El Papa firma el prefacio del libro del vaticanista Francesco Antonio Grana 'Jubileo de la esperanza': Quisiera que este periodo fuera realmente una oportunidad de conversión, de revisión de la propia vida a la luz del Evangelio
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El Año Santo y
el sueño del Papa, el de un mundo en paz, donde las armas estén archivadas en
los arsenales, quienes las fabrican hayan dejado de lucrarse con la muerte de
otros, la pena de muerte no tenga ejecuciones programadas en el calendario y a
los presos se les concedan «formas de amnistía o indulto». Francisco lo reitera
en las líneas del prefacio del libro «Jubileo de la esperanza», escrito por el
vaticanista Francesco Antonio Grana y publicado por Elledici.
No un
sentimiento vago
«¡Cuánto
quisiera que el próximo Jubileo fuera realmente la ocasión propicia para un
alto el fuego en todos los países donde se combate!», reafirma Francisco como
en tantos de sus llamamientos. «De la guerra, de toda guerra, -esto debe quedar
claro- todos salen siempre perdedores, ¡todos!» y «no hay vencedores ni
vencidos, ¡sólo vencidos!», subraya, recordando lo afirmado en la Bula de
Indicción del Año Santo Spes non confundit, es decir, que «la esperanza no
defrauda». Porque, explica, no es «optimismo, ni un vago sentimiento positivo
sobre el futuro», sino «otra cosa»: «No es una ilusión ni una emoción. Es una
virtud concreta, una actitud de vida y tiene que ver con opciones concretas. La
esperanza se alimenta del compromiso por el bien de parte de cada uno».
«Alimentar la esperanza», prosigue Francisco, tiene el valor de «una acción
social, intelectual, espiritual, artística y política en el sentido más alto de
la palabra. Es poner las propias capacidades y recursos al servicio del bien
común».
Instrumento
de gracia
Bien común como
para los migrantes que viven la paradoja de odiseas llamadas «viajes de la
esperanza» que a menudo «son verdaderos viajes de la desesperación» con el
Mediterráneo convertido en un «gran cementerio». O el bien para los reclusos, a
cuyo respecto el Papa recuerda haber pedido «condiciones dignas» junto con la
abolición de la pena de muerte, juzgada «inadmisible porque atenta contra la
inviolabilidad y la dignidad de la persona». El Año Santo, sostiene Francisco
en un pasaje del prefacio, «no es exclusivamente una cita dictada por el
calendario, sino un verdadero instrumento pastoral que los papas, desde el 1300
hasta hoy, han utilizado según las necesidades del tiempo en el que estaban
llamados a guiar a la Iglesia».
Momento de
renacimiento
El próximo, el
de 2025, verá pasar a millones de peregrinos por la Puerta Santa de San Pedro y
de las otras tres basílicas papales. Me gustaría, es el deseo del Papa, que
esta peregrinación no sea un viaje turístico o la consecución de un objetivo,
como las Olimpiadas. Quisiera que fuera verdaderamente una ocasión de
conversión, de revisión de la propia vida a la luz del Evangelio» y que “esta
peregrinación fuese siempre acompañada por un gesto de caridad a realizar en
secreto”. El libro recuerda a Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, dos jóvenes
que serán proclamados santos durante el Jubileo. De ambos Francisco recuerda
ejemplos y palabras, no «vivir al día» en el diván de sus vidas sino
revistiendo, con Jesús en el corazón, la belleza del amor que se hace servicio.
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