Muchos fieles no saben lo que son los diáconos permanentes y algunos hombres que podrían sentirse llamados no conocen esta posibilidad
Foto cedida por Orlando Ojeda |
Este viernes se renovará la Comisión Diocesana para el
Diaconado Permanente. Podría incluir perfiles ligados a las universidades y
alguna mujer pero, sobre todo, otros diáconos para «alumbrar» con el ejemplo
«Yo
siempre insisto en que el diaconado permanente no
es apuntarse a una organización a la que se quiere pertenecer, es una llamada
que te hace Dios y a la que tú respondes», explica Orlando Ojeda, nacido en Cuba, afincado en Madrid y
diácono permanente desde hace 20 años. Él es uno de los 51 que hay en la
archidiócesis —prácticamente todos casados a excepción de algún viudo— y que
tienen como misión «estar disponibles para lo que la Iglesia te pida». En su
caso, aparte de coordinar la catequesis de adultos y ser responsable de las
exposiciones del Santísimo en la parroquia Nuestra Señora de la Montaña, en
Moratalaz, desde 2010 celebra las exequias en el Cementerio Municipal
Sur-Carabanchel. Es una tónica en estos hombres dedicarse a las labores
sociales de la Iglesia. «Siempre me llamó la atención que Cáritas no me pedía nada», confiesa Ojeda, «pero
en las exequias me di cuenta de que no hay mayor caridad que dar consuelo y
esperanza». De manera similar a él, otros perfiles se vuelcan en la pastoral de
la carretera o visitando hospitales.
Ojeda
forma parte de la Comisión
Diocesana para el Diaconado Permanente, que este viernes
31 renovará a sus miembros después de que cinco aspirantes celebren el rito de
admisión a órdenes y reciban los ministerios de acólito y lectorado en una
celebración presidida por el cardenal José Cobo y
a la que acudirán sus familias. El obispo auxiliar Vicente Martín,
que preside la comisión desde el año pasado, adelanta que entre los nuevos
integrantes «puede que haya alguna mujer y mucha gente del mundo de la
universidad, el mundo pastoral y el mundo social». Pero, aparte de estas
personas, recalca que «queremos que estén muy presentes los mismos diáconos,
para que desde su propia experiencia alumbren a otros». El objetivo último es
«acompañar todo el proceso de formación y la vivencia de los ya ordenados».
Se
encuentran con una dificultad que hay que abordar sin tapujos: muchos fieles no
saben lo que son los diáconos permanentes
y algunos hombres que podrían sentirse llamados no conocen esta posibilidad.
«En una diócesis tan grande como Madrid que haya 51 ordenados no supone
muchos», reconoce Martín. Aunque matiza que «dentro de unos meses serán 56»,
pues dos de ellos serán ordenados en Roma por el Papa
el próximo 23 de febrero y otros tres lo serán durante el mes
de junio en la archidiócesis, seguramente en la catedral de la Almudena o en la
basílica de San Francisco el Grande.
Esto
provocaría que, junto a los otros 20 que están en proceso de formación, «dentro de unos años podamos tener 80», pronostica el
obispo auxiliar. El brote verde que podrían suponer para las vocaciones en
Madrid ha llevado a la archidiócesis a plantearse qué encargarles y cómo. Para
empezar, según el obispo auxiliar, «nos parece que el diaconado permanente debe
ocupar un papel animador y dinamizador de la comunidad
cristiana junto al párroco, los sacerdotes y los laicos a los
que sirven». Y reivindica que «una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa
necesita de servidores». Por tanto, de las formaciones del futuro se podrá
esperar un profundo énfasis en «el trabajo en equipo y los liderazgos
compartidos» y una preparación para «la pastoral social caritativa en el
sentido más amplio». Además, se les confiará «la acogida y la escucha» aparte
de —no olvidemos que son ministros ordenados— «el servicio del altar y la
palabra», pues pueden leer el Evangelio en Misa, bautizar,
casar y presidir el rito de exequias.
El obispo auxiliar y presidente de la Comisión Diocesana para el Diaconado Permanente espera cierto efecto contagio —positivo— al contar con más ministros en el territorio. «Estamos en una nueva etapa eclesial y uno puede recibir la llamada en diálogo con su párroco o su comunidad». «A veces han sido otros diáconos los que han animado a los actuales», recuerda. En el caso de Ojeda, fue la insistencia de otros feligreses de su parroquia madrileña la que —junto al diálogo frecuente con los obispos de Camagüey y La Habana, en su Cuba natal, con los que mantenía lazos— lo que le hizo darse cuenta de que estaba llamado.
«Tenemos
que hacer una campaña de promoción y difusión sobre esta
vocación», confiesa Martín. Aunque advierte de que la falta de
sacerdotes no debe llevar a pensar erróneamente que serían sustitutos de los
clérigos ni que valga cualquiera. «Hay que hacer un discernimiento, purificar
motivaciones y consolidar la llamada», matiza, pues se buscan personas con
«madurez y estabilidad emocional y familiar», mayores de 30 años y casados
desde hace al menos cinco años. Deben estudiar tres cursos de Teología y,
durante el discernimiento, es normal que alguno vea «que ese no es su camino».
Además, debido a que estos ministros tienen sus propios empleos, «no pueden
dedicarse a estudiar todos los días, sino que van cogiendo asignaturas y el
proceso se ralentiza». Pero quizá lo más importante, pues son hombres casados,
es que «tienen que estar autorizados por su mujer».
Rodrigo Moreno
Quicios
Fuente: Alfa y Omega