El diácono está llamado a un servicio especial dentro de la Iglesia, pero hay dos clases: el transitorio y el permanente, ¿conoces la diferencia entre ellos?
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Philippe Lissac | Godong |
Hay dos maneras
de cumplir con la orden de los diáconos en la Iglesia católica. Una forma es
como diácono “transitorio” y la otra es como diácono “permanente”.
En ocasiones,
el obispo ordena tanto a diáconos transitorios como a permanentes en la misma
ceremonia, lo cual puede dificultar diferenciarlos.
Para empezar,
el Catecismo de la Iglesia católica ofrece una definición sucinta de la figura
del diácono y su papel particular:
"Los
diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no
reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones
importantes en el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno
pastoral y del servicio de la caridad, tareas que deben cumplir bajo la
autoridad pastoral de su obispo".
CEC 1596
La primera
orden
El diaconado es
la primera “orden” en el sacramento de las sagradas órdenes y, para los
llamados al sacerdocio, es la primera orden que reciben.
Todos los
hombres camino del sacerdocio deben ser ordenados primero diáconos. Es lo que
se denomina diaconado “transitorio”, porque marca una transición al
presbiterado.
Sin embargo, no
todos los diáconos se hacen sacerdotes.
Algunos hombres
están llamados por Dios a servir a la Iglesia de una forma que no implica el
sacerdocio.
El diácono
permanente
Este diaconado permanente es un ministerio de servicio,
tanto litúrgico (principalmente a través de la predicación, actuando como
ministro ordinario de la sagrada comunión y celebrando bautizos, oficiando
bodas y funerales fuera de la Misa), como en los múltiples servicios ministeriales
de la vida parroquial y diocesana.
Los hombres
casados pueden ser ordenados en el diaconado permanente.
En este caso,
un diácono permanente siempre será diácono, aunque, en raras circunstancias (a
menudo tras la muerte de una esposa), puede ser ordenado sacerdote si el obispo
concede un permiso especial.
La vocación del
diaconado permanente es un llamado especial en la Iglesia y continúa siendo una
vía poderosa de gracia para esos hombres que desean servir a la Iglesia sin
convertirse en sacerdotes.
Philip Kosloski
Fuente:
Aleteia