La vocación y misión de los fieles laicos es la de animar el orden temporal con los valores del Evangelio de Jesucristo mediante el testimonio y su anuncio correspondiente
Thx4Stock team / Shutterstock |
Todos estamos llamados a participar, según la vocación
particular, en la construcción del Bien Común. Se puede hacer a título personal
y/o de manera colectiva en multitud de asociaciones: vecinales, políticas,
escolares, culturales, profesionales, deportivas, sociales o sindicales
La vocación y misión de los fieles laicos es la de animar el
orden temporal con los valores del Evangelio de Jesucristo mediante el
testimonio y su anuncio correspondiente. Esta definición supone considerar y
anteponer la identidad de los laicos. Antes se llegó a hacer por la vía
negativa ("los laicos son los que no son sacerdotes"), pero el Papa
Pío XII dio un paso adelante al definir la identidad de los laicos por la vía
afirmativa:
“Los fieles, y más precisamente los laicos, se encuentran en
la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el
principio vital de la sociedad humana. Por tanto ellos, ellos especialmente,
deben tener conciencia, cada vez más clara, no solo de pertenecer a la Iglesia,
sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra
bajo la guía del Jefe común, el Papa, y de los Obispos en comunión con él.
Ellos son la Iglesia (...)”.
(Pío
XII, Discurso a los nuevos Cardenales, 20 febrero 1946).
Este “ser la Iglesia” se entiende por su relación con la
“comunidad de los fieles sobre la tierra”; esto es, la sociedad presente y
concreta de cada laico. Para ello vale la pena considerar algunos aspectos de
su intervención en ella:
1. Lugar
El lugar en el que el laico realiza su vocación y misión es
el secular (del latín saeculāris que significa ‘del siglo’). En este sentido,
la índole secular del laico es la vida en su tiempo, en su historia y en su
mundo. El laico está llamado a servir ahí, en su vida social ordinaria, desde
los valores de su fe, pero sin asumirse en vocero del obispo u operador del
cura. Debe considerar que su espacio propio no es la sacristía, sino la
sociedad en donde vive.
"Ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son
partícipes de su dimensión secular; pero lo son de formas diversas. En
particular, la participación de los fieles laicos tiene una modalidad propia de
actuación y de función, que, según el Concilio, 'es propia y peculiar' de
ellos. Tal modalidad se designa con la expresión 'índole secular'”
(San Juan Pablo II, Christifideles laici, n.
15, citando a Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen
gentium, n. 31).
2. Testimonio
Un "laico comprometido" no es únicamente el que
anda en las cosas de la parroquia, sino aquel que da testimonio de su fe en el
mundo, sin diluirse en él.
3. Comunión eclesial
Un líder laico no puede asumirse como “la voz de los laicos
católicos”, ni mucho menos “la voz de la iglesia”; mucho menos cuando es líder
de una fracción política.
En efecto, la iglesia no tiene partidos, pues su naturaleza
es ser luz que ilumina todos los caminos de la vida; correspondiendo a cada
fiel optar por el que la recta conciencia le señale. En este punto cabe señalar
que la única voz autorizada de la iglesia es la del obispo en su diócesis.
Lo anterior no conlleva una ruptura con la comunión de la
Iglesia, sino al revés: es asumirse Iglesia en la comunión eclesial, de la mano
del Papa y el obispo, en su familia y sociedad.
"La comunión con el Papa y con el obispo está llamada a
expresarse en la leal disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y
sus orientaciones pastorales. La comunión eclesial exige, además, el
reconocimiento de la legítima pluralidad de las diversas formas asociadas de
los fieles laicos en la Iglesia, y, al mismo tiempo, la disponibilidad a la
recíproca colaboración".
(San Juan Pablo II, Christifideles laici, n.
30).
4. Política
Todos los laicos están llamados a participar en la política.
En esta misión, tienen el auxilio de la Iglesia que, con su Doctrina Social, es
brújula que orienta en esta empresa:
“Para animar cristianamente el orden temporal —en el sentido
señalado de servir a la persona y a la sociedad— los fieles laicos de ningún
modo pueden abdicar de la participación en la 'política'; es decir, de la
multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y
cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común”.
(San Juan Pablo II, Christifideles laici, n.
42)
5. Ley moral natural
El lenguaje del laico en la política no es el del predicador
que se dirige a los asistentes a una peregrinación, retiro o congreso. Esto no
quiere decir que deba disfrazar la identidad de su fe, sino al contrario,
evidenciarla con el testimonio de vida, recordando que la ley moral natural es
el lenguaje propio de la política. Esto ayudará a que las manifestaciones
políticas sean abiertas y asequibles a la multiforme sociedad, evitando que
aparenten ser un acto de culto.
6. Ir a las periferias
El laico debe rechazar el relativismo que envenena la
sociedad, pero sin aislarse en una burbuja de pureza inmaculada a donde no
llega nadie. Lejos de ello, el católico está llamado a ir, en palabras del
Santo Padre Francisco, a las “periferias existenciales” (Cf. Mensaje al
meeting por la amistad entre los pueblos, Rimini, 24-30 agosto 2014), con un
espíritu abierto a sembrar la semilla del encuentro; siempre dispuesto al
diálogo y dando razón, con claridad y caridad, de lo que cree, piensa y espera.
7. Bien posible
Los fieles laicos deben buscar y favorecer el bien posible,
por más pequeño que este sea, evitando la inmovilidad de un utopismo de
perfección que lleva a la espera eterna del bien ideal. En este sentido, es
preferible procurar un bien concreto y tangible, por pequeño y limitado que
sea, a quedarse enredado en la búsqueda de un bien perfecto que, por ser tal,
acaba siendo inalcanzable.
8. Participación e influencia
En este momento en el que las plataformas de los partidos
políticos al parecer quedaron en un estante de su archivo muerto, o cuando
menos deshojadas por el vendaval del pragmatismo político, conviene que los
laicos se abran espacios de participación e influencia en todos los ambientes,
en todos los partidos, con todos los actores. Ahí donde exista un grupo
político o social, de cualquier índole, ahí debe estar el fiel laico llevando
la luz de la fe.
9. Paz y alegría
El laico siempre debe conservar la paz y vivir con alegría,
seguro de que la victoria final ya nos la ganó Jesucristo por anticipado con su
Resurrección gloriosa. Esta certeza objetiva, contundente y sensiblemente real
ayudará a no desfallecer en la convulsa arena social en la que le toca
debatirse; dispuesto, si fuera necesario, a ofrendar su vida por amor a Dios y
a la Iglesia.
10. Conciencia de su dignidad
10.- Toda la misión del laico en la sociedad parte de la
conciencia acerca de su dignidad; por ello es necesario ponerla como fundamento
de su misión.
“Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de
cada persona humana constituye una tarea esencial; es más, en cierto sentido es
la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles
laicos, están llamados a prestar a la familia humana. (...) La dignidad
personal es el bien más precioso que el hombre posee, gracias al cual supera en
valor a todo el mundo material. Las palabras de Jesús: «¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero, si después pierde su alma?» (Mc 8, 36) contienen
una luminosa y estimulante afirmación antropológica: el hombre vale no por lo
que «tiene» —¡aunque poseyera el mundo entero!—, sino por lo que «es». No
cuentan tanto los bienes de la tierra, cuanto el bien de la persona, el bien
que es la persona misma”.
(San Juan Pablo II, Christifideles laici, n.
37)
Luís Carlos Frías
Fuente: Aleteia