la limosna. Pero corremos un riesgo enorme: hacerlo solo
por costumbre. Y del mismo modo puede ocurrir cuando se trata de la Pasión de
nuestro Señor Jesucristo.
Porque no hay
sacrificio mayor que el que soportó Jesús por amor a nosotros. Y sin embargo,
lamentablemente se ha banalizado un acto tan sublime con las representaciones
teatrales - que término tan triste - que se realizan en muchas partes del mundo
y que millones contemplan como si se tratase de un espectáculo de temporada.
Reflexionar
sobre la Pasión del Señor
Sin embargo,
regresar a la reflexión de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo será
de enorme provecho para nosotros, porque ningún corazón puede permanecer
impasible meditando sobre lo que padeció el Salvador.
Por eso, si
leemos con devoción, obtendremos grandes frutos espirituales:
1. Amarás
más a Dios
"Cristo se
humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz", dice san
Pablo a los Filipenses (2, 8).
Y el mismo Jesús insiste en que "No hay amor más grande que dar la vida
por los amigos" (Jn 15, 13).
Tanto amor de
Dios por la humanidad solo puede generar más amor. Si de corazón meditas en los
sufrimientos de Cristo y te convences de que ha sido solamente por ti, amarás
mucho más a Dios.
2. Confiarás
en su perdón
Él te ha
perdonado sin pensarlo. Confía en que cada vez que te acercas a la
Reconciliación recibes su abrazo amoroso, el que ha dado a todos los seres
humanos cuando se entregó a la muerte por ser fiel a la voluntad del Padre.
3. Decidirás
seguirlo con valentía
Entender que el
sacrificio de Cristo te ha rescatado para siempre, te hará querer
corresponderle con tu propia vida. Y hará más sencilla tu decisión de seguirlo
a pesar de las críticas y ataques, porque Él mismo pasó por esas amargas
experiencias.
Por eso, con
valentía estarás dispuesto a seguirlo por encima de respetos humanos a
doctrinas contrarias a la fe, sin importar las consecuencias.
4. Aumentará
tu fe
¿Qué puede ser
más deseable que vivir como Cristo nos ha enseñado y esperar el gozo de la vida
eterna? Pero el mundo nos muestra placeres momentáneos y al alcance de la mano,
que podrán rechazarse más fácilmente cuando profundices en los sufrimientos de Jesús.
5. Te
propondrás no pecar más
Sabiendo que
nuestro Señor sufrió por los pecadores que se han condenado por no convertirse,
nos propondremos no volver a pecar. Por supuesto que la batalla contra nuestros
defectos y pecados durará toda nuestra vida, pero tendremos en la mente y en el
corazón el deseo de no ofender a nuestro Salvador, viviendo en conversión
permanente.
Un
sufrimiento indecible
Leamos un
fragmento de los escritos de la beata Ana Catalina Emmerick , quien en sus visiones
contempló los padecimientos nuestro Señor Jesucristo durante su cruel Pasión.
En ellos encontramos que sus sufrimientos comenzaron en el Huerto de los
Olivos:
"El
Salvador vio, con amargo dolor, toda la ingratitud, toda la corrupción de los
cristianos de todos los tiempos. Y durante estas visiones, el tentador no
cesaba de repetirle '¿Estás decidido a sufrir por estos ingratos?' mientras las
imágenes se sucedían a una velocidad tan vertiginosa que una angustia indecible
oprimía su alma. Jesús, el Primogénito de Dios, el Hijo del Hombre, se debatía
y suplicaba, caía de rodillas, abrumado, y su voluntad humana libraba un
combate tan terrible contra su repugnancia a sufrir de un modo tal por una raza
tan ingrata, que un sudor de sangre empezó a caer de su cuerpo a grandes gotas
sobre el suelo. En medio de su amarga agonía miraba alrededor en busca de
ayuda, y parecía tomar el cielo, la tierra y las estrellas del firmamento como
testigos de sus padecimientos".
Te adoramos,
¡oh Cristo!, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia