Los cristianos creemos firmemente en la resurrección porque Cristo resucitó, entonces, ¿qué hay de la reencarnación? Veamos la diferencia y qué hay de cierto
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Algunas
personas creen en la doctrina de la reencarnación. Incluso algunos cristianos
llegan a compartir esa creencia, confundiéndola a veces con la doctrina de la
resurrección. Pero si comparamos esas dos doctrinas, entenderemos que una no
tiene nada que ver con la otra, sino que ambas se excluyen.
1. La
resurrección
La resurrección
significa resurgir, volver a la vida. De este modo, Jesús resucitó porque murió
y, al tercer día, volvió a vivir en el mismo cuerpo (observa que su cuerpo
había desaparecido del sepulcro: cf. Mateo
28,5-7; Marcos 16,6; Lucas
24,3-4 y Juan
20,1-9), aunque ese cuerpo se haya vuelto glorioso, pudiendo ser tocado (Jn
20,17.27) y también atravesar puertas y paredes sin la necesidad de que se
abrieran o se derrumbaran (Jn
20,19). El cuerpo de Jesús resucitado es un cuerpo semejante al que
recibiremos al final de los tiempos.
2. La
reencarnación
Reencarnación
significa volver a encarnar, materializarse nuevamente. Es una doctrina
espiritista, que no posee ninguna base bíblica, ni encuentra amparo en la
Tradición y el Magisterio de la Iglesia; por lo tanto, no puede ser aceptada
por ningún cristiano.
La doctrina de
la reencarnación afirma que el espíritu del fallecido asumirá un nuevo cuerpo
para fines de purificación, es decir, las sucesivas reencarnaciones de un
espíritu lo hacen alcanzar la perfección al final de este largo proceso,
purificándose de esta manera de las culpas y pecados cometidos en las
reencarnaciones anteriores.
Algunos
pensadores que creen en la reencarnación llegan a afirmar otras dos
aberraciones: que el espíritu humano puede reencarnarse en el cuerpo de algún
animal o vegetal y que cuando un espíritu alcanza la perfección puede
transformarse en dios.
3. Un
absurdo para el cristiano
La
reencarnación es un absurdo para el cristiano por varios motivos:
En Hebreos
9,27 leemos que
“del mismo modo
que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio”.
Eso significa
que después de nuestra muerte recibiremos el veredicto final de Dios: o estamos
salvados o seremos condenados; y si somos condenados, no habrá otra oportunidad
(reencarnación) para llegar a la perfección.
En Lucas
23,43 leemos que Jesús afirmó al buen ladrón que fue crucificado con
Él:
“Yo te aseguro:
hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Por la doctrina
del Espiritismo, a pesar de ser un buen ladrón, este no estaría totalmente
purificado –pues había robado– y necesitaría encarnarse nuevamente. Sin
embargo, Jesús le da la sentencia final: está salvado.
Los escritores
del Nuevo Testamento afirman que Jesús murió por nuestros pecados, venció a la
muerte y, así, nos garantizó la vida eterna.
4. ¿Para qué
un redentor?
Ahora, si
existiera la reencarnación, ¿para qué necesitaríamos de un redentor? Nosotros
mismos, por nuestros propios méritos alcanzaríamos la perfección y la salvación
como Jesús.
Luego, la
reencarnación mina la base del cristianismo que es aceptar a Jesús como
verdadero Dios y hombre.
La Biblia
también afirma que los justos heredarán el Reino de Dios, pero los impíos serán
arrojados al Infierno, donde habrá llanto y rechinar de dientes.
5. Ni
infierno ni purgatorio
Si la
reencarnación fuera posible como afirman los espiritistas, no habría necesidad
del infierno porque los impíos y hasta incluso los demonios podrían purificarse
de sus malas obras y encontrarían la salvación.
Además de esto,
queda la pregunta: ¿Cómo el hombre puede purificarse de las faltas y pecados
cometidos en las encarnaciones anteriores si él no posee el más mínimo recuerdo
de lo que hizo?
Si esa
purificación fuera posible, bastaría desencarnarse lo más rápidamente posible
para que no tenga tiempo de cometer nuevas faltas: así alcanzaría la
perfección.
6. Solo
resurrección
Resumiendo, la
reencarnación y la resurrección son doctrinas muy distintas. Quien quiere ser
cristiano tiene que creer en Jesucristo como Dios y hombre y seguir su Palabra.
Y Jesús nunca
habló de reencarnación, solo de resurrección. Confiemos, con sabiduría, en
nuestra (única) resurrección final.
Padre Félix
Fuente: Aleteia
