¿Cómo deben actuar los padres ante las malas decisiones de sus hijos adultos? Una experta en temas de familia y madre de 12 nos comparte una frase de san Josemaría que te dará dirección
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Hay un refrán
que dice: "Niños pequeños, problemas pequeños; niños grandes, problemas
grandes." Para los padres, los problemas y el cansancio generalmente
encuentran su respiro alrededor de las nueve de la noche, cuando los pequeñajos
se van a la cama. Por muy pesado, difícil o complicado que haya sido el día,
todo llega a su fin hasta el amanecer del siguiente día. A medida que los niños
crecen, la participación activa de los padres tiende a disminuir, especialmente
en la transición hacia la vida adulta, donde su presencia puede parecer,
erróneamente, que desaparece.
¿Dónde deben
situarse los padres?
A medida que
descendemos en el rango de importancia de su escalafón debemos cambiar nuestro
modo de actuar y nuestra ubicación. Inicialmente, es necesario estar encima,
vigilando, enseñando y protegiendo, y dentro de esta protección se incluye el
regañar.
Tenemos que
estar con él, como con el niño que empieza a andar en bicicleta sin ruedines,
pegaditos. A medida que crecen hacia la adolescencia, debemos estar al lado,
cerca, por si se van a caer o desviar del buen camino. Y la posición, cuando ya
crecen, cuando ya son adultos y han tomado las riendas de su vida, es más bien
estar dos pasos más atrás, proporcionando apoyo, cariño y -discretamente-
consejo, pero permitiendo que tomen sus propias decisiones.
Estar dos pasos
atrás es una posición difícil; la libertad de los hijos siempre
lo es. La impotencia de no poder inyectarles la sabiduría que ganamos con los
años y los errores resulta absolutamente frustrante.
Pero no te
engañes: hablando poco, brindando cariño y discreción, aún seguirán necesitando
nuestra aprobación y valoración; éstas seguirán siendo importantes el resto de
su vida.
Ceder sin
conceder
¿Qué pasa si
los hijos adultos llevan una vida incompatible con nuestra fe católica? Cariño,
respeto y oración. Como dijo un santo anteriormente: es más importante hablarle
a Dios de nuestros hijos que a nuestros hijos de Dios.
No lo humilles,
no lo critiques, no lances comentarios capciosos al aire. Cuando tengas que
recomendarle otro camino busca hacerlo en privado y hazlo con todo el cariño
que encuentres en el corazón.
Aplícale a tu
hijo esa frase: "Se condena al pecado y se disculpa al pecador". Ten
mucha paciencia; las grandes catedrales no se construyeron de un día para otro.
Cincelar un alma puede ser más difícil y duro que esculpir una roca.
San Josemaría dijo: "Tenemos
que ceder sin conceder, con el ánimo de recuperar". Esta frase
magistral es muy aplicable a las situaciones que viven muchas familias de
hogares católicos con hijos adultos que viven una situación irregular. En esos
casos, que tu hijo venga con su pareja (fruto de una situación irregular) a
comer a casa no es un acto intrínsecamente malo; estaríamos en ese proceso de
ceder sin conceder, con ánimo de recuperar.
Sólo podemos
tender la mano si seguimos formando parte de su vida. Nuestra función es la de
lanzar puentes, tenemos que seguir haciéndolo, incluso, cuando estamos dos
pasos más atrás.
Mar Dorrio
Fuente: Aleteia