Inspirado en la parábola del banquete de bodas, el papa Francisco ha elegido para el Domund el siguiente lema: «Id e invitad a todos al banquete».
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Cartel del DOMUND 2024 |
Jesús ha confiado a los suyos su misión hasta que la historia llegue a su término. Nadie es excluido de la predicación del evangelio hecha con alegría, cercanía y con el testimonio del amor. A lo largo de la historia del cristianismo la misión ha dado muchos frutos fecundos que Jesús calificó como obras mayores que las suyas. El evangelio ha sido una semilla fecunda, portadora de esperanza, justicia y caridad.
Muchos la han recibido en
sus corazones y han dado, según su medida y generosidad, frutos abundantes. La
fe cristiana se ha inculturado en países, lenguas y formas de vida que han
enriquecido a la Iglesia con sus dones y talentos particulares. ¿Quién nos dice
que no sucederá lo mismo en el futuro? Son necesarios misioneros que digan con
el profeta: aquí estoy, envíame.
La invitación es sencilla: Dios te llama, escucha su
voz. Ven y sígueme. Da gratis lo que gratis has recibido. Levántate y ponte en
camino. Las formas de la invitación son diversas: oración, trabajo,
contemplación, enseñanza, desarrollo humano. Sólo una cosa no debe faltar
nunca: el anuncio explícito del nombre, la vida y los milagros, la pasión,
muerte y resurrección de Cristo. Evangelizar es la tarea y pasión de la
Iglesia. El destinatario es cada hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, y
llamado a reproducir en él la imagen de Cristo. No podemos excluir a nadie por
prejuicios o gustos personales. Cristo ha muerto por todos y todos tienen
derecho a Cristo, a su evangelio y a su salvación.
El fin de la misión es claro: participar en el banquete de bodas. Nunca se debe silenciar este dato. No invitamos a empresas personales condicionadas por opciones políticas, culturales o económicas. Invitamos a un banquete donde el hombre halla la satisfacción de sus necesidades más hondas: la felicidad, la paz y la justicia, la misericordia, y, en último término, la salvación eterna. El hombre ha sido creado, según decían los Padres, para acoger el evangelio, que es acoger a Cristo. Y el mundo ha sido creado para ser Iglesia.
Cristo ha venido a buscar al hombre y desposarse con él en la verdad,
la libertad y la inmortalidad. Nada de esto puede silenciarse en la misión.
Haríamos ineficaz el mandato de Cristo. En el banquete hay que entrar con la
conciencia clara de lo que se va a celebrar. Sin engaños ni manipulaciones ni
falsas promesas. La puerta está abierta para todos, pero, según la parábola de
Cristo, hay que llevar la vestidura de fiesta si no queremos ser arrojados
fuera. Esa vestidura es la acogida previa del evangelio de la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, porque solo la aceptación de su amor nos hace nuevas
criaturas y nos reviste del hombre nuevo creado a imagen de Cristo.
Este banquete está prefigurado en la Eucaristía que
celebramos como memorial del Señor. Sentarse a la mesa de Cristo es participar
en su amor sin reservas, que nos convierte en testigos y misioneros. Es
participar de su disponibilidad, la que él inauguró en su encarnación con
obediencia al Padre. Es ponernos a disposición de su voluntad para que su
nombre sea conocido y todo el mundo se someta a su señorío, como Señor del
mundo y de la historia. Sólo así Dios será todo en todos y la salvación
alcanzará a todos los pueblos.
+ César Franco
Obispo de Segovia.
Fuente: Diócesis de Segovia