El Papa Francisco advirtió que la ambición “es una peste en la vida consagrada” y pidió a los religiosos evitar las pretensiones, la envidia, la rigidez y cualquier “tentación de autorreferencialidad”.
Imagen de la audiencia en el Vaticano este 15 de julio Crédito: Vatican Media. Dominio público |
En la audiencia
en el Palacio Apostólico del Vaticano participaron representantes de la Orden
de los Mínimos; los Clérigos Regulares Menores; las Hermanas Agustinas del
Divino Amor; los Clérigos de San Viator; las Hermanas Reparadoras del Sagrado
Corazón y las Misioneras de San Antonio Claret.
Al inicio de su
discurso, en un intento de concienciar sobre la necesidad de vocaciones en
Occidente, el Santo Padre preguntó cuántos novicios había en cada una de las
Órdenes. Al escuchar las respuestas, el Pontífice señaló que “hay que doblar
los números”.
El Papa
Francisco destacó que representan “el misterio de la Iglesia”, que en su
variedad permite que “la belleza de Cristo brille con toda su luz en el mundo”.
Y para evitar
los “intereses distintos al amor” durante el camino espiritual de los
consagrados, el Santo Padre reflexionó sobre dos aspectos: la belleza y la
sencillez.
La belleza
El
Pontífice resaltó que sus vidas son “historias de belleza”, porque en ellas
“resplandece la gracia del rostro de Dios”.
Remarcó
que los fundadores de estas Congregaciones “supieron captar los rasgos de esta
belleza y corresponder a ella de modos diversos”, y recordó a los religiosos
que su deber es “recoger el testigo”.
Afirmó
que deben “continuar como ellos buscando y sembrando la belleza de Cristo en la
concreción de los pliegues de la historia, ante todo escuchando el Amor que los
animaba”, y dejándose interpelar después “por los modos en que ellos os han
correspondido”.
“Por
lo que han elegido y por lo que han renunciado, tal vez con sufrimiento, para
ser para vuestros contemporáneos un espejo claro del rostro de Dios”, añadió.
La sencillez
A continuación,
señaló que “el amor de Dios es sencillo y su belleza es sencilla, no es una
belleza sofisticada”.
Por ello, les
animó a pedir al Señor sencillez, tanto personalmente como en la dinámica
sinodal del camino común, “despojándoos de todo lo que no es necesario o que
puede obstaculizar la escucha y la armonía en vuestros procesos de
discernimiento”.
En este
sentido, advirtió que la ambición “es una peste en la vida consagrada” y les
pidió tener cuidado con ello.
También hizo
referencia a la envidia, la que definió como la “enfermedad amarilla”, así como
las pretensiones, la rigidez y cualquier otra “tentación de
autorreferencialidad”.
De este modo,
el Papa Francisco afirmó que podrán “leer juntos, con sabiduría, el presente” y
captar en él los “signos de los tiempos” y tomar “las mejores decisiones para
el futuro”.
Subrayó que los
religiosos abrazan la pobreza para vaciarse “de todo lo que no es amor a
Cristo” y les instó a que se dejen "llenar de su belleza, hasta que se
desborde por el mundo, allí donde el Señor os envíe y hacia cualquier hermano o
hermana que ponga en vuestro camino, especialmente a través de la
obediencia”.
El Papa
Francisco aseguró que “ésta es una gran misión”, al mismo tiempo que les pidió
cuidar la oración y los momentos ante el sagrario, “hablando con el Señor y
dejando que el Señor nos hable”.
“Pero la
oración del corazón: no la oración de los papagayos, no, no. La que sale del
corazón y que nos mantiene en el camino del Señor”, precisó.
Por último,
les pidió cuidar su formación y les agradeció por el bien que hacen a la
Iglesia, animándoles a continuar con su trabajo “con fe y generosidad”.
Por Almudena
Martínez-Bordiú
Fuente: ACI