El Papa Francisco pospuso su catequesis habitual en la Audiencia General de este 28 de agosto para denunciar la situación actual de los migrantes, víctimas de la “indiferencia y el descarte” que pierden la vida en los “mortíferos” mares y desiertos en busca de una vida de paz y seguridad.
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El Papa Francisco este 28 de agosto Crédito: Daniel Ibáñez/ ACI Prensa. Dominio público |
En el caso del desierto, se refirió también a “todos aquellos
territorios inaccesibles y peligrosos como bosques, selvas, estepas,
donde los migrantes caminan solos, abandonados a su suerte”.
A continuación, el Papa Francisco denunció, al igual que en
ocasiones pasadas, que el Mediterráneo (mare nostrum) se ha convertido en
un cementerio. “Y la tragedia es que muchos, la mayoría de estos muertos,
podrían haberse salvado”, lamentó.
“Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan
sistemáticamente por todos los medios para repeler a los emigrantes. Y esto,
cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave”, aseveró.
En este sentido, recordó que “el huérfano, la viuda y el
forastero son los pobres por excelencia a los que Dios siempre defiende y pide
defender”.
“También algunos desiertos, por desgracia, se convierten en
cementerios de migrantes. A menudo, tampoco aquí se trata de muertes
‘naturales’. No. A veces los llevan al desierto y los abandonan allí”,
denunció.
“En la era de los satélites y de los drones, hay hombres,
mujeres y niños migrantes que nadie debe ver. Los esconden. Solo Dios los
ve y escucha su clamor. Y esta es una crueldad de nuestra civilización”.
Para el Papa Francisco, estos lugares “son testigos del drama
del pueblo que huye de la opresión y la esclavitud. Son lugares de sufrimiento,
de miedo, de desesperación, pero al mismo tiempo son lugares de paso
hacia la liberación, hacia la redención, hacia la libertad y el
cumplimiento de las promesas de Dios”.
Por ello, remarcó que “para acompañar al pueblo en el camino de
la libertad, Dios mismo atraviesa el mar y el desierto; no permanece a
distancia, no, comparte el drama de los emigrantes, está allí con ellos, sufre
con ellos, llora y espera con ellos”.
“El Señor está con nuestros migrantes
en el mare
nostrum, el Señor está con ellos, no con aquellos que les
rechazan”, advirtió el Pontífice.
En una cosa podemos estar todos de acuerdo, continuó el Papa
Francisco, “en esos mares y desiertos mortíferos, los migrantes de hoy no
deberían estar. Pero no es mediante leyes más restrictivas, no es
mediante la militarización de las fronteras, no es mediante rechazos como lo
conseguiremos”.
“Por el contrario, lo conseguiremos ampliando las rutas de
acceso seguras y legales para los migrantes, facilitando el refugio a
quienes huyen de la guerra, la violencia, la persecución y diversas
calamidades; lo conseguiremos fomentando por todos los medios una
gobernanza mundial de la migración basada en la justicia, la fraternidad y la
solidaridad. Y aunando esfuerzos para combatir el tráfico de seres
humanos, para detener a los traficantes criminales que se aprovechan sin
piedad de la miseria ajena”, señaló.
Por último, reconoció y alabó “los esfuerzos de tantos buenos
samaritanos, que hacen todo lo posible por rescatar y salvar a los
migrantes heridos y abandonados en las rutas de la esperanza desesperada,
en los cinco continentes”.
“Estos hombres y mujeres valientes son signo de una
humanidad que no se deja contagiar por la malvada cultura de la
indiferencia y el descarte. Y quienes no pueden estar como ellos ‘en
primera línea’, no están excluidos de esta lucha por la civilización: hay
muchas formas de contribuir, ante todo la oración”, afirmó.
“Queridos hermanos y hermanas, unamos nuestros corazones y
nuestras fuerzas, para que los mares y los desiertos no sean cementerios,
sino espacios donde Dios pueda abrir caminos de libertad y fraternidad”,
concluyó el Papa Francisco.
Al finalizar su reflexión, durante el saludo a los peregrinos,
el Papa Francisco se dirigió en concreto a un grupo de jóvenes para animarles a
acudir a Misa cada domingo y a acercarse al Sacramento de la penitencia.
También, como de costumbre, finalizó la Audiencia General orando
por la paz en el mundo, especialmente en Palestina, Israel, Ucrania y Myanmar.
“Que el señor les dé el don de la paz”, concluyó el Santo Padre.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI