No hay nada obligatorio sobre la hora exacta del día en que debamos rezar. La clave es que tengamos una vida de oración intencional
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Dios nos llama
a cada uno de nosotros a un camino espiritual único que tenemos que discernir.
Un aspecto
sencillo de nuestra vida espiritual que tenemos que discernir es el tiempo que
dedicamos cada día a la oración.
Pero si somos
sinceros con nosotros mismos, algunos de nosotros no programamos la oración y,
la mayoría de los días, ni siquiera levantamos los ojos hacia Dios.
Lo que tenemos
que hacer es vivir una vida espiritual intencional en la que pensemos cuál es
el mejor momento del día para entablar una conversación con Dios.
Muchos santos
vieron un gran beneficio en rezar por la mañana. San Francisco de Sales fue uno de ellos y
escribió sobre ello en su Introducción a la Vida Devota:
"La
Sagrada Escritura nos enseña continuamente que la mañana es la mejor y más
provechosa parte del día, y lo mismo hacen los ejemplos de los Santos y nuestra
razón natural. Nuestro Señor mismo es llamado el Sol, que se levanta sobre la
tierra, y nuestra Señora la Estrella del Día; y así pienso que es sabio ir a
dormir temprano por la noche para estar listo para despertar y levantarse
temprano. Además, es la hora más agradable, más fresca y más libre del día; los
mismos pájaros nos estimulan a levantarnos y a cantar las alabanzas de Dios.
Levantarse temprano promueve tanto la salud como la santidad".
Una de las
principales razones por las que la mañana es una hora ideal es que podemos
entrar más fácilmente en oración cuando nuestra mente está menos atestada de
todo lo del día.
Por otra
parte, algunos de nosotros nunca podemos rezar por la mañana, por mucho que lo
intentemos.
El "búho
nocturno" está muy despierto a última hora de la tarde y es más receptivo
a la oración en ese momento.
Sin embargo,
orar por la noche requiere un esfuerzo deliberado para dejar de hacer lo que se
está haciendo y orar, pero si eres capaz de programarlo en tu vida diaria, no
será un problema.
Hagas lo que
hagas, sé consciente de tu vida espiritual e intenta ponerte con frecuencia en
presencia de Dios, dejando que el calor de su amor invada tu corazón.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia