COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. CÉSAR: «UN NUEVO SACERDOTE PARA SEGOVIA»

Ayer, solemnidad de san Pedro y san Pablo, el diácono Alberto Janusz Kasprzykowski Esteban ha sido ordenado presbítero. Ha entrado a formar parte de la gran tradición de quienes Cristo ha elegido para ser pastores de su pueblo.

Foto: M. G. / El Día de Segovia. Dominio público
La Ordenación Sacerdotal se remonta al mismo Cristo, y capacita a quien la recibe a actuar
«en la persona de Cristo Cabeza» de la Iglesia. Un largo camino de formación y discernimiento ha llevado a Alberto hasta este momento en que la Iglesia le ha aceptado como idóneo para este ministerio. La Iglesia de Segovia se alegra con inmenso gozo y da gracias a Dios por este gran regalo.

Dice Jesús a sus apóstoles que no son ellos quienes le han elegido a Él, sino Él quien los ha elegido. Lo hizo después de una noche dedicada a la oración y a cada uno lo llamó por su nombre. La vocación, naturalmente, es una llamada que la persona siente en su interior. Pero tal llamada debe ser confirmada por la Iglesia que manifiesta la iniciativa de Dios en todo elegido. Dios llama y confirma la elección mediante el Sacramento del Orden.

Aunque hoy, en general, hay una depreciación del ministerio sacerdotal, incluso entre familias cristianas que se oponen a que sus hijos acojan esta vocación, su grandeza y trascendencia solo puede entenderse desde la elección de Cristo, que llama a configurarse con Él. Por eso, Jesús llega a decir que «quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado» (Lc 10,16). La identificación de Jesús con sus apóstoles no puede ser más clara. Se explica, por tanto, que san Pablo afirme que Cristo vive, actúa y habla en él.

La importancia de esta elección justifica que Jesús dedicara gran parte de su ministerio a formar al grupo de los Doce, a quienes llamó «para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14). No los eligió ni envió de manera aislada, sino como tal grupo: «Instituyó doce». Indica así que forman un grupo unido llamado «colegio» que tiene dos formas de realización: el colegio de los obispos, y el colegio de los presbíteros. Cuando se ordena un presbítero, los sacerdotes de la diócesis imponen sus manos sobre el ordenando para indicar esta «colegialidad».

Aunque las tareas fundamentales del sacerdote corresponden a las de Cristo: evangelizar, santificar y pastorear la grey, es obvio que la unción sacerdotal configura toda la vida del sacerdote que queda conformado a Cristo y que le exige identificarse cada día más con Él. En este sentido, el papa Benedicto XVI decía, en su magisterio de teólogo, que el sacramento del orden realiza un cierta expropiación de uno mismo para que Cristo se haga presente en quien ha sido ordenado y puede decir con san Pablo: «vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2,20). Quien no entienda esto se incapacita para comprender el sentido y ministerio del sacerdote en la Iglesia y en el mundo, y se privará por tanto de experimentar hasta qué punto Cristo se le hace presente en cada uno de sus ministros.

Tan desbordante es esta gracia que se comprende la necesidad que tiene cada sacerdote de conformarse a Cristo. Y la necesidad de que el pueblo cristiano pida al Señor por los sacerdotes y por las vocaciones a este ministerio que está marcada con el mismo signo de contradicción que marcó a Cristo en su vida. A Cristo, porque no entendían que un hombre como los demás pudiera actuar como Dios; a los sacerdotes, porque nuestra debilidad se utiliza como argumento para rechazar la gracia que llevamos en vasos de barro. Alegrémonos con el nuevo sacerdote y pidamos para que su fidelidad sea muy fecunda. ¡Enhorabuena!

  + César Franco

Obispo de Segovia. 

Fuente: Diócesis de Segovia