La Sagrada Familia nos da ejemplo de virtudes, de valores… ¡tantas veces!
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Ningún camino
vocacional es sencillo. Cada uno nos lleva a ejercitarnos en los valores que
nos permiten vivir heroicamente en lo cotidiano, en la familia, el trabajo,
etc. Saber esto es lo que puede asustarnos, cuando vemos el plan de Dios. ¿O
no?
¡Da tanto miedo
soltarse y simplemente confiar! Muchas veces me pregunto si la Virgen María, en
algún momento, se detuvo a pensar en todo lo que conllevaba dar ese SÍ. ¿En
algún momento tuvo miedo a su vocación?
Según el
Evangelio de San Lucas 1, 34: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
Si seguimos leyendo en el Evangelio de San Lucas, el ángel le explica cómo el
Espíritu Santo descenderá sobre ella.
María
simplemente responde: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has
dicho». ¡Qué valentía! No dudó en dar el SÍ; ella simplemente confió.
La mayoría del
tiempo lo que más nos cuesta es confiar, dejarnos libres en las manos de Dios
para que Él pueda obrar en nuestra vida conforme a su voluntad.
Hay que
recordar que la voluntad de Dios no es la nuestra y que su «sí» a nuestras
peticiones llegará en el momento que Él tiene planeado. Nos abrirá el camino a
nuestra vocación cuando sea el momento, pero antes debemos aprender que la
vocación a la que nos llama todos los días es a la vocación de la santidad, por
medio del amor en nuestra cotidianidad.
Aunque a veces
nos cueste amar al prójimo y nos atormenten las situaciones diarias, debemos
saber que, de la mano de la Virgen María, San José y Jesús, tres corazones
unidos, entrelazados por el amor, el servicio y la entrega, podemos vivir la
vocación al amor y dar ese SÍ que nuestro Señor nos pide en nuestra
cotidianidad.
Por eso quiero
compartirte algunas ideas que, en lo personal, me siguen ayudando a ejercitarme
en algunos valores para llevar esta vocación de la mano de la Sagrada Familia.
La Sagrada
Familia nos da ejemplo de virtudes, de valores… ¡tantas veces!
Tres corazones,
un solo amor. ¡Qué maravilloso tener la oportunidad de unirnos a ellos por
medio de la oración! La oración es la comunicación directa que tenemos con Dios
y con la Sagrada Familia.
Nos
alimentamos por medio de la oración para ser fuertes y mejores cada
día. A veces conlleva mucha disciplina, pero más que eso es puro amor.
Quien ama
quiere estar con su amado todo el día, y nosotros tenemos la oportunidad, por
medio de una oración sincera, de estar con Él. No necesita ser larga ni corta;
no hay oración perfecta, solo un corazón dispuesto a dejarse amar.
Podemos
encomendarnos a Jesús, José y María para discernir nuestra vocación, nuestra
manera de vivir, de amar, de aprender y, sobre todo, de confiar. Así podremos
dar ese SÍ y dejarlo todo en las manos de Dios.
Siempre hay
tiempo para una palabra de amor y esperanza
Estamos tan
acostumbrados a pedir que nuestras oraciones se llenan más de peticiones que de
gratitud. Incluso, ni nos recordamos de dar gracias. Pero, ¿alguna vez hemos
dejado un silencio para poder escuchar la voz de Dios y lo que Él quiere de
nosotros?
A la mayoría
nos cuesta escucharlo. Muchos santos recomendaban hacer una oración
contemplativa, en la que simplemente estamos en silencio, en una entrega total.
Sin embargo, si
la mente está atormentada con nuestros pendientes y no logramos hacer silencio,
¿por qué no comenzar a leer
la Sagrada Escritura? Dios nos ha dejado su palabra para darnos esperanza,
luz y, sobre todo, amor.
Palabras de
consuelo y de alegría. Tomarnos un tiempo para meditar su palabra puede ser una
gran oportunidad para escuchar lo que Dios quiere de nosotros y encontrar una
luz en el camino hacia Él. Dios es amor, y su palabra nos da vida.
No olvides,
Jesús Sacramentado te espera
En el ir y
venir de nuestro día a día, a veces la desesperanza y el desánimo se apoderan
de nuestro corazón. Pero, ¿por qué se nos olvida que Jesús está esperándonos
para ayudarnos y aliviarnos de nuestras cargas? Él nos espera todos los días en
el Santísimo, en esa pequeña capilla de adoración, para que pasemos tiempo con
Él, le hablemos y le dejemos ayudarnos a caminar con nuestra cruz.
A veces creemos
que es tan difícil confiar en Él que nos hacemos ciegos a la vocación del amor.
Pero no debemos olvidarnos de que Jesús quiere liberarnos de toda atadura
espiritual y material. ¡Cuánto amor! Al hacerse tan pequeño para nosotros, en
un pedacito de pan, solo para poder permanecer en nuestra vida.
No debemos
olvidar que Él nos sigue esperando todos los días para cambiar y sanar nuestro
corazón. No tengamos miedo de dejarnos amar por Él y compartir ese amor con
todos los que nos rodean. Hagamos del amor la vocación más grande en nuestra
cotidianidad. No tengamos miedo de dar ese SÍ, como la Virgen María, a nuestro
Señor.
Tenemos una
Sagrada Familia que nos acompaña en este caminar y nos ayuda a seguir adelante,
poniendo la confianza siempre en Dios. Que la Sagrada Familia nos acompañe y
nos brinde la sabiduría y el coraje para servir a Dios.
Katerin
Carías
Fuente: CatholicLink