A todas las madres que lloran la pérdida de sus hijos a causa de la violencia, la soberbia y el odio, se dirige especialmente el pensamiento de Francisco en el Ángelus
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En el primer
día del año, dedicado a la paz, el pensamiento del Pontífice en el Ángelus es
para todas las madres y, en particular, para aquellas cuyo corazón está lleno
de dolor, «porque sus hijos han sido arrebatados por la violencia, por la
soberbia, por el odio». ¡Qué hermosa es la paz!, exclama el Obispo de Roma, que
invita a contemplar y valorar el misterio de la natividad y a devolver
gratuitamente gestos de perdón y reconciliación
El niño Jesús,
que en hebreo significa «Dios salva» y el corazón de María, su madre. Lo que se
ve y lo que no se ve. A esta doble presencia, a esta relación de filiación y
maternidad que culmina en el dolor de la cruz, se refiere el Papa para su
catequesis desde el Palacio Apostólico en el primer día de un nuevo año,
tradicionalmente dedicado a la paz. Por un lado, Dios que se hace carne y, por
otro, los sentimientos que guarda en reserva su madre. A todas las madres que
lloran la pérdida de sus hijos a causa de la violencia, la soberbia y el odio,
se dirige especialmente el pensamiento de Francisco en el Ángelus.
Jesús trae la
paz
Es sobre la
gratuidad de la Encarnación que se detiene el Papa, un acontecimiento que
siempre tiene que asombrarnos:
El Señor, en
efecto, vino al mundo para darnos su propia vida. Pensemos en esto: todos los
hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer. Dios, en cambio,
eligió nacer por nosotros: Jesús es la revelación de su amor eterno e infinito,
que trae la paz al mundo.
El corazón de
María late de esperanza
María es
discreta, sí, pero las manifestaciones de lo que medita en su corazón son
numerosas, transformadoras, evidentes:
Este corazón
es el oído que escuchó el anuncio del arcángel Gabriel; este corazón es la mano
de esposa entregada a José; este corazón es el abrazo que envolvió a Isabel en
su vejez. En el corazón de María late la esperanza de redención para toda
criatura.
¡Qué hermosa es
la paz!
Como de
costumbre, el Sucesor de Pedro concluye con una serie de preguntas: sugieren
meditar sobre la disponibilidad de cada uno a contemplar como María. Y, ante el
misterio de la Natividad: «¿Cómo puedo yo corresponder a un don tan grande con
un gesto gratuito de paz, de perdón, de reconciliación?».
Hoy, en este
primer día del año, dedicado a la paz, pensemos en todas las madres que se
alegran en su corazón, y en todas las madres cuyo corazón está lleno de dolor,
porque sus hijos han sido arrebatados por la violencia, por la soberbia, por el
odio. ¡Qué hermosa es la paz, que alegra la vida de los pueblos! ¡Qué inhumana
es la guerra, que rompe el corazón de las madres!
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News